jueves, 27 de febrero de 2014

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2014



Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)


Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Past. Gaudium et spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir



FRANCISCO

viernes, 7 de febrero de 2014

LEGIONARIOS DE CRISTO PIDEN PERDÓN POR LOS ABUSOS SEXUALES DE SU FUNDADOR

 EL mexicano Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo. Murió en el 2008.
 Una de las acusaciones más fuertes contra el Vaticano es haber encubierto a Maciel. 
De hecho, Juan Pablo II no procedió con determinación contra él.
El nuevo general es el mexicano Eduardo Robles Gil.

Los legionarios de Cristo han estado reunidos en su capítulo general en Roma. Este jueves han reconocido públicamente los abusos "gravísimos y objetivamente inmorales" cometidos por su fundador Marcial Maciel y, acto seguido, pidieron perdón a las víctimas. Ellos, en un comunicado, reconocen que su congregación corrió el peligro de desaparecer, a no ser por el apoyo de la Santa Sede.

Ellos también reconocen que fueron incapaces inicialmente de creer a las víctimas de abuso, cometidos por su fundador.

En el año 2006, el papa Benedicto XVI, retiró de la congregación a Maciel y ordenó al arzobispo italiano Velasio de Paolis que tuviera bajo control a la congregación. Sin embargo, hay que decir que en México esa medida no convenció y les pareció algo ridículo, comparado con el daño infligido a las víctimas y sus familiares.

La noticia aparece un día después que la ONU pide al Vaticano que no encubra a los que han incurrido en abuso de menores. En medios de comunicación como El País se preguntan si la sanción aplicada a Los Legionarios será sólo eso, si sólo se trata de pedir perdón y todo solucionado. Esos medios piden al Papa que se pronuncie en modo más claro a favor de las víctimas.

El nuevo general de la congregación es el mexicano Eduardo Robles Gil.


Comunicado del Capítulo General Extraordinario
de los Legionarios de Cristo

1. El Capítulo General Extraordinario, reunido en Roma bajo la presidencia del Delegado Pontificio, Card. Velasio De Paolis, emite este comunicado sobre el camino de renovación que estamos recorriendo. Nos dirigimos a todas las personas que han seguido con atención los acontecimientos recientes en nuestra congregación religiosa y especialmente a nuestros hermanos legionarios de Cristo, a los laicos consagrados, a las consagradas y a los demás miembros y amigos del Movimiento Regnum Christi.

2. Ésta es la primera reunión del Capítulo General desde 2005. Siendo el capítulo la más alta autoridad interna que representa toda la congregación, hemos visto la necesidad de pronunciarnos sobre los acontecimientos significativos de los últimos nueve años. Con esto queremos definir de manera conclusiva la postura de nuestra congregación sobre los comportamientos del P. Marcial Maciel y su papel de fundador, en continuidad con las disposiciones de la Santa Sede y con la anterior declaración de todos los superiores mayores de la Legión de Cristo. Además ofrecemos unas reflexiones iniciales sobre los puntos más importantes del proceso de renovación de nuestra congregación. Las próximas semanas, los padres capitulares continuaremos el análisis de los diversos temas que debemos atender y daremos orientaciones al nuevo gobierno de la Legión para el camino futuro.

3. Al ponderar la gravedad del mal y el escándalo causado, nos sabemos bajo la mirada misericordiosa de Dios que con su providencia sigue guiando nuestros pasos. Uniéndonos a Jesucristo esperamos poder redimir nuestra historia dolorosa y vencer con el bien las consecuencias del mal. Sólo así podemos encontrar sentido evangélico a lo sucedido y construir nuestro futuro sobre los sólidos fundamentos de la confianza en Dios, la fidelidad a la Iglesia y la verdad.

4. Desde esta perspectiva hemos considerado los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel que merecieron las sanciones que en su momento la Congregación para la Doctrina de la Fe justamente le impuso. Nuestro fundador falleció en 2008 y suplicamos para él la misericordia de Dios. Al mismo tiempo queremos expresar nuestro hondo pesar por el abuso de seminaristas menores de edad, los actos inmorales con hombres y mujeres adultos, el uso arbitrario de su autoridad y de bienes, el consumo desmesurado de medicamentos adictivos y el haber presentado como propios escritos publicados por terceros. Nos resulta incomprensible la incoherencia de seguirse presentando durante décadas como sacerdote y testigo de la fe mientras ocultaba estas conductas inmorales. Todo esto lo reprobamos firmemente. Nos apena que muchas víctimas y personas afectadas hayan esperado en vano una petición de perdón y de reconciliación por parte del P. Maciel y hoy queremos hacerla nosotros, expresando nuestra solidaridad con todas ellas.

