En 1970 Rogelio Ponseele supo que al dejar su
patria, Bélgica, se ligaba a un país que se bañaría por años en tormentas de
sangre. Y así fue: vio como el ejército salvadoreño mataba a sus feligreses.
Entonces eligió Morazán y ahí predicó el evangelio y convivió con la
insurgencia armada. Ahora tiene 75 años, es el párroco de Perquín y todavía
transpira rebeldía: cree que otro mundo es posible.
Cura e insurgente. Lo primero es una herencia
religiosa de su hogar, lo segundo se lo dio el conflicto armado que vivió El
Salvador. Por fusil lleva una Biblia y con ella se vino predicando al país en
1970. Los muertos que la guerra iba dejando le cambiaron radicalmente su
pensamiento y decidió que debía acompañar a las organizaciones populares que no
podían abrirse paso político por la vía democrática.
Rogelio Ponseele dejó la comodidad y la seguridad de
su país, Bélgica. De ahí solo extraña la cerveza. El resto no lo emociona.
Incluso la vida religiosa que comenzó en Europa sería un soberano aburrimiento
si la practicara en su patria. Allá, como dice él mismo, todo está
cuadriculado. Pero aquí en El Salvador le quedan retos. Tantas balas no
cambiaron este país y él sigue empeñado en bajar el reino de Dios a la tierra
que para él implica trascender de lo espiritual a lo social y hablar de lo que
la misma Iglesia Católica condena, calla o censura: el aborto, la
homosexualidad, la eutanasia, el celibato, el elitismo del Opus Dei o la
distancia que el mismo organismo que representa ha tomado de la población.
“[La Iglesia actual] como que se aparta un poco de
eso y gira en torno a sus propios problemas. Yo lamento eso, pero tampoco tengo
vocación para hacer otra iglesia, porque hay que tener vocación para eso...”
Rogelio Poncel de 75 años de edad, de
nacionalidad Belga, llegó a El Salvador hace 42 años, actualmente es
el párroco de Perkin, Morazán
¿Cómo decide salir de un
país seguro de Europa y dar un salto hacia otro que estaba en guerra,
turbulento y muy lejos de su zona geográfica?
Es fácil de entender: en aquellos tiempos (entre
1965 y 1970, pero en especial 1968) Europa tuvo una revolución cultural, una
cuestión de nuevas ideas. Hubo bastantes manifestaciones, protestas... Bueno,
en aquel tiempo había mucho interés en América Latina y existían así como
círculos de estudio sobre la problemática social de América. Me integré a uno
de estos círculos donde hablábamos de América Latina y sus problemas sociales,
de los esfuerzos que sus pueblos estaban haciendo. Eso fue una cosa; la otra
cosa es que el obispo [de Brujas, Bruselas] monseñor De Smedt (ya fallecido)
vino del Concilio Vaticano II y vino con la idea de que él era el obispo de
todo el mundo, un obispo de la Iglesia universal y no el obispo de una determinada
pequeña diócesis. Él había hablado con obispos de todo el mundo y decía:
"Bueno, yo doy luz verde a cualquiera de ustedes que quiera trabajar en la
India, en África. En cualquier continente del mundo". Fue bien raro,
porque un obispo siempre hala para su propia diócesis.
Otra cosa: yo soy de una familia obrera, entonces la
práctica sobre la problemática laboral, los sindicatos, la lucha obrera, la
lucha del pueblo. Eso era una práctica muy común en mi familia. Mi padre era...
¿Cómo le digo...? Coordinador de una cooperativa de pan en el pueblo, también
durante todo el tiempo fue alcalde del pueblo. Fue un hombre muy humilde que
había estudiado hasta tercer grado, tal vez. Crecí y me he ido formando la idea
de que como sacerdote no solo hay que atender las cosas espirituales, sino que
hay que atender las cosas sociales, la vida que enfrenta la gente. Y por eso es
que tomé la decisión de venir a El Salvador.
