La "guerra preventiva"
en vista del Sínodo: un nuevo libro con textos de Müller, Burke, Caffarra,
Brandmuller y De Paolis, que declaran inadmisible la propuesta de permitir, en
ciertos casos, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Kasper:
"No segundas nupcias, sino una barca para la salvación".
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
FUENTE: VATICAN INSIDER.
Nunca había sucedido que un
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en funciones publicara en
pocas semanas dos libros para declarar inadmisible cualquier cambio a la
postura de la Iglesia sobre el tema que está por ser discutido en una reunión
sinodal. Lo hizo el cardenal Gerhard Ludwig Müller, que desde 2012 guía el ex
Santo Oficio: en julio dio a la imprenta un libro-entrevista en el que se
declaraba contrario a cualquier apertura en relación con la comunión a los
divorciados que se han vuelto a casar (“La esperanza de la familia”, ediciones
Ares), y ahora su nombre es el más vistoso entre los firmatarios de un volumen
colectivo que se titula “Permanecer en la verdad de Cristo” (que ya fue
publicado en los Estados Unidos y que acaba de ser impreso en Italia), cuyo
contenido fue dado a conocer ayer por el periódico italiano “Corriere della
Sera”.
Los demás autores son otros
cuatro purpurados: Carlo Caffarra, arzobispo de Boloña, Raymond Leo Burke,
Prefecto de la Signatura Apostólica, y los eméritos Walter Brandmüller y
Velasio De Paolis. Además colaboran el arzobispo Cyril Vasil', Secretario de la
Congregación para las Iglesias Orientales, y otros expertos. En ambos volúmenes
el tema central es la participación a la Eucaristía para los divorciados que
viven una segunda unión, misma que se declara inadmisible.
La inédita operación mediática (a
la que se suman también, en la misma sintonía, un texto del cardenal Angelo
Scola y un libro que está por ser publicado del cardenal australiano George
Pell, “ministro” de Economía vaticano) ha sido presentada como una respuesta a
las aperturas que planteó como hipótesis en febrero de este año el cardenal
alemán Walter Kasper, a quien Francisco había encomendado la relación
introductiva del Consistorio. Frente a todos los cardenales, Kasper habló sobre
el tema de la familia y, en la última parte de su articulado discurso, hipotizó
(caso por caso, en determinadas circunstancias y tras un recorrido penitencial)
la posibilidad de volver a admitir a los divorciados que se han vuelto a casar
a la comunión. El discurso causó muchas reacciones entre los cardenales y al
día siguiente, tomando la palabra, Francisco lo elogió, diciendo que
consideraba que Kasper hacía «teología de rodillas» y que en su discurso había
encontrado «el amor de la Iglesia». Durante los siguientes meses, después de la
publicación de aquel texto, se multiplicaron las entrevistas y las
declaraciones. Las posturas se polarizaron, la confrontación y el
enfrentamiento se llevaron a cabo en la arena de los medios de comunicación,
tal y como sucedió durante el Concilio Vaticano II.
Francisco, que considera decisivo
el mensaje de la misericordia, sigue invitando a la Iglesia a que salga de sí
misma para ir al encuentro de los hombres y de las mujeres en las condiciones
en las que viven, quiso que se celebren dos Sínodos sobre el tema de la
familia: el primero, extraordinario, se llevará entre el 5 y el 19 de octubre
de este año. El trabajo continuará después involucrando a las Iglesias locales
y, en octubre de 2015, un nuevo Sínodo (pero ordinario) se opcupará de las
conclusiones.
Entrevista
con el cardenal Walter Kasper.
Cardenal Walter Kasper, usted
habló en febrero sobre el Sínodo frente a los cardenales y propuso una
hipótesis sobre la posibilidad de la comunión para los divorciados que se han
vuelto a casar. ¿En qué consiste?
No propuse una solución
definitiva, sino –después de haberme puesto de acuerdo con el Papa– hice
algunas preguntas y ofrecí consideraciones para posibles respuestas. Este es el
argumento principal: el sacramento del matrimonio es una gracia de Dios, que
convierte a los esposos en un signo de su gracia y de su amor definitivo.
