CARTA PASTORAL DE LA
DIÓCESIS DE SONSONATE EN EL SÍNODO DE LA FAMILIA, ESPERANZA DE NUESTRA IGLESIA
Y SOCIEDAD
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús, les saludo
con un espíritu fraternal invocando la
bendición de Dios para todos ustedes. Expreso mi alegría al escribir esta carta
pastoral para toda la Diócesis d Sonsonate, pensando en la familia de nuestra
Diócesis. Quiero que reflexionemos sobre la realidad de este patrimonio de la
humanidad que surge del plan amoroso de Dios para todos los hombres y su iglesia.
Animo en la fe a las que han recibido el sacramento, las que se han formado en
matrimonio civil y las unidad de común acuerdo, para que acercándonos a Cristo
Jesús, nos dejemos guiar por el Espíritu Santo conformando la gran familia
diocesana dentro de la Iglesia universal. Urge que retomemos y reflexionemos
sobre las palabras del Papa Francisco que dice: «todos pueden participar de
alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad y tampoco
las puertas de los sacramentos deben cerrarse por una razón cualquiera».[1]
La reflexión debe mirar el momento que está atravesando la familia, para que
con la predicación fomentemos la comunidad de vida entre los esposos,
transmitir valores que se ven perdidos y lograr la comunión de vida con los
hijos y las demás familias. «Todos los miembros de la familia, cada uno según
su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, de día en
día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una escuela de la
humanidad más completa y más rica»[2].
Nuestra Iglesia reconoce que la familia y el matrimonio son el patrimonio de
nuestros pueblos originarios, ricos en costumbres que se expresan en las
comunidades.
Gracias a Dios, el matrimonio es un tesoro que
todavía se valora y es nuestro compromiso diocesano, atenderlo pastoralmente
con amor, porque toda familia merece la cercanía de la Iglesia como madre
misericordiosa que ayude a lograr el amor de Dios. Todos tenemos derecho a
vivir en una familia que no condena y enseña la presencia amorosa en [l]a casa
de todos porque es la casa del Padre. Nuestra atención familiar se enmarca
dentro de la pastoral de conjunto como una de las cuatro opciones.
La enseñanza del Papa Francisco viene acompañada de
grandes decisiones pastorales y el tema de la familia es prioridad. Es tan
importante, que en este año 2014 ha convocado al primer sínodo que
particularmente está dedicado a la familia. A este sínodo se convocan los
obispos presidentes de las conferencias episcopales, y el 2015, lo repetirá con
asistencia de la familia, cuyo aporte será decisivo para nuestra pastoral.
El Papa, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, nos presenta un gran
proyecto misionero con sentido con sentido de compromiso comunitario para la
Iglesia de hoy. Ya con su ejemplo, el Papa inspira para un nuevo rostro de la
Iglesia, la familia y la sociedad. En el caso de la familia, afirma que ella es
el lugar donde los miembros aprenden a amar, custodiarse y preocuparse
mutuamente, «es preocuparse el uno por el otro en la familia; los cónyuges se
guardan recíprocamente, y luego, como su padres, cuidan de los hijos, y en el
tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres»[3].
Indudablemente, la familia es el santuario de vida que nos dejó Dios para bien
de la humanidad y de la Iglesia. Este valor no está aislado, ya que es una
realidad que tiene sus raíces en la misma naturaleza del ser humano para el
bien común: «El matrimonio se funda en la unión complementaria del hombre y la
mujer, cuyas naturalezas se enriquecen con el aporte de esa diversidad radical»[4].
El matrimonio y la familia, proceden del plan amoroso de Dios y que importante
es compartir este don con una propuesta pastoral que acompañe y ayude a cada
familia, para que los hogares se santifiquen y vivan con alegría la vocación
del amor.
¿CÓMO VIVEN NUESTAS FAMILIAS?
A nosotros nos ha tocado vivir un apresurado cambio
de época que desplegó la tecnología, avanzando rápidamente las redes y medios
de comunicación. No dudamos que este aporte científico tiene beneficios para la
sociedad, por la eficacia en la comunicación, la enseñanza y la productividad.
Pero en el lado oscuro, los programas que presentan los medios, son agresivos
para inducir al consumismo, la fantasía, la violencia y los placeres. Esta carrera
sin ética, aliena la mente de incautos, aunque contaban con valores. «La
mayoría de los medios masivos de comunicación nos presentan ahora nuevas
imágenes, atractivas y llenas de fantasía… los medios de comunicación han
invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también
en la intimidad del hogar»[5].