¿Pero cómo lo decide?
Yo escuché por primera vez de El Salvador cuando
había guerra con Honduras. Salió un articulito chiquitito en la prensa. Y hubo
algunos amigos que se adelantaron, vinieron y me invitaron a unirme a ellos.
Estaban haciendo un trabajo bastante bonito, bastante interesante. Todo eso me
entusiasmó. Le pedí permiso al obispo para venir a El Salvador, pero me dijo
que no porque yo estaba dando clases en una escuela y dijo que yo era
indispensable ahí. Pero al año pude solicitarle de nuevo la salida a El
Salvador y entonces me dijo que sí, pero nunca me sustituyó. Eso quiere decir
que no era tan indispensable en la escuela como él decía... Creo que el obispo
me quería poner a prueba, quería saber si mi idea era una llamarada de tuza o
si estaba bien decidido por El Salvador. Entonces, entusiasmado por los
compañeros que estaban acá, elegí unirme al trabajo de ellos: padre Esteban que
actualmente está muy enfermo, el padre Pedro que está trabajando en Bajo Lempa,
el padre Roberto que está trabajando en una parroquia de San Salvador. Y
así.
¿Y cómo se instaló?
Al llegar acá fuimos a platicar con monseñor Chávez
y González y él nos ubicó en Zacamil. Fue una colonia de multifamiliares. En
aquel tiempo tenían un tamaño normal, no había tanta gente porque me acuerdo
que fui al sector donde me iba a tocar... Los edificios "400". No
había tanta gente en Zacamil y yo casi estaba llorando porque no iba a poder
hacer nada, no había gente. Ahora hasta da miedo entrar a la Zacamil. Estuvimos
desde 1970 hasta 1980 en Zacamil.
Yo juraba que usted llegó
directo a Morazán en 1980.
No. Antes pasé 10 años en Zacamil haciendo trabajo
pastoral en la línea de las Comunidades Eclesiales de Base. Fue muy interesante
y muy en relación con la vida de la gente. Ya desde el inicio nosotros teníamos
cristianos que estaban participando en las organizaciones populares y de esta
manera nosotros también teníamos mucho contacto con estas organizaciones y
colaborábamos, por ejemplo, prestando la casa para sus encuentros. Usted sabe
que en 1970 comienzan a surgir tanto las organizaciones populares políticas
como también las organizaciones clandestinas. Nosotros siempre estábamos cerca
de todos, estábamos muy pendientes evaluando y colaborando en lo que podíamos
como Iglesia...
¿En ese momento usted no
pensó que podría ser manipulado por la guerrilla y que había armas de por
medio...?
Sí, para nosotros esto era un problema porque
nosotros siempre actuamos en la lucha pacífica y veíamos que la lucha iba a ser
una lucha armada, se notaba, se observaba. Teníamos dentro de las comunidades
mucha discusión sobre este punto y ellas sentían que nos estábamos alejando de
la lucha del pueblo por ese problema de la violencia, pero la verdad es que
nunca pudimos resolver a fondo este problema... Hasta después. Nietzsche dijo:
"no son las palabras las que cambian, lo que a uno lo cambia son los hechos
y los hechos hacen que uno piense de manera diferente..." Hubo una
manifestación de campesinos de Morazán, una manifestación pacífica en torno a
sus planteamientos, sus demandas comunes, pero esta manifestación fue
reprimida.
¿Dónde fue esa manifestación?
En San Salvador y hubo como más de 30 muertos. Un
joven de las comunidades cristianas de Zacamil había participado en la
manifestación y me contó que pudo salir y no dejarse atrapar por las balas
porque se arrastró debajo de los carros parqueados a un solo lado de la calle.
