lunes, 16 de noviembre de 2009

"Veía la realidad desde el punto de vista de los pobres" (Entrevista con Rafael Aguirre)


Rafael Aguirre (Bilbao, 1941), ex decano de la Facultad de Teología y catedrático emérito de la Universidad de Deusto, tuvo la ocasión de viajar varias veces a Centroamérica, y en uno de esos viajes, de convivir durante tres meses con el equipo de la UCA (Universidad Centroamericana) que dirigía su amigo Ignacio Ellacuría.

Rafael Bengoa reflexiona sobre la labor que su amigo Ignacio Ellacuría realizó en la Universidad Centroamericana (UCA).


Pregunta. ¿Cuál fue el papel de la UCA respecto a la Iglesia en Centroamérica, a Roma y su relación con el padre Arrupe?


Respuesta. Hubo unos años en que los jesuitas de Centroamérica estuvieron a la cabeza de la honda transformación que conoció esta orden tras el Vaticano II. Encontraron aliento y apoyo en Arrupe. La Compañía de Jesús en El Salvador, como en otras partes, había sido la educadora de la oligarquía. En pocos años pegó un giro radical y la oligarquía pasó de venerar a la Compañía a los ataques más infamantes contra los jesuitas de la UCA. Ellacuría entendía que en un país pobre, desestructurado, la primera tarea de la universidad era contribuir a transformar la realidad social, articular intelectualmente la razón y la verdad de los pobres que no pueden hacerlo y que, por no tener, no tienen ni voz.


P. Hombre de Iglesia, Ellacuría era también un gran dialéctico, al que se le reprochó su participación en la política. ¿Era también un gran político?


R. En efecto, era un gran dialéctico. Era político en el sentido de que analizaba, con todos los recursos de las ciencias y con asesoramientos, la realidad social salvadoreña y proponía alternativas concretas. Pero no aspiraba, ni para él ni para la universidad, al poder, ni tenía una postura estrictamente partidista. Veía y juzgaba la realidad desde el punto de vista de los empobrecidos. Denunciaba al poder oligárquico, la injusticia estructural, las barbaries enormes del Ejército, la responsabilidad decisiva de la Administración norteamericana del tiempo. Entendía sus tomas de postura como una obligación universitaria, es decir sacar a la luz la verdad con rigor y absoluta libertad. Pero llevaba también muchos años criticando a la guerrilla. La universidad tenía que participar en el agudo conflicto de la sociedad salvadoreña, pero de forma universitaria. Se preocupó de preparar cuadros políticos, pensando en el futuro. Su papel político fue muy especial por su preparación, por sus cualidades personales y por la situación crítica que le tocó vivir, pero lejos de desvirtuar su responsabilidad como universitario y como sacerdote cumplió de forma eminente con su deber.


P. ¿Fue también muy crítico con el FMLN?


R. En 1983 declaró: "El FMLN no puede, en primer lugar, ganar la guerra revolucionaria en la que está comprometido. Y, en segundo lugar, aunque pudiera, no le conviene a El Salvador que el FMLN gane". Estaba reciente el triunfo sandinista y esta postura no fue comprendida por mucha gente de su entorno, incluidos varios jesuitas. Ellacuría sabía el coste terrible que supondría para El Salvador la reacción norteamericana y la división traumática que se produciría en el país. Trabajó para un acuerdo de las partes que depurase las responsabilidades de la represión y pusiese las bases para una reconciliación nacional y para una transformación de la sociedad salvadoreña.


P. En un editorial de la revista ECA afirmó que "la mentira es la reina consorte del terror".


R. Éste es un punto clave en el pensamiento de Ellacuría y que repite frecuentemente Jon Sobrino. En palabras de San Pablo, "la verdad es sofocada por la injusticia", no primariamente por la mentira. Todo crimen recurre a ocultar la realidad para justificar la injusticia. La guerra del ejército salvadoreño, con la ayuda norteamericana, que masacraba a la gente más pobre iba acompañada de un sistema de mentiras, de tergiversación y ocultación de la realidad, de producción de infamias. La poderosa emisora de los militares y prácticamente toda la prensa, en manos de la oligarquía, denigraba diariamente a los jesuitas, acusándoles de ser los instigadores de la guerrilla. La UCA y Ellacuría lo que hacían era servir a la verdad, denunciar la situación real del país, sobre todo la del campesinado pobre y que cargaba encima con una brutal e indiscriminada represión del Ejército y con una guerrilla que agravaba más su situación.


