lunes, 16 de febrero de 2015

MONS. ROMERO: ENTREVISTA AL PADRE TOJEIRA

José María Tojeira: "Juan Pablo II pudo haber declarado mártir a Monseñor Romero".

Fuente: Diario1.

El religioso jesuita considera que existe todavía hay cierto recelo hacia la figura de Monseñor Romero y que aún se deben estar “escribiendo cartas”, en alusión a la masiva correspondencia que recibió el Vaticano desde El Salvador para que no se le beatificara.

El religioso español y exrector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) llegó a Centroamérica en 1969 y se instaló Honduras, en pleno conflicto con El Salvador. Desde el departamento de Yoro recibió las primeras noticias sobre Monseñor Romero, a quien consideraban tímido y conservador.
José María Tojeira considera que el mayor legado del sacerdote salvadoreño fue su simpatía por los pobres y que en un periodo de alta tensión social denunciara las injusticias y las acciones represoras de los regímenes militares.

Esa orientación hizo que se le vinculara con la izquierda y con la teología de la liberación, pero nunca se comprometió con una bandera política. Este mismo perfil hizo que, según su criterio, se retrasara su proceso de beatificación, el cuál fue ratificado por el Papa Francisco el pasado 3 de febrero.
Bien pudo haberse iniciado el proceso de beatificación durante el papado de Juan Pablo II e incluso con Ratzinger, pero en ese retraso predominó el criterio de que la beatificación “dividiría al país”, argumento que no comparte del todo.

El sacerdote jesuita considera que aún hay cierto recelo hacia la figura de Monseñor Romero y afirma que aún se deben estar “escribiendo cartas”, en alusión a la masiva correspondencia que recibió el Vaticano desde El Salvador para que no se le beatificara.

¿Conoció personalmente a Monseñor Romero?

No, no lo conocí. No tuve una referencia directa porque yo vivía en Honduras, viví ahí durante 16 años, no tenía contacto con El Salvador ni podía viajar porque me había nacionalizado hondureño y por la guerra.

¿Cuáles fueron sus primeras referencias sobre él?

Oí hablar de él por primera vez cuando fue arzobispo de San Salvador, y la noticia que me llegó a través del clero es que era una persona conservadora, que no era el candidato que necesitaba el país.

¿Eso decían?

Sí, bastante gente. Querían que fuera Monseñor Rivera. Habían puesto a “este”, decían, que era muy callado, tímido, que no era la persona adecuada, etc.
Ya de repente empecé a ver por los periódicos que Romero denunciaba al gobierno, que había protestado por esto, por lo otro, que se había solidarizado con el asesinato de nuestro compañero Rutilio Grande. “¿Por qué me habían dicho que no servía?” pensaba yo. Su accionar era diferente a lo que muchos comentaban.

¿Quienes lo definían como conservador lo decían solo por su manera de ser o también por sus posiciones ideológicas?

Decían que era conservador religiosamente hablando y políticamente hablando; que por ejemplo había apoyado la salida de los jesuitas del seminario San José en 1972, o que fueron sectores de la oligarquía que lo apoyaron para ser arzobispo.
Le habían ofrecido construirle un palacio arzobispal pero él rechazó la idea y se fue a vivir al hospitalito de la Divina Providencia.

Las opiniones cambiaron entonces…

Sí, luego oí que dijeron que era valiente, la “voz de los sin voz”, todo esto que se decía. Ahí también me enteré del asesinato, lo tomé con profundo dolor.

¿Fue al funeral?

No. La primera vez que puse un pie en El Salvador fue en 1985. Para el funeral me eligieron a mí y a otro compañero para representar a los jesuitas pero yo solo tenía el pasaporte hondureño y me habían retirado el pasaporte español; no podía ingresar a El Salvador y no pude ir, pero me hubiera gustado sin duda.

De ese monseñor Romero que conoció por terceros y luego por sus escritos, ¿qué lo impactó?

Las homilías, sin duda. Eran profundamente religiosas y al final tenían una parte de análisis de realidad y de aplicación de principios cristianos a la realidad, lo cual me parece justo en una realidad violadora de los derechos humanos como la que había en el país en ese momento.

¿Era Monseñor Romero un hombre de izquierda?