Resulta que me invitaron a celebrar una misa en el atrio de la iglesia y habían
podido recuperar los cadáveres de algunos de sus compañeros. Para mí esta misa
fue muy emocionante, fue impresionante. Después de la misa pensé que no
podíamos abandonar al pueblo, aun cuando el pueblo optará por la lucha armada
teníamos que seguir acompañándolo. Ahí tomé la decisión de salir a Morazán y de
acompañar el proceso. Aquí en Morazán conocí a varios líderes de las Ligas
Populares 28 de febrero y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Lo que
quiero contar es que son los hechos los que van cambiando las ideas en algunos
de nosotros. La violencia se puede discutir mucho... Después decía yo que el
pueblo estaba agredido y agredido a muerte, entonces la Iglesia católica dice
que es una norma tradicional que uno tiene derecho a defenderse cuando está
agredido, no desproporcionadamente, sino que de la misma manera puede responder
a la agresión. Cuando a uno le apuntan, el cristiano tiene derecho a
defenderse, a apuntar también... Pero si a uno le dan una bofetada en la calle
no es para sacar la pistola. Con otros y platicando, discutiendo, debatiendo
este tema pensábamos que el pueblo estaba agredido y que tenía derecho a
defenderse y a salir de la situación de pobreza y de injusticia empujando una
lucha a muerte... Yo me sentía a gusto acompañando, pero siempre haciendo
trabajo pastoral, porque yo nunca he tenido un fusil y nunca he combatido. ¿Se
dice así?
Sí
Nunca he sido combatiente. Mi trabajo fue un trabajo
pastoral; pero sí vivía en los campamentos, dormía con los "compas",
caminaba con los compas, haciendo guindas, muchas guindas; pero cuando había un
espacio, yo visitaba a las comunidades y trataba de atender a la población que
se había quedado, porque mucha gente se fue de Morazán por temor a las
bombas.
¿Cómo decide entrar
directamente con la guerrilla?
La verdad es que yo en Zacamil ya no podía continuar
porque dinamitaron. Eso fue tal vez porque habíamos prestado una y otra vez la
casa para reuniones. Nuestra casa tenía ya un poco, por así decirlo, mala fama.
La dinamitaron, pero por suerte no estábamos (...) a la media noche pusieron la
bomba que destruyó la casa. Creo que hubiéramos muerto si nos hubiéramos
quedado porque una gran pared cayó sobre la cama donde yo dormía. Ya no podía
quedarme en Zacamil. Además, la gente nos decía que se metieron porque nosotros
les dijimos que tenían que ser consecuentes con la fe, la fe que nos invita a
participar en la lucha del pueblo por la justicia.
Cuando cita a Nietzsche y
dice que son los hechos los que modifican y cambian las ideas, entonces creo
que a lo largo de su estadía en El Salvador hubo muchos acontecimientos que lo
cambiaron, como el asesinato de monseñor Romero...
Todo lo que estaba pasando en el pueblo y la muerte
de monseñor Romero, un obispo tan ejemplar. Ciertamente esto nos hizo pensar y
nos hizo tomar decisiones un poquito más valientes, porque usted sabe que un
cura es un tipo burgués que está en una vida acomodada: come los tres tiempos,
duerme bien, no le falta nada; pero esa actitud tan valiente de monseñor Romero
y el hecho de que lo mataron, pues ciertamente influyó en nosotros. Cuando él
murió yo estaba todavía en Zacamil. Me di cuenta a las 4:30 o 5:00 de la tarde,
me llamaron por teléfono. Fui al hospital, pero no pude acercarme mucho. Había
mucha gente, había un ambiente bien trágico, bien silencioso como que iba a
pasar algo pronto, pero poco a poco la situación se fue calmando, aunque lucha
armada estaba ya decidida.
Siguiendo en esa dinámica
de los hechos fuertes que tuvo El Salvador y que hicieron que la historia se
partiera en dos, también me gustaría saber cómo cambió su vida y la manera de
ver las cosas con lo que ocurrió en El Mozote, porque usted ya estaba en ese momento
en Morazán.