P. ¿En qué quedó su labor salvadoreña?


R. Difícil y delicada cuestión. El asesinato de los jesuitas fue un factor que aceleró el proceso de paz, que se plasmó en los Acuerdos de Paz firmados en Chapultepec en febrero de 1992. Respondían a la visión de Ellacuría porque suponían una ruptura con la situación anterior y ponían las bases para una transformación profunda de la política y de la sociedad salvadoreña. Desgraciadamente, su desarrollo ha sido insatisfactorio. Pero este año ha triunfado en las elecciones la izquierda del FMLN, en la actualidad un partido plenamente democrático, y el presidente Mauricio Funes reivindica el legado de Ellacuría y muchos discípulos de éste ocupan actualmente cargos de responsabilidad en el gobierno.
En la vida interna de la Iglesia centroamericana y de la Compañía de Jesús creo que su herencia se ha diluido extraordinariamente, y la institución eclesiástica se ha esforzado por cambiar este rumbo. Y hay que decir una cosa muy importante: no nos podemos quedar con el Ellacuría realista y político. Es más importante el Ellacuría profético y utópico, por usar sus propias palabras. En última instancia, le movía la fe cristiana reflejada en la vida de Jesús. Por eso hablaba de "los pueblos crucificados" -"Tercer Mundo" y "subdesarrollados" son eufemismos que ocultan el sufrimiento injusto- y hablaba de utopía porque se trata, decía, de revertir la historia, de promover una civilización de la austeridad, porque el nivel de vida del Primer Mundo es un privilegio injusto. En Ellacuría es esencial la crítica a nuestra forma de vida occidental. Sería una hipocresía homenajearle a los veinte años de la entrega heroica de su vida, como sus compañeros, y ocultar esta dimensión esencial y pendiente de su legado.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Carta abierta a los Obispos de El Salvador: Por el sacerdote Enrique Gloden

A los Señores Obispos
de la Conferencia Episcopal de El Salvador

San Salvador, 18 de octubre de 2009.

Estimados Señores Obispos:

¡Que Dios nuestro Señor siga colmando de sus más abundantes bendiciones a Ustedes y a los feligreses de sus respectivas diócesis!
Hace pocos días los medios de comunicación social nos han informado que la cifra de asesinatos en el país ha aumentado a 16 en promedio por día. Son pecados que gritan al cielo, y desafían.
El Señor de la vida nos pedirá cuentas claras, si no levantamos la voz a tiempo (estamos a lo mejor ya tarde) como Iglesia. Nuestra salvación podría estar cuestionada por callar ante tan graves pecados, pecados contra la vida de tantos bautizados, hijos de Dios, nuestro Padre.
La Iglesia a través de la Conferencia Episcopal de El Salvador no debe callar, debe hablar, defender la vida y dar palabras de aliento. Todos estamos expuestos a perder la vida.
Preguntémonos qué diría Jesús ante tanta violencia.
Estamos obligados desde todo punto de vista a proclamar la vida, a defenderla a ultranza.
Que Dios no nos pregunte: "Caín ¿qué has hecho de tu hermano Abel?
Callar, no decir nada desde la Palabra de Dios nos vuelve cómplices.
Es cierto que toda labor de la Iglesia -desde la de Ustedes hasta la de los seglares- es aunque sea indirectamente prevención o disminución de la criminalidad. Gracias a Dios y a la colaboración de tantos bautizados.
Pero de ningún modo basta. Tendría que darse un trabajo explícito, exhaustivo, organizado frente a la criminalidad en general y a la matanza de tantas personas en particular. Probablemente se hacen algunos esfuerzos de parte de la Iglesia. Pero no son conocidos.
¿Dónde hay planes de la Conferencia Episcopal, de las diócesis, de la parroquia y de las otras instituciones de la Iglesia, e integrados explícitamente en los planes de pastoral de conjunto y esto con su debida relevancia? Normalmente brillan escandalosamente por su ausencia.
Concretizando: la pastoral de los jóvenes abarca un porcentaje muy pequeño de los jóvenes salvadoreños.
¿Dónde queda una pastoral con las maras? Es significativo que el CD "La Vida Loca" muestra únicamente la presencia de predicadores protestantes. ¿Dónde quedamos los católicos? ¿Por qué no hay una pastoral de pandillas? Esta ausencia de nuestra Iglesia en este sector tan vulnerable y vulnerado de la población no tiene nombre.
Algunas pistas de acción:
  • Un testimonio mucho mayor de la vivencia de nuestra fe;
  • una campaña fuerte, sistemática y efectiva de oración profunda al respecto;
  • una evangelización más generalizada;
  • una concientización mayor de todos los implicados en la educación de jóvenes;
  • un fortalecimiento serio, no tibio de las familias;
  • el fomento de la santidad, de una santidad enraizada en la realidad de la vida, tarea utópica, pero a la vez imperante;
  • la promoción del respeto a la vida y la dignidad humana;
  • una verdadera y generalizada mística de la inhabitación trinitaria en los bautizados, con los dos pies en la tierra;
  • una capacitación para un enfoque integral de los problemas de una convivencia cristiana;
  • la colaboración con todos los sectores de la sociedad que tienen incidencias en esta problemática;
  • encargar a uno de los organismos de las diócesis para monitorear esfuerzos, ó crear un organismo ad hoc, efectivo.

