viernes, 13 de mayo de 2016

MONS. FABIO COLINDRES, SALPICADO POR "LA TREGUA"


 La «tregua» es el nombre que los periodistas le dan al proceso de acercamiento que los líderes de las principales pandillas de El Salvador hicieron durante el gobierno del señor Mauricio Funes; proceso en el que participaron representantes de la Iglesia Católica, en concreto Monseñor Fabio Colindres y el Nuncio Apostólico Luigi Pezzuto.

Quedan excluidos de la anterior afirmación los sacerdotes que desde siempre han visitado y siguen visitando pastoralmente las cárceles, pero que no formaban parte de la actividad estructurada de la «tregua». Tampoco se refiere a una participación en pleno de la Conferencia Episcopal de El Salvador, aunque en algún momento hayan manifestado su respaldo a Mons. Colindres y al nuncio Luigi Pezzuto.

Hecha esta aclaración, hay una serie de cuestiones que plantea la participación de Mons. Fabio Colindres y el Nuncio Luigi Pezzuto en el proceso de la «tregua».

1.     ¿Cómo inició la «tregua»? Se trata de saber de quién fue la idea de tener un acercamiento con los líderes de las pandillas que operan en El Salvador. No sabemos si fue una idea del gobierno de ese momento o si fue la Iglesia Católica la que inició el proceso. Habida cuenta que en la «tregua» participan incluso ex guerrilleros como el señor R. Mijango o también el señor P. Lüers.
2.     ¿Qué tipo de entidad es la «tregua»? Es decir, este tipo de modo de proceder ¿es legal o no es legal? Si fuera legal, entonces por qué no se puede hablar de ello abiertamente y por qué el fiscal ha decretado la captura de varias personas que participaron en la «tregua»?
3.     ¿Por qué se dio un tratamiento preferencial a los pandilleros y no así a sus víctimas?

Lo cierto es que Mons. Colindres ha sido salpicado por la «tregua».

Es difícil saber cómo le plantearon su participación en la «tregua» a Mons. Colindres. Es de suponer, como ha dicho el diputado Ernesto Muyshondt, que el obispo castrense persiguiera solamente motivos religiosos. Pero su participación no es la misma como la que realizan tantos sacerdotes católicos y pastores protestantes que visitan constantemente las cárceles y nunca han aparecido en los medios de comunicación como facilitadores de la reconciliación entre pandilleros en El Salvador.

Uno de los problemas planteados es que Mons. Colindres no sólo es un obispo de la Iglesia Católica, sino que además es un funcionario público. En el Diario Oficial del 5 de noviembre de 2013, Tomo 401, N° 206, pág. 41, aparece publicado lo siguiente:

Acuerdo n. 131 (San Salvador, 31 de octubre de 2013). El Órgano Ejecutivo en el Ramo de la Defensa Nacional, ACUERDA: ASIMILAR por razones del servicio dentro del Servicio Religioso de la Fuerza Armada, con base al art. 6, inciso tercero del Reglamento especial sobre la Jurisdicción Eclesiástica Militar Arts. 8, numeral 26 y 104 de la Ley de la Carrera Militar, al Grado de GENERAL DE DIVISIÓN EN LA SITUACIÓN DE OFICIAL ASIMILADO a MONSEÑOR FABIO REYNALDO COLINDRES ABARCA, quien desempeñará las funciones de OBISPO CASTRENSE DE EL SALVADOR. La presente asimilación surtirá efectos a partir del 01NOV013; Déjase sin efecto el Acuerdo N. 078 de la fecha 31DIC, emitido por este Ministerio. COMUNÍQUESE.

DAVID MUNGUÍA PAYÉS,
GENERAL DE DIVISIÓN
MINISTRO DE LA DEFENSA NACIONAL


Está claro que Mons. Colindres tiene una plaza de Gobierno y, por tanto, está llamado a seguir la agenda que dicta el Gobierno de turno. Algo normal, por cierto, pero complejo cuando se confronta con la función religiosa. Aunque no es el punto en cuestión, es normal preguntarse ¿cuánto es el sueldo base de un General de División? ¿Cuáles son las prestaciones que tiene un General de División: guarda espaldas, combustible, casa de habitación, transporte, servicios médicos, etc.? Es probable que Mons. Colindres esté donando todo su sueldo a una institución de beneficencia. Lo cierto es que él no podría acusar a otros sacerdotes o a otros obispos de «meterse en política», porque él ostenta un cargo público, con lo cual está directamente implicado en un asunto político.  