No, yo creo que fue un hombre consecuente desde el evangelio y desde la doctrina social. No fue un hombre de izquierda política; ahora, que por defender los derechos humanos, a los pobres y a las víctimas de los derechos humanos en una situación de crisis, que mucha gente lo considere de izquierda es real y hasta normal.
Pero si hablamos de izquierda y derecha en términos políticos, no considero que fuera un hombre de izquierda porque no lo movían intereses políticos realmente, aunque él pensara que para lograr el cambio en la sociedad salvadoreña había que tener más justicia, y con la justicia vendría más paz. Eso sí, era evidente que su pensamiento podía coincidir más con algunos planteamientos de izquierda.


¿Qué relación había entre Monseñor Romero y la teología de la liberación?

No creo que fuera un teólogo de la liberación ni que se hubiera preocupado por encasillarse en esa línea; sí estaba preocupado por la situación de los pobres, incluso antes de hablar mucho del tema. Era un hombre sencillo, muy cercano a la gente sencilla, solidario, y eso le lleva en un momento a defender con una voz más profética a los pobres y por ende, a ser identificado con la teología de la liberación.

¿Qué elementos “sociales” concretos destaca del arzobispado de Romero?

A mí me contaban que cuando una vez que a Santiago de María él abrió las puertas de la catedral y dejó entrar a los que iban a cortar café para que durmieran adentro. Ahí Llegaba una gran cantidad de gente que acostumbraba dormir en las calles.
El anterior obispo era “normal”, muy preocupado por las normas y cuando llegó Monseñor Romero a abrir las puertas para que la gente durmiera ahí dijeron que era una falta de respeto. Se notaba la preocupación por los pobres en ese momento, y esa es su principal característica.

¿Para usted hay algún punto de quiebre donde las posiciones de Monseñor Romero se hicieron más beligerantes?

Yo creo que el punto de quiebre fue una masacre en la zona de Santiago de María. Él le escribe una carta al coronel Molina, pero él no le contestó, entonces escribe otra más dura exigiendo que hicieran algo. Ahí se acentuó la convicción de que tenía que hablar más fuerte y más duro, y que el diálogo suave no daba resultado.

Hablemos ahora de la beatificación ¿Qué significa para usted?

Es el reconocimiento de algo que la iglesia le llama martirio y le entrega por convicción religiosa y por el seguimiento de Jesucristo de dar la vida por los demás. Es el reconocimiento de una vida ejemplar y una muerte fruto del odio a los valores de la fe cristiana.

¿Ese odio tiene que ver con las cartas que se enviaron desde El Salvador para que no lo beatificaran?

Sí, y más de algunos obispos que estaban aquí han de haber enviado, pero no sé, habían posiciones muy conservadoras dentro de la misma iglesia salvadoreña. El obispo de San Vicente, el señor Aparicio, por ejemplo, decía públicamente que dividía al país, que tiene que callarse. Si lo atacaba públicamente era probable que escribiera contra él.
Está un escrito famoso de Monseñor Freddy Delgado, el vicario general del vicariato castrense. Algunos lo han puesto a circular de nuevo, que decían que Romero tenía un carácter muy débil y se podía manipular por la izquierda a decir lo que ellos quisieran, que tenía unas monjas liberacionistas que lo tenían aislados de los demás. Eso era lo que pasaba, además de los kilos de cartas que dijo Paglia que habían mandado desde aquí verdad.

Cree que haya sectores del Vaticano que se hayan pronunciado en contra? Está el caso del cardenal López Trujillo…

Sí, él tenía fama de conservador. Creo que dentro del Vaticano muy probablemente había una gente que no estaba muy de acuerdo pero no creo que lo dijeran públicamente; la justificación era que no convenía hacerlo santo todavía porque eso podía dividir a los salvadoreños.

¿Pudo avanzar más rápido el proceso de beatificación?

Yo creo que sí, pero hubo dos factores que lo atrasaron. Primero eso que decían que el país se dividiría más. También atrasó el examen de sus escritos, era algo bien complicado porque él desde muy joven empezó a escribir, desde la época de los periódicos diocesanos de San Miguel; después se publicaron todas las homilías, el diario espiritual y otros textos. Lo que no se quería era ir muy rápido y que se dijera, “no, mire esto puede ser usado en su contra”.
Además era claro que algunos del vaticano se oponían. Yo sí creo que pudieron haberlo declarado mártir hace varios años.