Incluso un cristiano puede fracasar y, desgraciadamente, hoy muchos cristianos
fracasan. Dios, en su fidelidad, no deja caer a nadie y, en su misericordia, da
quienes quieren convertirse una nueva oportunidad. Por lo tanto, la Iglesia,
que es el sacramento, es decir el signo y el instrumento de la misericordia de
Dios, debe estar cerca, ayudar, aconsejar, animar. Un cristiano en esta
situación tiene una necesidad particular de la gracia de los sacramentos. No se
pueden conceder segundas nupcias, sino –como decían los Padres de la Iglesia–,
después del naufragio, una barca para sobrevivir. No un segundo matrimonio
sacramental, sino los medios sacramentales necesarios en su situación. No se
trata de una solución para todos los casos, que son muy diferentes, sino para
cuantos hagan todo lo que les sea posible en sus situaciones.
¿Puso usted en duda la indisolubilidad
del matrimonio cristiano?
La doctrina de la indisolubilidad
del matrimonio sacramental se basa en el mensaje de Jesús; la Iglesia no tiene
el poder para cambiarla. Este punto no cambia. Un segundo matrimonio
sacramental, mientras la pareja siga con vida, no es posible. Pero hay que
distinguir la doctrina de la disciplina, es decir la aplicación pastoral en
situaciones complejas. Además, la doctrina de la Iglesia no es un sistema
cerrado: el Concilio Vaticano II enseña que hay un desarrollo, en el sentido de
una posible profundización. Me pregunto si es posible, en este caso, llevar a
cabo una profundización semejante a la que se dio en la eclesiología: aunque la
Iglesia católica sea la verdadera Iglesia de Cristo, hay elementos de eclesialidad
también más allá de las fronteras institucionales de la misma Iglesia católica.
En ciertos casos, ¿no se podrían reconocer también en un matrimonio civil
algunos elementos del matrimonio sacramental? Por ejemplo, el compromiso
definitivo, el amor y el cuidado recíproco, la vida cristiana, el compromiso
público, que no existen en las parejas de hecho.
¿Qué le parece la publicación de
este nuevo libro con aportes de cinco cardenales, incluido el Prefecto Müller?
Me ha sorprendido. Lo supe hoy
gracias a los periodistas: a ellos les enviaron el texto, a mí no. Nunca me
había sucedido nada parecido en toda mi vida académica.
¿En la historia reciente de la
Iglesia ha sucedido que algunos cardenales hayan intervenido con esta forma
organizada y pública antes de un Sínodo?
Durante el Concilio Vaticano II y
en el post-concilio existían las resistencias de algunos cardenales frente a
Pablo VI, incluso por parte del entonces Prefecto del Santo Oficio. Pero, si no
yerro, no con esta modalidad organizada y pública. Si los cardenales, que son
los colaboradores más cercanos del Papa, intervienen de esta manera (por lo
menos en relación con la historia reciente de la Iglesia), nos encontramos
frente a una situación inédita.
¿Qué espera que suceda durante
las próximas semanas, en el debate sinodal?
Espero que podamos tener un
intercambio sincero y tranquilo de experiencias pastorales, de argumentos, en
una atmósfera de escuhca. No respuestas prefabricadas, sino aclaraciones sobre
el “status quaestionis”, y luego habrá todo un año para la discusión a nivel
local, antes de las decisiones de 2015.
¿Le parece que Papa Francisco
hable demasiado de misericordia?
¿Cómo es posible hablar demasiado
de un tema que es fundamental en el Antiguo Testamento? Claro, la misericordia
no contradice la doctrina, porque es en sí misma una verdad revelada, y no
cancela los mandamientos del Señor; pero es una clave hermenéutica para su
interpretación. Papa Juan XXIII en la apertura del Concilio dijo: «Hoy, la
Iglesia debe usar no las armas de la severidad, sino la medicina de la
misericordia». La misericordia es, pues, el tema central de la época conciliar
y post-conciliar de la Iglesia católica.
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