Con un saludo muy respetuoso en Cristo Sacerdote

Padre Enrique Gloden

E-mail: glodensch@yahoo.com

martes, 3 de noviembre de 2009

CUANDO LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA DUERME EL SUEÑO ETERNO



Redacción SERVIDORES


La crisis institucional en El Salvador toca también a la Iglesia.
Y toda crisis institucional tiene dos caras: una interna a la institución y otra externa, la crisis exterior es manifestación de la crisis interior.
La Conferencia Episcopal de El Salvador tiene pocas propuestas sistemáticas, que vayan más allá de actividades aisladas para afrontar los desafíos de la evangelización contemporánea.
Vino el año sacerdotal y no se supo, ni se conoció plan alguno para vivirlo en modo fructuoso.
Vino la misión continental y tampoco se sabe si existe plan nacional para realizarla.
El trabajo disperso es signo de debilidad y con él se pierde la capacidad de incidencia en la realidad.
Es verdad que los movimientos de apostolado y las comunidades eclesiales de diversos tipos han luchado y luchan por mantener viva la vida de la iglesia. Pero, ¿qué tan difícil le resulta a los obispos dar muestras de unidad y cohesión? ¿Qué ganan con dividirse en bandos a favor o en contra de este o aquel partido político? Lo único que se les pide es que se dediquen a aquello que es propio de la naturaleza de la Iglesia: la evangelización.
Pero, ello requiere no sólo de buena voluntad, sino de comocimientos técnicos y una sólida y sistemática organización.
En El Salvador no existe:
  • Un Instito Superior de Formación para laicos, aun con toda la riqueza de recursos humanos con que se cuenta: catequistas, celebradores de la Palabra, servidores de movimientos, etc.
  • Un programa nacional de becas para los agentes de pastoral, para que hagan estudios teológicos de grado y postgrado. Sólo algunos sacerdotes y religiosas tienen ese privilegio.
  • La CEDES no tiene comisión teológica, uno piensa o que los obispos son muy sabios o el Espíritu Santo les comunica por ciencia infusa lo que tienen que decir en cada momento.

Podríamos seguir la lista de cuestiones que faltan por construir en nuestra iglesia, pero los ejemplos propuestos son suficientes para intuir cuáles son las prioridades de nuestros jerarcas.

Mientras se sigue acentuando la tendencia fundamentalista e intolerante al interno de la Iglesia Católica Salvadoreña, los protestantes siguen sin ser perturbados en su obra proselitista en las bases de la Iglesia Católica.

La comunión es la clave operativa de la misión. El diálogo fraterno entre los agentes que conforman la estructura histórica de la evangelización, es decir, pastores, fieles y teólogos, es esencial para la misión.

Superemos los prejuicios ideológicos, entremos en la madurez del diálogo y dediquémonos a lo nuestro: a evangelizar.