jueves, 27 de octubre de 2016

Mons. José Oscar Barahona Castillo, el obispo asceta














1.      VIDA
Mons. Barahona nació en Mercedes La Ceiba (Departamento de La Paz), el 29 de noviembre de 1938. Fue ordenado sacerdote el 20 de enero de 1963 como miembro del clero diocesano. Su ordenación episcopal fue el 9 de octubre de 1982, como auxiliar de la Diócesis de San Vicente. En 1983 llegó a ser el obispo diocesano, sucediendo a Mons. Pedro Arnoldo Aparicio Quintanilla (1908-1992), quien se retiró el 6 de junio de 1983. Mons. Barahona se retiró de su sede episcopal el 4 de junio de 2005. Fue sucedido por Mons. José Luis Escobar Alas, el actual arzobispo de San Salvador. Falleció en Santo Domingo (Departamento de San Vicente) el 22 de octubre de 2016, a los 77.8 años de edad.

2.      MÍSTICA PERSONAL
Mons. Barahona era reconocido por llevar un estilo de vida ascético. Era notorio en su modo de vestir; en su dieta alimenticia; en el régimen de distribución de su tiempo; en la infraestructura sobria de las casas que habitaba y en el porte exterior de su persona. Se puede hipotizar que los desvelos y el régimen de su alimentación, a causa de su mortificación, hayan podido en algún modo influir en la prematura llegada de las enfermedades que padeció.
Siempre trataba con mucho respecto a sus interlocutores y no era dado a conversaciones inútiles o prolongadas injustificadamente. Muchos de los sacerdotes que convivieron de cerca con él han llegado a considerarlo un “padre”, tanto en el plano existencial como ministerial.

3.      APORTE PASTORAL
Los ejes transversales de su pastoral son la devoción mariana y la devoción eucarística, enmarcadas en una visión ortodoxa  de la tradición cristiana. En el primer aspecto empalma con los propósitos pastorales del primer obispo diocesano, Mons. Aparicio, pues siendo este de la congregación salesiana, destaca la devoción a la Virgen María Auxiliadora. La devoción eucarística parece ser una impronta propia de él. Por cierto, no una devoción exaltada como la que vemos actualmente, sino muy mesurada y respetuosa de las formas consagradas, donde prima el silencia y la actitud de adoración.
Dio particular importancia a la catequesis. Este aspecto, iniciado también por Mons. Aparicio, alcanza su mayor esplendor con Mons. Barahona. Si bien sus catecismos son concisos, estos han sido utilizados prácticamente en todo el país.
No destaca en él los programas pastorales complejos, de largo plazo. Según sostienen sus sacerdotes, el proceso más sugerente que impulsó fue uno vinculado al método Renacer, de pequeñas comunidades.
Es fuerte en él la mística monacal. Fundador de la Congregación de las Hermanas de Nazaret, probablemente sus principales herederas, en cuanto reproducen la mística del obispo en una línea carmelitana. Su antecesor, Mons. Aparicio, es también fundador de las Hijas del Divino Salvador.



4.      ENFOQUE DE SU EPISCOPADO
En lo que respecta su formación, Mons. Barahona es un obispo “ilustrado”. Porque, una persona que maneja varios idiomas modernos y clásicos, con estudios al menos en tres disciplinas -derecho canónico, teología y Sagrada Escritura- no puede ser considerado pre-moderno. A esto se suma que tenía un interés especial por especializar a sus sacerdotes en diversos estudios. Otra cosa es que él optara por no hacer alarde de ello y se orientara más por la vía ascética.
Ideológicamente, es heredero del conflicto que vivió Mons. Aparicio con Mons. Romero y su postura ideológica debe ser enmarcada en ese período. En sus primeros años como obispo de San Vicente, Mons. Aparicio tuvo posturas muy críticas contra las injusticias cometidas a los campesinos. Es famosa su frase: “en El Salvador comen mejor los caballos que las personas”, refiriéndose a las clases acomodadas. Pero, cuando llegó la guerra civil, las posturas se crisparon. Con la beatificación de Mons. Romero, la Iglesia ha sentado posición. Sin embargo, este período y este conflicto entre obispos ameritan un estudio con aplomo y rigor científico.
Lo que no se puede negar es que Mons. Barahona nunca fue ambiguo en su posición ideológica. Se sabía que no comulgaba con la doctrina marxista y no escondía o matizaba su punto de vista. Esto contrasta con la actitud de otros prelados, que juegan con las modulaciones que adquiere la política y el poder en El Salvador.


 5.      CONSIDERACIONES FINALES
Durante la misa de las exequias, según se pudo notar por la radio y la televisión, la persona que mejor presentó el perfil del obispo asceta fue la actual superiora de la congregación por él fundada (Madre Genoveva), dejando en la penumbra el discurso insulso y cansino de los obispos que tomaron la palabra (Mons. Elías Rauda y Mons. José Luis Escobar).
Y, con todo, Mons. José Luis Escobar reconoció públicamente, que al menos tres obispos actuales, le deben mucho de su episcopado a Mons. Barahona. Entiéndase: Mons. Fabio Colindres; Mons. Constantino Barrera y Mons. José Luis Escobar. Cuando el arzobispo dijo esto y agregó que era importante llevar a la práctica la vida del obispo difunto, la asamblea irrumpió en un aplauso. Ya no se diga cuando habló la Madre Superiora, llegando incluso a la conmoción de muchos presentes. El pueblo, en estas cosas, no se equivoca.
Digno de notar es que, a la llegada del féretro a la Catedral de San Vicente, con los despojos del obispo asceta, sucedió que las reliquias de Mons. Romero aun estaban en la Catedral, puesto que en estos días recorren en peregrinación el territorio diocesano antes de pasar a Chalatenango. Sucede así que una imagen tiene más potencia que mil palabras. El obispo mártir y el obispo asceta se encontraron en un lugar sacro, quizá como preludio de las cosas que la mente humana en este momento no logra comprender.
Da la impresión que en el episcopado salvadoreño se está abriendo paso otra etapa: ¿más exigente o menos exigente? ¡No lo sabemos¡ Esto nos lo dirá, como dice Ignacio Ellacuría, la verificación histórica.

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