martes, 9 de febrero de 2010

Carta abierta a Mons. Elías Rauda por el P. Luis Quintanilla



San Salvador, 12 diciembre de 2010.


Excmo. Monseñor
José Elías Rauda
Nuevo Obispo de la Diócesis de San Vicente.


Paz y Bien.

Antes que nada permítame presentarme, soy el Padre Luis Alberto Quintanilla Rodríguez, ordenado sacerdote el 11 de diciembre de 1999 en San José Verapaz; pronto irá escuchando más de mí.
Con enorme alegría he recibido la noticia de su nombramiento para ocupar el cargo de obispo diocesano de esta porción del pueblo de Dios y he celebrado la Santa Misa pidiendo por usted y esta nueva misión que le encargan.
Su trayectoria como franciscano y conocedor de la realidad salvadoreña me da esperanza y es lo que he trasmitido a las comunidades y hermanos con quienes he conversado. Yo siempre he dicho que la cuestión de nuestro país no es una cuestión de derechas ni de izquierdas, ni de católicos y evangélicos; es una cuestión de sensibilidad humana y mucho más, caridad cristiana.
La línea que esa diócesis ha llevado ha estado marcada por una orientación derechista, conservadora, fanática y adormecedora: eso ha llevado a limitar el conocimiento, a la exploración, el compromiso social, es más, ni si quiera se trabajó en un verdadero plan de pastoral: ahí todo es tradicional, como dijera Mons. Barahona: “si rezamos el santo rosario, hacemos los primeros viernes, nos vamos a salvar”; bueno y no faltó en decir que hay un octavo sacramento para salvarse: la ignorancia.
No quiero en ningún momento faltarle el respeto, ni ser yo quien le dé consejo de cómo dirigir la diócesis, pero sí me atrevo a hacerle algunas consideraciones.
Considero que ya es suficiente el tiempo que los obispos y el clero de San Vicente han estado sometidos al poder de los políticos, a que los cambios de los párrocos lo hagan a petición de un poderoso de la zona; diputado o alcalde, sólo porque da jugosas ofendas.
Los obispos anteriores han firmado documentos sólo porque son parte de la CEDES pero en definitiva en nada se han comprometido, han masacrado gente, catequistas, celebradores de la palabra, sacerdotes y seminaristas de esa diócesis y ellos no han denunciado nunca esos hechos, al contrario se han puesto de lado de los asesinos. Así mataron al Padre Macías y nunca han dicho una palabra sobre su testimonio, puedo asegurarle que muchos sacerdotes ni saben quien fue ese santo mártir. Que lástima que aquella antorcha que iluminaba esa diócesis, el Padre Ramiro Valladares, ya se nos fue.
Y qué decir de la oposición a pronunciar siquiera el nombre de Mons. Romero, siempre ha sido menospreciado y nunca se ha hecho una conmemoración. Ahí han masacrado gente en Cinquera, la Cayetana, Las Marías, Santa Cruz, Santa Marta y los párrocos los ignoran, y hasta han tratado de eliminar los recuerdos como los murales y monumentos por considerarlos guerrilleros y comunistas ( y si lo fueran, ¿no son seres humanos?)
Se firma un comunicado donde dicen “Defendamos la casa de todos” pero en la práctica reciben prebendas de la empresa mineras Pacific Rim y no defienden a las comunidades que son amenazadas. Menos denuncian los hechos de persecución y asesinatos a líderes ambientalistas.
El timón de esa barca se ha movido a las fuerzas de la mayor corriente que no ha sido la fuerza de la verdad y la justicia, menos aun del Espíritu de Dios, sino la del capricho, del dinero y de los amoríos apasionados que lleva a celos enfermizos capaces de cometer crímenes pasionales.
Se que el motor de la Iglesia se llama Espíritu Santo y de verdad confío que El le dirija y oriente, no como le dijera un padrecito en la reunión del clero en una ocasión a Mons. Barahona “monseñor -le dijo- quiero pedirle que cuando me vaya a cambiar, me lo avise a mí, porque las noticias las saben primero en el mercado y después las sabe uno”.
Como usted no me conoce, me gustaría que antes de que le “enfermen” esas mentes perversas, primero me conozca y que en todo antes de tomar decisiones consulte con el pueblo, pero con el verdadero pueblo de Dios, no con los poderosos del pueblo, no las viejas copetonas y menos aun se deje llevar por el chisme; ya que ese ha sido la norma y regla de vida. El obispo podría haberle dicho algo a un seminarista o a un sacerdote, pero si en eso llegaba un chisme mas calientito, el obispo cambiaba por completo su postura, que vergüenza.
Bueno Monseñor, no le estoy pidiendo nada, solo estoy escribiéndole esta carta para felicitarle y para asegurarle mis oraciones; siempre me considero un hijo fiel de la iglesia y fiel al ministerio que el Señor me ha confiado, después de 8 años de vivir el ministerio de esta manera extraordinaria, me han dicho y he oído de todo que ya nada me asusta.
Que nuestro Seráfico Padre le ayude a reconstruir la Iglesia en esta porción que ahora le es encomendada. Beso su anillo pastoral.

Afectísimo en el Señor


P. Luis Quintanilla
Sacerdote

En la Fiesta de Santa María de Guadalupe
X Aniversario de mi Ordenación

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