Sí, yo estaba aquí ya. Había salido en guinda porque se decía que iba a haber un operativo bastante serio. Esa vez pasamos por el Mozote y se hizo algún esfuerzo para convencer a la gente porque se temía, se percibía que algo grave iba a pasar, pero la gente no estaba dispuesta porque salir era perder su casita, sus pertenencias, sus animalitos. A la gente le cuesta tanto eso y le tiene mucho amor; además siempre piensan que no va a pasar nada, pero el ejército hizo la masacre. Fue horrible. Yo estaba en Torola y ahí escuchamos las noticias de que estaban masacrando a la gente. Había un ambiente muy triste, porque muchos compas tenían familiares en El Mozote. Después de unas semanas volvimos... Me acuerdo del panorama destruido y el pueblo era un pueblo bonito, era un caserío, pero con tamaño de pueblo y con perfil de pueblo... Muy bonito, pero todo estaba destruido, había olor a muerte y todavía había alguna gente que no estaba enterrada del todo. A mí me afectó mucho porque yo había llegado un año antes a El Mozote a predicar, a hablar de esperanza, a decir a la gente que la guerra iba a ser un momento difícil, pero que iba a terminar y que luego íbamos a vivir en un país diferente. Y precisamente donde yo había predicado y hablado de la esperanza sucedió esa masacre. Pensé que para qué íbamos a seguir con el trabajito pastoral, si eso no era tan eficiente. Uno busca un poco la eficacia y me proponía hacer un trabajo más político sin renunciar a nada, a cuestiones de fe y todo eso, pero sí hacer un trabajo más de tipo político, porque para militar no sirvo. Hay que tener una mentalidad diferente para poder funcionar como combatiente. Hay que saber moverse. Es otro tipo de trabajo, pero como político pensaba que podía dar un aporte más directo; pero fíjese que la gente y los mandos me dijeron que no, porque tenían muchos combatientes, pero no tenían sacerdotes.
Este pueblo era un pueblo religioso, un pueblo
cristiano. Eso es lo que no entienden en Europa, que todo este pueblo
guerrillero era fundamentalmente cristiano y que necesitaba del acompañamiento
de un sacerdote. En ese sentido aquí los mandos fueron para mí muy
inteligentes: nos ocuparon en el sector donde nosotros de verdad pudimos dar un
verdadero apoyo, no quisieron hacer de nosotros políticos, han respetado
siempre el trabajo pastoral.
¿No cruzó por su mente
tomar un arma?
No, ese valor no lo he tenido. Considero que tomar
las armas es cuestión de valor, pero sobre todo es una cuestión de capacidad y
no me sentía así como capacitado para trabajar en esta cuestión militar. Vi a
extranjeros que se entusiasmaron en torno al arma y a la lucha disparando, pero
no sobrevivieron, cayeron en la guerra porque no tenían ese carisma. Hay que
saber cubrirse, hay que saber avanzar, retroceder. Es una táctica muy especial
y también la valentía de disparar... Nosotros no tenemos esa valentía, nunca
nos hemos dedicado a una cosa así... Recuerdo a un médico, Gaspar. Él quería ir
a la línea de fuego y los compas le dijeron "no, usted lo que tiene que hacer
es atender los heridos, nosotros lo necesitamos a usted como médico, como
doctor. Usted no debe de ir a la línea de fuego", pero de tanto insistir
le dieron un arma y se fue a la línea de fuego y a la hora estaba de regreso y
yo le dije: "Bueno, ¿qué pasó, no ha ido a la línea de fuego?" y me
dijo: "Mire, Rogelio, esto es un infierno. Yo no sabía lo que era
eso". Yo admiro mucho a los compas que han sido humildes, pero que tenían
esa valentía y esa decisión de luchar con las armas. Y no tenían el afán de
matar, sino que el afán era hacer avanzar a su pueblo.
¿Aún sigue considerándose
un religioso burgués?