Existen anuncios violentos, inmorales y materialistas, que afectan la mente de
los niños y mayores, causando en la familia, una conducta indebida. En muchas
familias los miembros se vuelven violentos, rebeldes, viciosos, infieles e
irresponsables. Tales actitudes crean tensiones, problemas psicológicos y
separaciones. Toda separación es criminal para la familia, provoca sentimientos
dolorosos, sensaciones de fracaso, daños emocionales, inseguridad en las
mujeres y desorientación en los hijos. «Los fenómenos sociales, económicos y
tecnológicos… dejan al lado el bien común para dar paso a la realización
inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y, muchas
veces arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la
familia, las enfermedades y la muerte»[6].
El mal uso de los medios es irresponsabilidad, que pierde los valores
cristianos y las buenas costumbres heredadas de nuestros padres.
En otro aspecto, ya llevamos décadas con fuertes
campañas de planificación familiar. Este es un proyecto presionado con las
ayudas internacionales, justificándose por el temor al crecimiento demográfico
y la protección sexual. Esto lleva la intención de evitar la concepción y negar
la vida del bebé. Incluso en consultas clínicas, presionan a los matrimonios
para que acepten los anticonceptivos, la esterilización y el aborto. Este plan
es contra la vida, porque se opone a los niños y quiere meter miedo a las mujeres
a la hora de procrear aunque tengan grandes capacidades. Estas campañas
promueven las relaciones por puro placer y el uso de anticonceptivos causará a
corto plazo, efectos negativos en la salud.
Una cuestión que se está volviendo común es la
mentalidad divorcista, que considera
al matrimonio como un contrato temporal que se puede disolver con facilidad y
sin remordimientos. El divorcio o separación por una simple razón, es novedoso
para nuestra cultura. Esta mentalidad es muy egoísta, que renuncia a la alianza
por intereses mezquinos de querer gozar de otra oportunidad, haciendo a un lado
el bien común y el compromiso de amarse fielmente. «El individualismo y
globalización favorecen un estilo de vida que debilita el desarrollo y la
estabilidad de los vínculos familiares»[7].
Este estilo de vida acomodada, ha destruido muchos matrimonios, acabando con
las ilusiones de juventud, con promesas de luchar para vivir por siempre
juntos. Lastimosamente en nuestro país ha crecido el número de separaciones y
las solicitudes de anulación matrimonial, aunque muchas no debían proceder. Es
triste que fácilmente se rompa el vínculo sacramental, realizado en presencia
de Dios y renuncian a los deberes propios, aun sabiendo que «lo que Dios unió
que no lo separe el hombre» (Mt
19,6).
Una situación que aflige a nuestras familiares[sic] el incremento de la pobreza y el
desempleo. La mayoría de hogares están en crisis por ser muy pobres. Cuando los
esposos e hijos jóvenes quieren mejorar sus condiciones de vida, no encuentran
oportunidades ni fuentes de trabajo. Son tantos los que sueñan por un empleo
digno, que al solicitarlo, muy pocos lo obtienen. La mayoría se frustra por no
devengar un salario digno. Muchos matrimonios no tienen recursos para adquirir
alimentos, medicinas, educación, ropa y recreación para sus hijos. En tales
condiciones, sufren y son vulnerables; de muchos se aprovechan, a otros los
explotan y varios caen en ilícitos, mintiendo, robando o protestando sin poder
pagar. Muchos embargan sus viviendas o emigran buscando un futuro mejor,
separándose de sus seres queridos, con el dolor quizá de perderlos para
siempre. Ayudan en parte, algunas empresas que han venido para emplear, pero no
acogen a tantos y casi a nadie del campo. Ágape da asistencia a muchas comunidades
pobres, también Cáritas, algunas hermanas religiosas y la pastoral social de
las parroquias que atiende a familias urgidas y cuando han sucedido desastres
naturales, han respondido solidariamente.
Todavía existe un elevado índice de violencia
intrafamiliar que daña la armonía de muchos matrimonios. El problema comienza
por los pleitos de los padres y en la mayoría de los casos, sufren más las
mujeres y los hijos. Tristemente los hombres con mentalidad machista, se dejan
dañar su corazón para lastimar al más cercano. El maltrato físico y verbal
genera sentimientos de impotencia, de humillación y frustración; además,
bloquea la superación, desanimando para trabajar y para amar. Hay que decir
también, que el consumo de bebidas alcohólicas y la drogadicción, son el veneno
expandible que ha arruinado muchas vidas y también acarrea la muerte.
