Se ha dedicado una calle de San Salvador al militar
sospechoso de ser el autor intelectual del asesinato de Romero.
Por: Alver Metalli.
Buenos Aires.
Fuente: Vatican Insider.
12.2.2014
Cosas que tiene la vida. ¿Quién hubiera imaginado
que el hombre señalado por una comisión investigadora como el autor intelectual
del asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero pudiera encontrarse con su
víctima 35 años después? No en vida, se entiende, sino en el plano de la ciudad
donde vivieron ambos, y donde murieron, el primero asesinado y el segundo de
muerte natural. Pero así son las cosas. Si hubiera prosperado la propuesta del
actual alcalde de la ciudad de San Salvador, Norman Quijano, una importante
arteria de la capital salvadoreña llevaría precisamente el nombre del mayor
Roberto D’Aubuisson, y pocos metros más adelante esta misma calle se cruzaría
con la Avenida dedicada a Monseñor Romero.
La propuesta no fue aprobada, no porque hayan
surgido dudas sobre los méritos del mayor, sino porque se descubrió que esa
calle ya tenía un nombre, otorgado por una administración anterior en 2005, en
honor del pintor Camilo Minero, premio nacional de cultura 1996. Sin
desalentarse, y completamente convencido de que los salvadoreños debían
reconocer la grandeza del fundador del partido político Arena y presidente de
la Asamblea Constituyente de 1983, el alcalde saliente de San Salvador optó por
buscar otra calle, impasible ante la reacción de quienes le hacían notar el
dictamen de la Comisión de la verdad de 1993, que responsabiliza a D’Aubuisson
de “haber dado la orden de asesinar al arzobispo” y de haber supervisado la
ejecución a través de miembros de su servicio de seguridad. En el mismo
sentido, varias investigaciones periodísticas de diversa proveniencia coinciden
en señalar la responsabilidad del líder y fundador de Arena. Incluso todavía
hay personas que recuerdan que antes de que la Comisión de la verdad concluyera
su trabajo, la administración Reagan le había negado a D’Aubuisson la visa para
ingresar a los Estados Unidos en base a una disposición de las leyes
migratorias que declara inadmisible que se permita entrar al país “a los que
apoyan ejecuciones extrajudiciales”. Y finalmente que el biógrafo más
acreditado de Romero, monseñor Jesús Delgado, señaló a su vez a
D’Aubuisson como partícipe del complot que decretó la muerte del arzobispo.
El colmo de la paradoja: la inauguración de la nueva
calle dedicada al mayor D’Aubuisson se llevará a cabo el 19 de febrero de 2015,
pocos días antes del aniversario –número 35- que podría ser también el de la
beatificación del obispo asesinado en 1980. De alguna manera, víctima y verdugo
(presunto) serán elevados al mismo tiempo a los altares, el primero al altar de
los beatos y el segundo al de la ciudad capital de la nación centroamericana.
A las voces de protesta contra la decisión adoptada
por el Consejo Municipal, se sumó la Iglesia. El arzobispo de San Salvador se
dirigió al intendente Quijano para pedirle expresamente que desistiera de su
propósito. "Como Iglesia no nos sentimos bien con la noticia, ojalá
lo reconsideren y vuelvan al nombre anterior”. “Con todo respeto” –ha
declarado monseñor José Luis Escobar Alas a un grupo de periodistas- “haría esa
petición, que pienso que es bueno para la reconciliación de sociedad y el buen
vivir, de lo contrario me parece que muchos no nos íbamos a sentir bien”.
Sin embargo, las paradojas no terminan aquí. La
calle elegida para honrar a D’Aubuisson ya tiene nombre, nada menos que el de
San Antonio Abad, el eremita egipcio a quien se considera fundador del
monaquismo cristiano y primer abad. “Que se le quite el nombre así
porque sí, la Iglesia no está de acuerdo”, protestó el sucesor de Romero en San
Salvador.
Cabe señalar que la Iglesia salvadoreña es parte
en el proceso que aún sigue abierto para aclarar los interrogantes no resueltos
sobre la responsabilidad última del asesinato y alcanzar la verdad procesal.
Tal como lo es en el caso de la masacre de los jesuitas de la Universidad
Católica que hace poco tiempo fue reabierto en España.
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