De hecho así es. Si uno compara la vida de nosotros
con la vida de la mayoría del pueblo es cierto que hay una diferencia y ahorita
también hay una diferencia notoria. Los campesinos que siembran y que después
se enfrentan con la sequía y que de repente no tienen qué comer, no tienen
comida para darles a sus hijos... ¡Qué vida más dura, más tremenda! En ese
sentido, yo sí creo que nuestra vida es una vida burguesa.
Cuando se encontró con
estos escenarios sangrientos y terroríficos en la guerra, ¿en su mente no
existía ese dilema de preguntarse, qué se hace Dios cuando están matando a su
creación?; ¿Realmente existe Dios? Y si existe, ¿para qué sirve?
Sí, eso fue una problemática muy seria. Ciertamente
usted tiene razón: la fe se cuestiona a partir de esa situación tan dolorosa
que atraviesan muchas personas. Pero tener fe es mantener esa fe aun más allá
de esa situación. Dios no quiere todo este sufrimiento. También es cierto que
los seres humanos estamos causando tanto sufrimiento y tanto dolor y en esto lo
que Dios hace es invitarnos a la solidaridad. Me cuestiono, pero al final
mantengo la fe que Dios tendrá la última palabra sobre todo el mundo... Cuando
yo estaba con dudas y con interrogantes, la gente misma, la gente sencilla me
decía: "No padre, Dios tiene la última palabra. (El ex presidente de
Estados Unidos Ronald) Reagan no tiene la última palabra y (el ex presidente
salvadoreño Napoleón) Duarte, tampoco. Es Dios quien tiene la última palabra y
sigamos adelante, vamos a salir triunfantes". Un campesino de Joateca me
dijo: "Mire, padre, sin fe no se puede vivir". Sinceramente, no soy
una persona problemática. Cómo le diría... No soy una persona...
¿Cerebral?
Soy una persona que analizo, me cuestiono, pero al
día siguiente platicando con otros, pues ya estoy de nuevo, sigo adelante y
encuentro alguna respuesta...
¿Extraña algo de la Iglesia
católica de la guerra con la actual tras la firma de los Acuerdos de Paz?
Durante la guerra la Iglesia ha tenido una actitud
bastante reservada, aunque hay que decir que también la Iglesia ha tratado de
empujar al pueblo hacia una paz, y eso es tarea que tiene que cumplir la
Iglesia... Pero hay un sector de la iglesia que siempre estuvo prácticamente
condenando la guerra, la lucha. Me acuerdo que una mañana un compa catequista
estaba escuchando noticias y el obispo de San Vicente dijo que los guerrilleros
eran terroristas, ateos y el compa lloró y dijo: "Pero cómo es posible que
un obispo pueda decir estas cosas". No se puede generalizar, pero la
Iglesia, obispos, sacerdotes estuvieron muy distantes del proceso... Ahora que
estoy integrado a la Iglesia no dejo de ver cosas que no me agradan mucho.
Siento que la Iglesia actualmente ha perdido de vista el reino de Dios o se
considera el reino como en el más allá o considera el reino como únicamente la
Iglesia que gira en torno a sí misma o trata siempre de quitar al reino de Dios
que predicó Jesús. Al reino de Dios le quita la dimensión histórica, la lucha
por la justicia, por la verdad, por la solidaridad, por un mundo mejor, por un
mundo en que todos y todas podamos vivir con dignidad. (La Iglesia actual) como
que se aparta un poco de eso y gira en torno a sus propios problemas. Yo
lamento eso, pero tampoco tengo vocación para hacer otra iglesia, porque hay
que tener vocación para eso...
¿De qué habla en concreto?