Son varios los embarazos en adolescentes. Por lo
general a esta edad los embarazos no son deseados, porque es poca la madurez
humana, física y emocional, para recibir con gozo al nuevo ser. Un embarazo a
temprana edad refleja la complicidad de los padres, por no cuidarlos o permitir
el noviazgo que termina en relaciones. Es peligroso que ante un embarazo inesperado decidan abortar,
por el temor de un castigo de los padres o perder ciertos privilegios. En estos
casos, no saben qué hacer o decir a sus padres y mostrarse ante una sociedad
que muchas veces juzga con crueldad. No faltan los que orientan mal, ofreciendo
soluciones irresponsables. Pero Dios da la valentía para procrear, porque
“Entre esos débiles que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están
también los niños por nacer, que son los más inocentes e indefensos de todos”[8].
Cuidemos a los muchachos y si fallan ayudémosles a encontrar un futuro mejor.
Es lamentable que todavía exista un alto índice de
violaciones sexuales. Las víctimas, son en su mayoría mujeres indefensas,
jovencitas y menores incapaces. Quienes sufren esta barbarie, reciben tortura,
dolor, sufrimiento y humillación. Las víctimas sienten impotencia, ante los
ultrajes y amenazas que reciben d los pervertidos, que hasta les advierten que
nadie les creerá si lo cuentan. Lo que buscan es que nadie los delate para
seguirse aprovechando. Estos violadores deben ser denunciados inmediatamente
para prevenir más maldad, ya que dejan secuelas mentales, que solo con la ayuda
espiritual y de buenos psicólogos, lograrán recuperar para tener una vida
bastante normal, en lo sexual, en lo familiar y la sociedad. Todo abuso,
violación y acoso, es un pecado mortal contra Dios y la familia, porque dañan
mental y físicamente a los niños, adolescentes y jóvenes. El culpable, debe
comparecer ante los tribunales, para frenar este horrendo mal y se haga
justicia a favor de víctimas y no sufran otros.
El flagelo que está haciendo un profundo daño a las
familias es la violencia causada por la delincuencia y criminalidad. Nuestros
hogares reciben extorciones, amenazas de muerte y ataques de jóvenes que van
por caminos del mal. Las pandillas y bandas criminales no dejan de asaltar,
secuestrar y matar. Es cuestionarte [sic]
el cómo han obtenido armas pesadas que usan contra sus mismos hermanos. La
Conferencia Episcopal de El Salvador, en el año 2005 escribió: «No te dejes
vencer por el mal… La violencia está cada vez más presente, en primer lugar en
el seno mismo del hogar, ya sea por la violencia que sufre la mujer de parte
del esposo, o la que padecen los niños y niñas a pesar de su tierna edad: hay
violencia física, violencia psicológica y violencia social»[9].
Esta cultura de la muerte, debe terminar para tranquilidad en los barrios y
cantones. Los jóvenes deben pensar bien y no dejarse engañar, no seguir con
este mal porque trae desgracia, provoca enfermedades cardíacas, nerviosas,
mentales y quizá hasta cáncer. Esta mala herencia viene desde muchos años y ya
es horaque la detenga con firmeza el gobierno, los organismos responsables y
los pobladores.
EL PLAN DIVINO PARA LA FAMILIA
El Dios creador, dio vida al hombre y a la mujer y
los diseñó con el plan maravilloso de constituirlos en familia. Ya desde el
principio los bendijo con el primer matrimonio (Gen 2,24). El hombre y la mujer, están llamados a existir en uno
para el otro, en comunión única de personas, para ser fecundos y ayudarse
mutuamente. Toda persona tiene necesidad de la familia, porque no son
suficientes las relaciones superficiales, sino que necesita las relaciones
interpersonales, llenas de afectividad, de amor y entrega generosa, «con nadie
tengáis otra deuda que la del mutuo amor» (Rom
13,8). La familia, históricamente ha estado presente en todas las
sociedades para bien del conglomerado humano, formada en grupos grandes y
pequeños, en matrimonios, con la suficiente fuerza de prolongar la vida y
conservar su historia.
Los seres humanos están llamados por Dios para vivir
en comunión, «porque no conviene que el hombre esté solo» (Gen 2,18), todos necesitamos familiarizar para ser estables en
amar, «en este sentido la misión del matrimonio se inscribe en la naturaleza
misma del hombre y la mujer… el amor mutuo del hombre y la mujer se convierte
en una imagen de la misericordia con que Dios ama al hombre»[10].
