lunes, 9 de febrero de 2009

San Salvador estrena arzobispo















REDACCIÓN SERVIDORES
El próximo 14 de febrero tomará posesión de la arquidiócesis de San Salvador Mons. José Luis Escobar Alas, que en los últimos tres años ha sido obispo de la diócesis de San Vicente. Por el peso que tiene la figura del arzobispo en un país tan pequeño como el nuestro, el evento adquiere una particular relevancia.

Este domingo 8 de febrero recién pasado, Mons. Sáenz se despidió en modo oficial de su feligresía. Dirigió sus agradecimientos a Mons. Rosa Chávez, del cual dijo: “ha sido muy paciente conmigo. Su dedicación a la iglesia me inspira”.

No es difícil, para quien está familiarizado con la historia de la arquidiócesis, entender que sus arzobispos, desde la transisión del Vaticano II, han sido muy sensibles a las cuestiones sociales, es decir, abiertos a escuchar la voz del pueblo más sufrido. Ejemplos paradigmáticos de ello fueron Mons. Luis Chávez y González y Mons. Romero, con frecuencia acusados por las organizaciones de la extrema derecha, particularmente FARO y ORDEN, de ser “comunistas”.

Hasta Mons. Rivera Damas, obispo muy empeñado en el diálogo por la paz, esa línea de opción por los pobres se mantiene en sus contornos fundamentales.

Pero, como ha declarado Mons. José Luis en una de sus primeras entrevistas televisivas, “cada obispo tiene su estilo” y ello da la pauta para preguntarse cuál ha sido el “estilo” de Mons. Sáenz y cuál podría ser el de Mons. José Luis.

El clero, como es normal, conoce a sus colegas y a sus obispos, pero, en este sentido también el pueblo es un formidable termómetro para identificar el grado de profetismo y testimonio evangélicos de sus pastores.

Con Mons. Sáenz, miembro de la Prelatura Personal del Opus Dei, se inició una forma de episcopado que afirma la autonomía de la iglesia respecto de la política, al punto de afirmar que “la iglesia no interviene en política” (léase la entrevista del Diario de Hoy publicada en este blog). Ahora bien, ¿Se ha cumplido realmente esa distinción entre iglesia y política? Para ello es mejor escuchar la voz del pueblo, que también tiene sus propios puntos de vista al respecto, y, por otra parte, sobre estas cosas la historia no perdona a nadie.

Mons. Escobar ha sido por tres años obispo ordinario de San Vicente, de modo que el presbiterio de esa diócesis sabe el tipo de pastor que es el nuevo arzobispo. Mons. Escobar ha llegado a la sede metropolitana en tiempo record, sobre todo si se toma en cuenta que las sedes metropolitanas normalmente son asignadas en otros países con aguda meticulosidad. La experiencia en San Vicente habla de aquello de lo que Mons. José Luis ha sido capaz; diversamente, su experiencia en San Salvador pondrá a prueba no solo lo que de él conocemos, sino aquellas cualidades suyas que no nos ha mostrado, porque en San Salvador ciertamente le serán muy necesarias.

¿Y Mons. Rosa Chávez? ¿Por cuáles motivos no lo nombran obispo ordinario de alguna diócesis? ¿No es competente? ¿Es víctima también él, como toda la sociedad salvadoreña, del temor al "comunismo" difundido por la derecha? !Interesantes preguntas! Materia pendiente, amigos y amigas.

Todo evento importante, de esos que la teología llama “signos de los tiempos”, impone un ritmo y una medida a la historia y a la fe. Después de Mons. Romero, todo arzobispo que venga a ocupar la sede que él ocupó, hará las cuentas con ese alto nivel de profetismo y de opción concreta por los pobres que caracterizó su episcopado.

Mientras tanto, la iglesia sigue su curso sacramental, que la pone en un estado de “precariedad institucional”, como dice el teólogo Christian Duquoc, “entre el esplendor del Reino y la oscuridad de la historia”. Entre su forma institucional y sus carismas. Entre el servir o el ser servida.

El nuevo arzobispo, como ya le sucedió a Romero en 1977, entra en funciones en tiempos de elecciones presidenciales, de alta tensión y descontento social. Después de 20 años de gobiernos del derechista partido ARENA, el pueblo pide un cambio. En 1977 el PCN y los militares atacaron a Romero acusándolo de favorecer el comunismo e incluso hablaron, en modo anticipado, de un posible enfrentamiento sangriento si ellos, el PCN, perdía las elecciones. Pero, el PCN, en modo fraudulento, se impuso a la voluntad popular, conformada en la Unión Opositora (UNO). Hoy, por lo que parece, la derecha -entiéndase principalmente ARENA, el PCN y el PDC- no atacará al nuevo arzobispo, y menos el PCN, aunque ya traicionó al evangélico Chévez, su propio candidato presidencial.
De todos modos, Mons. José Luis ha hablado ya de lo positivo que es la alternancia en el poder en los gobiernos democráticos. De su competencia en la labor pastoral y evangelizadora dejarán constancia los hechos ("Por sus frutos los conoceréis", Mateo 7,16).
En todo caso, le deseamos una buena gestión como arzobispo y que el Espíritu Santo “sople” con fuerza. El pueblo salvadoreño se merece un buen arzobispo. Si no es santo ni sabio, por lo menos que se deje asesorar y, por supuesto, que tenga el temple de decir la verdad y que no se venda al político de turno.

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