lunes, 14 de marzo de 2016

CONSAGRAN OBISPO DE SANTIAGO DE MARÍA AL SACERDOTE WILLIAM IRAHETA




Se trata del primer obispo salvadoreño nombrado por el Papa Francisco. Lo cual es significativo si se tiene en cuenta que la sede que regirá Mons. William Iraheta también ha estado a cargo de obispos del talante de Mons. Romero y Mons. Rivera Damas. De hecho, uno de los primeros gestos proféticos que hizo Mons. Romero en esta diócesis corresponde con la llamada "Masacre de las Tres Calles" en Usulután (1975), lugar al que se presentó personalmente y los mismos testigos de la masacre cuentan que recogió evidencias para presentarlas a las autoridades de ese entonces. También se cuenta con una carta que escribió, en la que exige al presidente de turno que aclare los hechos y los investigue.

Mons. William es considerado como "moderado", calificativo que solo la historia podrá aprobar o reprobar. En todo caso, Mons. Cabrera es el penúltimo de los obispos de la generación de la guerra -el último es Mons. Astorga-. De modo que se espera que el modo de ejercer el episcopado en este país, a partir de estos nuevos nombramientos, rompa con la polaridad ideológica que lo ha caracterizado y se implique con más ímpetu en el proceso evangelizador.

La Conferencia Episcopal de El Salvador sufre una especie de "depresión episcopal", en cuanto cotidianamente se suceden crímenes horrendos en el país y ellos se mantienen en silencio como si no fuera su pueblo el que está desangrándose. Mons. Cabrera en su homilía, el día de la consagración de Mons. William, habló de una "crisis de liderazgo" en el episcopado salvadoreño. Y en el contexto de la misa exequial de Mons. Urioste ya lo había advertido Mons. Rosa Chávez, diciendo que hacía falta mucho más profetismo. Alguna vez publican pequeños campos pagados en los rotativos, pero casi nadie los lee, por tanto tienen poco eco, todo ello, debido a que no tienen una correspondencia práctica en su ministerio episcopal. Son letra muerta.

Es esperanzador que muchos sacerdotes asistieron a la consagración de Mons. William, ello debería ser un detalle esperanzador. Lamentable que no asistiera la cantidad de fieles que se esperaba, lo cual debe cuestionar el estado actual de esa diócesis. Por otra parte, tal parece que la elección del 12 marzo (fecha del martirio de Rutilio Grande) como fecha de la ceremonia fue algo fortuito, pues, a parte de un par de alusiones al mártir del Paisnal, los discursos no estuvieron configurados en ese sentido.

Ahora queda esperar la toma de posesión de Mons. Miguel Morán en Santa Ana, programada para el 9 de abril del año en curso, y el nombramiento del nuevo obispo de San Miguel. Ambas sedes son de capital importancia para configurar el panorama eclesial salvadoreño.