Ahora bien, otra cuestión a considerar es cómo se logró que el Vaticano implicara a su delegado diplomático (el nuncio apostólico) en un asunto tan delicado. ¿Quién persuadió a Mons. Luigi Pezzuto y en qué condiciones aceptó la propuesta? Este acto de apoyo a la «tregua» sin duda daba un fuerte espaldarazo a Mons. Colindres. Un hecho que no se celebraba con la misma euforia en la persona del Arzobispo José Luis Alas. El metropolitano se mostró sobrio y, en ocasiones, escéptico de frente a la «tregua». Una cosa es cierta en este punto. Si el proceso de la «tregua» hubiera sido algo transparente y apegado a la Ley, Mons. Colindres no estaría en entredicho. Pero buena parte de la población percibe que él también participó en los pactos ilícitos que se hicieron con las pandillas, o por lo menos dio un soporte y una justificación religiosa a los ilícitos.

Por razones históricas, en El Salvador sólo existe una sede metropolitana (San Salvador), por tanto, tenemos un solo arzobispo y ello puede generar competiciones internas en la Conferencia de Obispos por alcanzar ese cargo. Si la gestión realizada por Mons. Colindres entre pandilleros hubiera tenido éxito, él hubiera podido en principio intentar la gestión de un cardenalato para San Salvador, que si bien no es una sede cardenalicia, sí hubieran existido los méritos pastorales para intentar la  gestión. Nada de eso ha sucedido y, por el contrario, las perspectivas son adversas. En contrapartida, Mons. Escobar Alas, publica una Carta Pastoralafrontando el tema de la violencia en El Salvador. Un texto, que si bien ha sido poco y mal promocionado, su contenido abierto y aunque extraño al talante conservador del arzobispo, lo posiciona mejor ante la opinión pública  ̶ en ese punto específico  ̶    que el actual obispo castrense. Las pocas maneras de tener la misma relevancia que el arzobispo tiene se cuentan con los dedos de las manos: erudición académica, santidad de vida, un cardenalato.

Las salpicaduras que sufre Mons. Colindres lo han alejado del aparato mediático. Se le ve menos en televisión o en la prensa impresa y digital. Su respuesta en una entrevista publicada en el periódico El País, el 12 de abril del 2013, es clara:

Yo he insistido una y otra vez en que mi presencia en todo este proceso no ha obedecido a una negociación oculta o a que la Iglesia se haya prestado a encubrir ningún otro acuerdo paralelo. Sigo pensando que cuando muchas personas, inclusive de la Iglesia, no logran entender el esfuerzo que estamos haciendo, es porque les falta información y un conocimiento más profundo de cómo se gestó todo esto.  

Da la impresión que Mons. Colindres se quedó solo en su lucha. Sus hermanos obispos probablemente no vieron con suficiente claridad los propósitos de su implicación en  las negociaciones con pandilleros, ahora terroristas. Los demonios que él combatiera con tanta vehemencia en otro momento como exorcista, se le volvieron histórica y jurídicamente reales.

Ahora no sabemos cómo procederá la prudencia eclesiástica. Si Mons. Colindres seguirá al frente del Ordinariato Militar, junto con su colega militar Munguía Payés, cargando el lastre político que ello implica. Si se le aplicará el principio «promoveatur ut amoveatur», es decir, «promuévasele para moverlo» y pase a una sede episcopal alejada del barullo de la capital y de la obsesiva insistencia de los periodistas. Un lugar donde no tenga tanto protagonismo mediático, pero donde su espíritu recobre la paz que los «hijos de las tinieblas» han intentado arrebatarle.

Lo cierto es que el problema social de las pandillas sigue esperando una respuesta pertinente, es decir, integral: económica, social, educativa, política, cultural. Ciertamente, no se resolverá recurriendo a procedimientos de dudosa legalidad.


Si la "tregua" ha sido algo bueno, por qué nadie se quiere hacer cargo de ella, a no ser los pandilleros y sus voceros.

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