domingo, 22 de febrero de 2009

Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Hacia el 29 aniversario de su martirio



Marco Tulio López
Sacerdote diocesano
eusebio23112000@yahoo.com

Eran las 6:25 de la tarde del día lunes 24 de Marzo de 1980, y mientras celebraba la santa Misa en la capilla del hospital la Divina Providencia (San Salvador), Mons. Oscar Arnulfo Romero, fue abatido por un criminal con un certero disparo que le arrebató inmediatamente su último suspiro en esta tierra.

El próximo 24 de Marzo se cumplirán veintinueve años del asesinato de Mons. Romero, y como es importante no olvidar nuestra historia, queremos preguntarle: ¿Qué sabe usted de Mons. Romero? ¿Sabe que muchas personas en otros países le llaman “san Romero”, y que en nuestro país en cambio, todavía mucha gente sigue pensando que él fue un político y que por eso lo asesinaron?

De Mons. Romero se puede decir perfectamente lo que se dijo de Jesús: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción” (Lc 2,34). Y Mons. Romero era totalmente consciente de esta realidad, cuando dice de sí mismo: “Para unos, soy el causante de todos los males (en nuestro país) como un monstruo de maldad; para otros, gracias a Dios, para el pueblo sencillo, sobre todo, soy el pastor” (Mons. Oscar A. Romero, Su Diario, p. 13).

Hay algunas preguntas fundamentales con relación a la figura de Mons. Romero, algunas de ellas son estas: ¿Quién o quienes lo asesinaron? ¿Por qué lo asesinaron? ¿Es cierto que Mons. Romero fue partidario de la guerrilla y contrario a la Derecha salvadoreña?

Comencemos respondiendo a la primera interrogante, ¿Por qué lo asesinaron? Y decimos con Mons. Romero: “Se mata porque se estorba” (Día a día con Mons. Romero, p. 262). De él estorbó su pensamiento, su predicación misma fue considerada por algunos como “subversiva y violenta” (Su Diario, p. 6). Así como de Jesús muchos dijeron que él era “un alborotador del pueblo” (Lc 23, 14), también de Romero, en el caso salvadoreño, se dijeron cosas muy parecidas, y por eso asesinaron también al arzobispo.

Es importante que veamos lo siguiente: quiénes asesinaron a Mons. Romero ¿lo habrían asesinado si él hubiera vivido su ministerio episcopal de espaldas a la realidad salvadoreña a nivel social, eclesial, político y económico de aquel momento histórico? Creemos que no, pero también es cierto que si él no hubiera actuado como actuó, no hubiera sido totalmente fiel a su ministerio de pastor y profeta en la porción del pueblo de Dios que le había sido encomendado por la Iglesia.

Pero ¿es cierto que Mons. Romero fue partidario de la guerrilla, y contrario a la Derecha Salvadoreña? Desgraciadamente, todavía sigue existiendo muchas personas con esta clase de pensamiento en nuestro país, pero quienes consideren esa idea como verdadera, deben demostrar cuándo y en dónde este arzobispo “pastor celoso y venerado” (cfr. Homilía del Papa Juan Pablo II, 3 de Marzo de 1980) invitó al pueblo salvadoreño a que tomara las armas y emprendiera la guerra . Lo que sí dijo Mons. Romero es: “No puedo predicar nunca la violencia, ni el odio, ni la guerrilla” (Homilía del 4 de Marzo de 1980).

Algunos opinan que Mons. Romero estaba en contra de la Fuerza Armada y del Gobierno salvadoreño, porque “en sus homilías juzgaba los hechos de la semana a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia- y siempre- llamó a la conversión y al diálogo para solucionar los problemas del país” (Mons. Romero, Su Vida, su Testimonio y su palabra, p. 14, 1999). Pero eso, era lo que le correspondía hacer en su calidad de pastor del pueblo de Dios, por tanto, ninguna persona medianamente informada y con recta intención, puede afirmar que este arzobispo fue partidario de la izquierda y enemigo de la derecha salvadoreña.

Pero de lo que muchos prefieren mejor no hablar en El Salvador es sobre quién o quiénes asesinaron a Mons. Romero. El evangelio nos cuenta que después que mataron a Jesús, sus discípulos se “encerraron por miedo a los judíos” (Jn 20, 19). Pero su actitud cambió radicalmente cuando descendió sobre ellos el Espíritu Santo; entonces ya no tuvieron miedo de proclamar la verdad diciéndoles a los responsables de la muerte del Señor, no por odio sino por justicia a la verdad: “¡Vosotros les matasteis clavándole en la cruz por manos de lo impíos!” (Hechos 2, 23).

Ahora nos preguntamos nosotros ¿Por qué se ha silenciado la verdad sobre el asesinato de Mons. Romero? ¿Por qué los mismos pastores de la Iglesia Católica en El Salvador han preferido mejor no hablar públicamente de este hecho? Creo que si los Doce apóstoles hubieran sido salvadoreños, no hubiéramos conocido quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, porque hubieran tenido miedo decirlo, como se ha tenido miedo decir con claridad por qué y quiénes asesinaron a Mons. Romero.

Es fácil escudarse en amnistías y acuerdos políticos, y decir que estamos construyendo un país en paz y armonía, pero eso ¡no es totalmente verdad! Porque la autentica armonía y la verdadera paz, solo puede construirse en la verdad y la reconciliación, y la reconciliación solo es posible si se tiene el valor de aceptar la verdad de los hechos y sus consecuencias.

Para responder a la pregunta de quién o quiénes asesinaron a Mons. Romero, transcribimos aquí lo que nos dice el Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador: “La comisión concluye lo siguiente: El ex – Mayor Roberto D’Aubuisson dio la orden de asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar el asesinato. Los capitanes Álvaro Saravia y Eduardo Ávila, tuvieron una participación activa en la planificación y conducta del asesinato, así como Fernando Sagrera y Mario Molina…” (Eca 533, pp. 269-270; Marzo 1993).

Con lo anterior, no pretendemos condenar a nadie, sino únicamente que se conozca lo que esta Comisión concluyó con relación al asesinato de Mons. Romero. Realidad que algunos quisieran esconder, pero que nunca les será posible, porque la sangre de este hombre de Dios, nos seguirá gritando a todos como la de Abel.

Eso sí, a las personas como Mons. Romero, no es suficiente únicamente con hablar de ellos, sino que, además, se convierte en una necesidad el imitarles en su Amor a Dios, al prójimo, a la Iglesia, y a la patria. Ese es ahora el reto para todos los hombres y mujeres que creemos en los ideales por los que Mons. Romero vivió, trabajó y murió.

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