Hay mucha expectación por la posible beatificación de Mons. Romero. No sería extraño que en estos días entorno a su 35 aniversario se diera el anuncio oficial. La figura de Mons. Romero adquiriría entonces una dimensión mundial.
Los representantes del partido ARENA han olfateado lo que se avecina. Sus reacciones son variadas. El alcalde de San Salvador y aspirante a diputado Norman Quijano, por ejemplo, le cambia nombre a la calle San Antonio Abad de San Salvador para ponerle el nombre del principal acusado del asesinato de Mons. Romero, es decir, el Mayor Roberto D'aubuisson. Un gesto provocador que lo pone al margen de la comunión con la Iglesia Católica.
En cambio Edwin Zamora, el que le "robó" la enésima candidatura de alcalde a Norman Quijano, aparece más conciliador, proponiendo hacerle un monumento a Mons. Romero en una plaza céntrica, porque según él, Romero es "de todos".
El partido ARENA está a punto de darle la vuelta al mundo por tener como fundador al que es acusado como el asesino de Mons. Romero. De suerte que si Mons. Romero ha sido declarado mártir "in odium fidei", es decir, en "odio a la fe", esto quiere decir, que quienes odiaron esa fe en la persona del arzobispo mártir, tienen que justificar ante el mundo tal atropello.
A ellos se aplican las palabras del evangelista Mateo 23,29-32: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque edifican los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos, y dicen: 'Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas¡' Con lo cual atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen también ustedes la medida de sus padres¡
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