Todo hombre y mujer, tienen el sentido de donación, de entrega usando el
derecho de amar y ser amado. Solo hombre y mujer se complementan al casarse, la
teoría de género, no es del plan de Dios y si se unen, es un acuerdo sin
identidad de hogar.
Nuestro Señor Jesucristo, elevó el matrimonio a
sacramento y ratificó la santa unión, con sello de la pertenencia del hombre y
mujer (Mt 19,4-6). Al matrimonio le
devolvió la verdad original de indisolubilidad, así como era en el principio:
«porque los dos serán un solo ser». Esta alianza perpetua queda santificada por
la gracia divina para que vivan santamente la unión y pueden educar a los hijos
en el amor de Dios «Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo
Señor a la dignidad de sacramento»[11].
Esta unión que no puede separarla el hombre, quedó establecida como fundamento
de procreación y con la capacidad para asistir, alimentar, custodiar, acompañar
a los hijos en todo su desarrollo humano y religioso para bien social.
LA FAMILIA TRANSMITE EL DON DE LA FE
La fe es el don de Dios que se transmite de padres a
hijos desde que empiezan a entender. Para la transmisión de la fe son oportunas
las palabras del salmo: «Lo que hemos oído y aprendido, lo que nuestros padres
nos contaron no lo callaremos…» (Sal 78,3-4).
Es en familia donde los hijos aprenden las tradiciones, costumbres y enseñanzas
de la fe, «…el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer
a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos»[12].
En cada hogar cristiano se forma una Iglesia doméstica con la misión de ser
comunidad de fe y amor. En esta pequeña Iglesia está viva la acción del
Espíritu Santo, haciendo realidad la presencia de Cristo en la familia, a
semejanza de cómo habita en el conjunto de toda la iglesia. Ahí se encuentra el
tesoro del creer en Cristo, como Señor y salvador de la familia y este creer,
se hereda para luego ser transmitido a los hijos, si los padres se interesan
por transmitirles el conocimiento de Dios y les enseñan a pronunciar su santo
nombre. También en casa se aprende a conocer a la Virgen María, el ejemplo de
los santos y la devoción de rezar, para ser custodiados e ir al Cielo. Para
vivir y transmitir la fe es de suma importancia la vivencia sacramental sobre
todo del bautismo, la confirmación y la eucaristía. «La familia es una comunión
de personas… es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo»[13].
Ayuda para la transmisión de la fe, ocupar el domingo para asistir a la Santa
Misa, creando una vivencia comunitaria. Hay que crear espacios de diálogo con
los hijos y con los miembros de otras familias con sentido de unidad. «La
familia… ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos
y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y
responsablemente»[14].
Se hace testimonio de la fe, practicando la misericordia, respetando a los
demás y haciendo caridad con los más necesitados. Para fortalecer la fe, hace
bien orar en familia, la oración es en casa crea unidad y se ora por la
necesidades, porque con oración se reciben con abundancia los dones de Dios.
MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA
La familia cristiana es parte fundamental de la
Iglesia, que por naturaleza es misionera. La Iglesia se va edificando en l fe
por los sacramentos del Bautismo de los niños, la eucaristía desde la
adolescencia y la confirmación de los jóvenes. En el pueblo de Dios, la familia
tiene la misión de vivir la vocación del amor y llevar la buena noticia del amr
de Dios para todos. Por nuestro bautismo, cada un de nosotros ha adquirido el
compromiso de misión «…pues si uno en verdad ha hecho una experiencia del amor
de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a
anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones»[15].
Este anuncio del evangelio compete en primer lugar a los padres de familia por
su responsabilidad del hogar. El sentido de discípulos misioneros, encuentra su
propia realización n el seguimiento de Cristo, que nos ha mostrado su amor y
nos hace mirar más allá de nuestro entorno. La misión da sentido a los esposos
que amándose cuidan en primer lugar a sus hijos y ofrecen su vida por servir en
la Iglesia, que les envía a compartir con otras familias su experiencia del
evangelio. En la misión, las familias deben mostrar su vida transformada por
Cristo y transmitir valores a otras, de cómo educaron sus hijos.