Por ejemplo: voy a las reuniones del clero, no me
decido todavía, pero estoy pensando en decirlo... Cada vez que tenemos reunión
de clero en San Miguel hablan de dos cosas: que tienen problemas financieros,
que no puedan pagar. Siempre hay una queja, una insistencia en que los curas
desde las parroquias debemos de apoyar al arraigo, pisto. También están construyendo
un seminario, no sé si ustedes se han dado cuenta, pero los obispos por mucho
que dicen que están unidos, realmente están divididos y unos están más en la
línea de Opus Dei y otros están en otras líneas. Se apartan a tal grado que
están haciendo un seminario propio los obispos de Santiago de María, de
Sonsonate, de San Miguel, de Zacatecoluca... Están construyendo un seminario
para darles a los seminaristas ahora una formación diferente que no va en la
línea de Opus Dei... Bueno, un seminario de tres millones de dólares. Tienen un
montón de problemas financieros y ya está el primer piso, pero falta el segundo
piso y tienen el montón de problemas de pisto. Entonces, yo siento que vamos a
la reunión a hablar de pisto y nadie pregunta si estos programas que están
transmitiendo a través de la radio son programas que ayudan a nuestra gente
cristiana en todo aspecto. Y nadie pregunta si este seminario ahora está dando
una formación diferente a los seminaristas. Eso es muy encerrarse en los
problemitas de la Iglesia y no abrirse a todo un trabajo social que se está
haciendo en las comunidades... Y esto se debe a la formación que han
recibido... Yo aquí, por ejemplo, tengo relación con las cooperativas, tengo
relación con todas las instancias que están de cara a estas comunidades. No es
que me inviten, me exigen que esté presente para ayudar, para dar ideas. Dios
quiere que la gente tenga vida, que podamos realizarnos plenamente al hablar de
la vida cristiana.
¿Qué opina usted del Opus
Dei?
Bueno, a fondo no conozco estos movimientos, pero es
un movimiento élite y es un movimiento que frente a los problemas sociales
tienen otra visión. Me imagino que todo su trabajo pastoral se va haciendo
desde la élite social, lo cual no quiere decir que no hacen cosas buenas para
los pobres, pero desde este lugar se dedican a los pobres, mientras que
monseñor Romero estaba convencido de que teníamos que caminar con el pueblo y
luchar con el pueblo y es el pueblo el que va a salvar al pueblo y no es la
clase élite que va a salvar al pueblo... Entonces, vamos teniendo sacerdotes
muy de iglesia, como dicen: que hacen buenas obras para los pobres pero siempre
un poco desde la visión de la gente élite. Estos señores siempre toman
distancia y giran bastante en torno a lo de la Iglesia: de que para la comunión
hay tantos requisitos, de que para la consagración hay que arrodillarse. Todas
esas cosas... Mire, una vez asistí a una misa para el fundador...
¿Escrivá de Balaguer?
Sí. Fue en San Salvador en la iglesia de San José de
la Montaña y había mucha gente de saco y corbata rezando el rosario antes de la
misa con una cuestión mental. Me impresionó ver tanta gente que se considera
muy católica...
Y si usted tuviera algún
rango de poder jerárquico, ¿qué haría con el Opus Dei?
A ver qué se puede hacer con ellos porque es un
movimiento a nivel mundial, pero yo trataría de ponerlo un poco más en la línea
de monseñor Romero. Creo que podríamos trabajar en las líneas de monseñor
Romero si hubiera esa posibilidad...
¿Por qué cree usted que
tras la muerte de monseñor Romero no ha habido otro arzobispo que se aproxime a
la acción que tenía Romero?
Creo que hay una línea dentro de la Iglesia que se
va un poco imponiendo, esa de la línea carismática. No todo es malo, pero le da
más importancia a lo netamente espiritual y mantiene reserva en lo social y más
todavía frente a lo político, pero política con la preocupación del bien común.
Hay ciertas líneas que se van imponiendo. Por ejemplo: hay una marginación,
podemos decir, de las Comunidades Eclesiales de Base que siempre se meten en el
campo social, en el campo político. Eso es una forma de hacer Iglesia.