¿En cuál papado?

Juan Pablo II pudo haber declarado mártir a Monseñor Romero, hasta el mismo Ratzinger. Se atrasó indebidamente por razones de “prudencia”; repito, para supuestamente evitar que se dividiera el pueblo salvadoreño, etc.

¿Cree en esa justificación?

No la comparto, pero no es que no crea. Mi opinión es que a la hora de declarar a alguien mártir no es necesario actuar con tanta prudencia, si se es mártir se es, y hay que declararlo. En Monseñor Romero era válido.

¿Su vinculación con la izquierda y la teología de la liberación pudieron haber atrasado el proceso?

Puede ser, yo creo que más que la vinculación ideológica, pesó más eso de que “se dividiera más el país”, que al final de cuentas tiene una raíz ideológica.

¿Hay algún mártir en la iglesia con ese perfil tan beligerante como el de Monseñor Romero, o alguno similar en proceso de beatificación?

Yo creo que no, hay muy pocos obispos que han sido asesinados en el ejercicio de su labor. Fueron muchos durante el imperio romano, pero casi después del entierro los declaraban mártir. No había mucho papeleo que digamos.
Entiendo que se va a retomar el proceso de un arzobispo argentino de apellido Angeleli que defendía mucho a los pobres de su región, se discutía si había sido asesinado o no durante la junta militar. El gobierno argentino decía que no había sido asesinado, que fue un accidente de carretera, pero al final se determinó que fue muerto.

El FMLN ha tomado a Monseñor Romero como un ícono, incluso un candidato de ARENA habló de construir un monumento, ¿qué piensa de esa instrumentalización que se hace de su figura?

Hay que respetar este tipo de figuras. Que un presidente diga que se alegra con la noticia de la beatificación, y es católico, pues es normal que lo diga. Agarrarlo como bandera no es correcto, decir nosotros como partido lo vamos a celebrar.

¿Todavía hay gente furiosa contra Monseñor Romero? ¿Se siguen escribiendo cartas?

Sí, pero es aislado. He visto en las redes sociales que han resucitado ese folleto de monseñor Freddy Delgado, algunos ponían “este no es mi santo”, “este no es mi mártir”. Que cada quien diga lo que quiera pero siento yo que hay un prejuicio grande en alguna gente. La ideología se convierte en una forma de idolatría; hay gente que cataloga la bondad de una persona por su religión. Es una muestra más del fanatismo que abunda frente a nosotros.

El martirio lo promulgó el Papa Francisco, a quien muchos consideran vino a transformar la iglesia católica ¿Comparte usted eso?

No hay cambios estructurales. Hay estilos, pero no hay mucho cambio. En lo que es el pensamiento social yo creo que no hay mucho cambio, en el modo de expresarse hay un estilo mucho más cercano y una voluntad clara de volver a una iglesia más lanzada hacia el mundo.
En el terreno de la doctrina social de la iglesia, ha dicho que “la economía que crea exclusión mata”. No es un lenguaje radical, ese pensamiento viene del concilio vaticano II.

¿Hay una readecuación del discurso de la iglesia ante elementos de crisis?

Es posible, en el tiempo de Ratzinger se esperaban cambios que no se produjeron o fue muy lento. Que, por ejemplo, Francisco fuera a la isla de Lampedusa donde se habían ahogado 300 migrantes, demuestra que es una persona que busca estar cercana al dolor de la gente, ese es su estilo.

Muchas veces reconocer más el legado de una determinada personalidad puede llevarla a verse como un mito, como un prócer de la patria que lo utiliza el poder a su favor. ¿Cree usted que pase eso con Monseñor Romero?

Yo creo que no. Hay algunos elementos en la vida de Romero de una gran profundidad evangélica. Al evangelio lo puedes manipular pero siempre acaba siendo una fuerza especial en algunos temas. El conjunto de la vida de Jesús y de sus palabras lleva a priorizar el amor a Dios y al prójimo de manera muy profunda; eso no se puede manipular.

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