La responsabilidad misionera no es sólo de la
familia, también los sacerdotes, juntamente con las comunidades y movimientos,
tenemos el compromiso de enseñar la vivencia del Evangelio en todos los
hogares. Es cierto que vivimos en un mundo superficial, marcado por los
problemas que causa la mentalidad individualista y egoísta; pero este mundo
necesita el consuelo de servidores confiables, que sin intereses personales,
sean puros ante cualquier realidad, que amen la tierra y crean que el amor a
las familias, es válido para amar a Dios. El amor debe ser verdadero, expresado
con hechos para que sea válido. De nada sirven los cargos si se usan solo para
mandar o hacer promesas, si no se actúa con responsabilidad. Para servir, hay
que darse de corazón, comprender, ser fieles, dialogar y colaborar con
humildad, porque el amor es más profundo que un sentimiento romántico.
LA PASTORAL FAMILIAR
Me alegro por los que trabajan en la pastoral
familiar. Cuento con la ilusión de que en todas las parroquias de la Diócesis
se organice esta pastoral, con sus equipos parroquiales. La pastoral familiar
es muy necesaria hoy y debe descubrir las necesidades para darles solución.
Debe ser la acción evangelizadora de la Iglesia a favor de toda familia, aun
las de madres solteras. Esta tarea debe ser promovida por todos los sacerdotes.
Gracias a Dios, tenemos un plan de pastoral que pide evangelizar la familia «La
comisión diocesana de pastoral familiar tiene como fin, llevar a las familias,
con paso de buen Pastor, a vivir la santidad de su vocación de Iglesia
doméstica, evangelizada y misionera»[16].
La familia es el tesoro más grande de nuestra Diócesis, atendámosla con la
pastoral familiar, asistiéndola desde toda pastoral, sin suplirlas; desde las
pequeñas comunidades, los grupos y movimientos, atendamos la familia, para
ayudarla a vivir su vocación de amor y sea fermento en la sociedad.
Esta misión debe ser misericordiosa, sin reclamos ni
reproches. Por el contrario, queremos que sea comprensiva, iluminadora y se
acerque a cada hogar. Visitemos las que viven en situaciones irregulares y los
que están atravesando momentos difíciles, para mostrarles el rostro
misericordioso de Dios, que con los valores del Reino, traigámoslas a la
Iglesia, que crezcan en calidad de vida y sanen sus heridas. Es urgente asistir
a estas familias que están en crisis, las divorciadas y de madres solteras.
Ellas, a pesar de que sus condición les limita, luchan por sus hijos buscando
una vida mejor. No olvidemos que muchas madres fueron engañadas, defraudadas y
abandonadas. Hay que orientarlas, para que no las utilicen, porque los
irresponsables son capaces de buscarla nuevamente como medios de placer, sin
darles el derecho de ser amadas. Es de
buen samaritano abogar por las madres pobres que luchan incansablemente para
ganarse la vida. Hay que pedir la ayuda de los organismos encargados de velar
por ellas. «Cuando las familias no son capaces de realizar sus funciones, los
otros cuerpos sociales tienen el deber de ayudarlas y sostener la institución
familiar». En ellas hay niños que tienen derecho [a] recibir amor, alimentos, educación
y diversión. «Lamentamos que muchas mujeres de toda condición no sean valoradas
en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas»[17].
La mejor ayuda es espiritual, tan necesaria para afrontar los problemas, pero
también ayudar solidariamente. Enseñemos que ellas participan en el poder
paterno de Dios y que sus hijos nunca piensen que son fruto del error, sino del
don más precioso inscrito en la estructura misma de una relación. Pidamos la
sabiduría divina para que los procesos pastorales lleguen hasta las necesidades
más sentidas de la familia. Es urgente esta pastoral muy cercana, que rescate
los valores y surjan más familias misioneras.
DESAFÍOS FAMILIARES
Pienso que en nuestra Diócesis tenemos que trabajar
mucho por estos desafíos:
·
Que la familia
sea reconocida como la institución en la que cada uno de sus miembros goce del
respeto de sus derechos para vivir con dignidad.
·
La toma de
conciencia de la responsabilidad que tenemos de llevar a cabo la
evangelización, la catequesis y formación de las familias.
·
Con las pequeñas
comunidades, los movimientos de familia y asociaciones comprometernos a
trabajar para llevar los valores cristianos al seno de la familia.
·
Formar,
organizar y capacitar los equipos de
pastoral familiar de todas las parroquias, para que ejerzan el deber derivado
del bautismo y velen a favor de las familias.
·
Trabajar para
reconstruir el hogar de muchas familias rotas, par que recuperen alegría, amor,
unidad y progreso dentro de sus hogares.
·
Estar al
servicio de la vida, defenderla desde la concepción y cuidarla en su
integridad.