En nuestra conversación
usted ha dejado ver que ha tenido un buen concepto de las organizaciones
guerrilleras como el ERP. En ese sentido, ¿qué piensa ahora del Fmln?
Bueno, yo creo que... La salvación de algunos
es mantener el vínculo con el pueblo, porque si uno se va distanciando del
pueblo y va subiendo escalera en un momento se vuelve desvinculado del pueblo y
de repente va hablando y haciendo cosas que nadie entiende. Todos los
políticos, incluso del Fmln, están un poco al frente de ese peligro, no voy a
decir que todos de igual manera, pero sí hay una tendencia a desvincularse un
poco del pueblo y de convertirse en un funcionario común y corriente, pero en
global el Frente creo que todavía tiene una reserva revolucionaria. Yo creo más
en el Frente que en cualquier otro partido. Creo que todavía realmente quieren
lo mejor para este pueblo y que están trabajando por eso en circunstancias a
veces muy limitadas y muy difíciles. En otros partidos también hay democracia.
Cambio Democrático, por ejemplo. Yo tengo mucha admiración por Dada Hirezi. Yo
soy de ese tiempo de Dada Hirezi, Rubén Zamora. Tipos excelentes con ideas claras.
¿Cuál es su posición con
respecto al aborto?
Yo digo que la Iglesia en cuanto al aborto, en
cuanto a la eutanasia, en cuanto a los anticonceptivos y algún otro problema
moral, la Iglesia debería ubicarse en la realidad. Todos tenemos que colocarnos
un poco en la realidad que se vive y de alguna manera ser un poco más
flexibles. La vida hay que defenderla, pero yo personalmente estoy convencido
de que pueden haber circunstancias que permitan el aborto o un tipo de aborto
terapéutico o un tipo de eutanasia; porque al fin y al cabo, cuando el médico
está dando antibióticos, pues eso es eutanasia porque es para calmar el dolor,
y finalmente se muere de tanto tomar antibióticos. Es complejo y no quiero
tener la última palabra sobre eso, pero la Iglesia debe colocarse en la
realidad. ¿Cómo voy a decirle a un cipote "cuidado con el condón"?
Para mí que lo ocupen, pues de lo contrario vamos a tener aquí problemas de
VIH/Sida. Los estudiantes de todos modos van a tener relaciones. Que ocupen el
condón.
Conozco aquí mujeres que tienen ocho hijos y están
embarazadas y el esposo de la madre es un borracho. Bueno, usted conoce esta
situación mejor que yo, entonces, esta mujer acude al aborto, ¿cómo la vamos a
condenar? Tiene que ser un proceso, a mi juicio, de mucha delicadeza y con el
afán de defender la vida. En este país hablan mal de otros países porque
aprueban el aborto, pero fíjese que yo digo... Yo soy de Bélgica y ahí han
aprobado el aborto, pero discuten con mucha seriedad sobre este tema. ¿Cuándo
puede darse un aborto? Eso es una cosa delicada, no es así nomás... "Ahí
[Bélgica] todo el mundo puede abortar" No. Una religiosa española me dijo:
"Las muchachas de clase media para arriba se van a Inglaterra de
vacaciones, vuelven y no ha pasado nada". Se van a abortar en las mejores
condiciones, con los mejores aparatos y médicos y vea a esa pobre mujer que
acude a eso porque no sabe qué hacer, está desesperada. Es muy diferente.
¿Cuál es su posición con
respecto a la homosexualidad?
Lo menos que podemos decir y hacer es respetar,
porque yo conozco algunas personas que son homosexuales y realmente, así
nacieron...
¿Cuándo dice conocer se
refiere dentro de la Iglesia católica, o sea, religiosos?
Religiosos, también. Debemos de ir transformando un
poco o cambiando un poco el chip en esta cuestión y verlo como un problema muy
humano. El cristianismo no nos invita a marginar, no podemos marginar a nadie
ni por el sexo, ni por la raza, ni por nada. No podemos marginar a ninguna
persona...