·
Velar por los
derechos básicos de cada miembro de la familia para que a nadie le falte las
fuerzas para luchar, seguridad para vivir y sano esparcimiento de los hijos.
·
Ayudar a las
embarazadas y a las madres solteras, para que tengan el apoyo del gobierno, los
organismos e instituciones, para obtener lo necesario para el hogar.
·
Orientar para
que eduquen, comprendan y acompañen a los hijos en sus etapas de desarrollo,
ante el cambio físico y mental, brindándoles una debida orientación.
·
Fomentar las
actividades religiosas en familia, priorizar los matrimonios, la santa Misa, la
oración, la caridad y convivencias familiares con la escucha de la Palabra de
Dios.
Para fortalecer la familia en la Diócesis, pido seguir
el plan de pastoral para contar con el equipo de pastoral familiar diocesano y
parroquial bien formado, para que:
1.
Desde la
pastoral infantil, contar con catequistas especializados que en jornadas
enseñen los valores familiares a los niños.
2.
Con la pastoral
juvenil, dar talleres a los jóvenes, sobre su realidad humana, espiritual,
familiar y sexual, como preparación próxima al matrimonio.
3.
Que la pastoral
litúrgica, invite y acoja a las parejas no casadas y vueltos a casar para que
se les muestre el camino para encontrar la misericordia de Dios.
4.
En las pequeñas
comunidades, dar valores morales y espirituales para crecer como Iglesia
doméstica, con especial atención a los matrimonios jóvenes.
5.
Que las
parroquias tengan la colaboración profesional de psicólogos cristianos, médicos
y abogados, para ayudar en los casos irregulares y difíciles.
6.
Con la pastoral
de la salud, brindar el servicio de la vida promoviendo una paternidad y
maternidad responsables, con planificación natural saludable.
7.
Con la pastoral
social, atender al adulto mayor, a las viudas, a las madres solteras,
brindándoles atención digna y apoyo en sus necesidades.
8.
Con el consejo de
pastoral parroquial, planificar convivencias, visitas de hogares y celebraciones
litúrgicas con familias.
9.
Los sacerdotes dar
formación de valores con escuelas de padres en los centros escolares, colegios y
ofrecer temas de valores en las universidades.
10. Dar formación permanente a los equipos de pastoral familiar
y animadores de comunidades para hacer más efectiva la evangelización de las familias.
Si culpables buscara,
por problemas de familia, a un tiro encontrara, cobardes, miedosos, avarientos y
mentirosos. Estafadores, ladrones, explotadores, asesinos y viciosos. Corrompidos
que fingen en la esquina, que en la casa robaron lo que no venía para ellos, violaron
la inocencia… Desvían la mirada para negar a sus hijos, hablan cobardemente si la
conciencia les grita y muchos se arrepientes [sic], pero ya muy viejos… y reconozco
que también debo culparme, porque de ayuda casi poco entregué, muy poco aconsejé
y de sacrificio, ni para pedir me arrodillé; solo escusas [sic] me quedan, aunque
mucho tiempo esperó mi hermano.
Les invito hermanos a que oremos por la familia y de
mi parte, invoco la bendición de Dios para todos ustedes, para que vivan en paz,
armonía y justicia y pido la ayuda maternal de la Virgen de Candelaria para nuestra
familia diocesana.
Su servidor en Cristo Buen Pastor, Monseñor Constantino
Barrera Morales,
Obispo de Sonsonate, El Salvador, C.A.
[1]
PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, n.
47.
[2]
SAN JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n.
18.
[3]
PAPA FRANCISCO, La esperanza del nuevo
mundo, ed. Arguval, p. 201; Homilía del Papa Francisco, Plaza San Pedro,
martes 19 d[e] marzo de 2013.
[4]
Ibidem, p. 207.
[5]
APARECIDA, n. 39.
[6]
Ibidem, n. 44.
[7]
EVANGELII GAUDIUM, n. 67.
[8]
EVANGELII GAUDIUM, n. 213.
[9]
CEDES, Carta Pastoral No te dejes vencer
por el mal, año 2005, n. 10.
[10]
CATECISMO DE LA IGLESIA, n. 1601.
[11]
Ibidem, n. 1660.
[12]
EVANGELII GAUDIUM, n. 66.
[13]
Ibidem, 2205.
[14]
APARECIDA, n. 302.
[15]
EVANGELII GAUDIUM, n. 120.
[16]
CUARTO PLAN QUINQUENAL PASTORAL, p. 36.
[17]
APARECIDA, n. 453.
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