¿Entonces una monja tiene
todo el derecho, por ejemplo, a ser lesbiana, un obispo a ser
homosexual...?
Estaba leyendo una vez las normas y la norma es que
un tipo que tiene inclinaciones homosexuales no puede ser sacerdote... Bueno,
habrá que debatir esto porque hay una marginación de por medio... Nosotros
tenemos inclinaciones sexuales hacia la mujer y un homosexual tiene otra
inclinación sexual... El celibato es otro problema...
Iba a preguntarle sobre el
celibato, pero vamos en orden...
Ese es otro problema... Yo creo que deberíamos de
llegar a una decisión, a una opción personal no tan estrechamente vinculada con
el sacerdocio. Hay una manera de empecinarse en eso, pero al final van a tener
que ceder por la razón que sea, pero van a tener que ceder porque son miles y
miles que quieren trabajar pastoralmente, que mantienen su fe y todos sus
deseos de trabajar en lo pastoral.
Hagamos un balance: desde
que usted abandona Bélgica y viene a El Salvador, ¿qué fue lo que perdió y qué
fue lo que ganó?
Yo hubiera podido trabajar en Bélgica, tal vez
hubiera podido hacer un buen trabajo en una parroquia clásica, más tradicional.
Pero aquí uno encuentra un espacio más emocionante. Hay tantas cosas que hacer,
hay tantas situaciones que enfrentar, hay movimiento, hay debate, hay lucha. A
cada rato uno está cuestionando y uno tiene que tomar decisiones. Me parece que
aquí la realidad que se presenta es más emocionante. En Bélgica todo está ya un
poco cuadriculado, el cristiano hace esto, aquello y punto. Todo está hecho. En
El Salvador hay mucho por hacer y esto me emociona y me anima a meterme, a
platicar con la gente, a seguir pensando qué se puede hacer.
Imagino que lo que extraña
de Bélgica es la cerveza.
¿La cerveza?
¿La cerveza?
Claro.
Ah, sí. En Bélgica en la misa se toma cerveza. Allá
a nadie le ofrecen agua. Nosotros teníamos la costumbre de tomar una cervecita
con la comida, pero la gente nos tenía por bolos en Morazán. Aquí no aguantan
eso. Tomábamos con el almuerzo una cervecita. Eso es una costumbre y además es
muy sabroso, pero la gente que pasaba por la casa se daba cuenta y decía:
"Estos curas son...". Fumar es lo mismo. Es mal visto. Entonces,
decidimos ya no tomar nada. Pero hace falta tomar una cerveza. Eso es muy de
nosotros en Bélgica.
¿Cuál es su opinión sobre
la posibilidad de que la Iglesia católica tenga que involucrarse, por ejemplo,
en el tema de las pandillas?
Todas las iglesias deberíamos de buscar cómo podemos
aportar para resolver ese problema y tendría que ser más a nivel de prevención,
porque estoy convencidísimo que la represión no va a resolver el problema. Si
yo a usted le golpeo, usted va a reaccionar... A mí me indigna cada vez que veo
en la televisión que tiran a los jóvenes en el suelo, los desnudan, los
golpean, los amarran... Después les queda en el corazón el sentimiento de
rencor. Yo estaba simpatizando bastante con la tregua, no como la solución de
todo el problema, sino, la tregua como un aporte
¿Usted tiene una buena
opinión sobre el papa Francisco?
Sí, yo tengo una buena idea sobre él y está haciendo
esfuerzos. Me acuerdo de una frase de él: tenemos que preocuparnos primero por
el hambre, preocuparnos que los niños tengan qué comer y tengan educación y
después podemos discutir temas de teología... Algo así dijo. Bonito, bonito.
Claro, hasta dónde él va a poder realizar sus sueños... Está queriendo empujar
una la reforma, lo que me parece sumamente necesaria, pero es enfrentarse con
gente. No gente sencilla.
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