5. Los padres capitulares hemos escuchado la manera en que los superiores mayores de la congregación han ido conociendo estos aspectos escondidos de la vida de nuestro fundador, cómo intentaron discernir la respuesta que había que dar, teniendo en cuenta las exigencias éticas y morales, y cómo han llevado a cabo el proceso de comunicación. Junto con ellos, hoy reconocemos con tristeza la incapacidad inicial de creer los testimonios de las personas que habían sido víctimas del P. Maciel, el largo silencio institucional y, más adelante, los titubeos y errores de juicio a la hora de informar a los miembros de la congregación y a las demás personas. Pedimos perdón por estas deficiencias que han aumentado el dolor y desconcierto de muchos.

6. Debido a estos hechos y situaciones, nuestra congregación religiosa habría podido desaparecer si no nos hubieran acompañado la misericordia de Dios y la solicitud materna de la Iglesia, expresada a través de las intervenciones decididas de Su Santidad Benedicto XVI. El Papa consideró que la Legión de Cristo, en términos generales, era una comunidad sana, pero había que hacer correcciones. La ayuda de la Santa Sede fue
imprescindible para descubrir cómo la personalidad y el modo de actuar del P. Maciel estaban afectando a nuestra congregación religiosa. De hecho, la Visita Apostólica – realizada, por mandato del Papa, entre 2009 y 2010 – comprobó que “la conducta del P. Marcial Maciel ha causado serias consecuencias en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de hacer necesario un camino de profunda revisión”. Los visitadores señalaron sobre todo tres campos: la redefinición del carisma, el ejercicio de la autoridad y la adecuada formación. El Papa ha querido “acompañar, sostener y orientar este camino” por medio de un Delegado suyo, “confiriéndole el encargo de gobernar en mi [su] nombre tal Instituto Religioso durante el tiempo que sea necesario para completar el camino de renovación y conducirlo a la celebración de un Capítulo General Extraordinario, que tendrá como fin principal llevar a término la revisión de las Constituciones”.

7. Los padres capitulares escuchamos los informes del Delegado Pontificio y de nuestro Pro-Director General sobre el trabajo realizado en estos tres años y medio. Queremos compartir sintéticamente el análisis de algunos aspectos relativos a lo que la Visita Apostólica había detectado y recomendado. Sabemos que éste es el inicio de un camino y que nos queda mucho por hacer. Estamos comprometidos a continuar con humildad este proceso de renovación y conversión. 

a. En el campo de la revisión de nuestro carisma, el Delegado Pontificio nos ha guiado en primer lugar a una comprensión adecuada del papel del P. Maciel en relación con la Legión. La congregación aclaró en el pasado que no puede proponer al P. Maciel como modelo ni sus escritos personales como guía de vida espiritual.
Reconocemos su condición de fundador. Sin embargo, una congregación religiosa y sus rasgos esenciales no tienen origen en la persona del fundador; son un don de Dios que la Iglesia acoge y aprueba y que después vive en el instituto y en sus miembros. Una comprensión inadecuada del concepto de fundador, la exaltación excesiva y la
visión acrítica de la persona del P. Maciel nos llevó muchas veces a dar un valor universal a sus indicaciones y a aferrarnos demasiado a ellas. Por esto, en la revisión de las actuales constituciones, una de las tareas principales ha sido separar lo que realmente expresa el patrimonio carismático de nuestra congregación de otros elementos accidentales. Además hemos asegurado la conformidad de todo nuestro derecho propio con las normas universales de la Iglesia. Los tres años del proceso de revisión han sido semejantes a un prolongado examen de conciencia comunitario para descubrir y purificar lo que en nuestro comportamiento personal e institucional no era propio de la vida religiosa. Constatamos algunas tendencias que han ofuscado la comprensión de nuestro carisma, entre otras cosas, la falta de una mayor inserción en la Iglesia local y una insistencia desmedida en el propio esfuerzo, la eficacia humana, el prestigio externo y el cumplimiento de normas minuciosas. Todo esto exige no sólo un cambio de textos legislativos, sino una conversión continua de mente y corazón. En estos años hemos llegado también a una comprensión más adecuada de nuestra inserción en el Movimiento Regnum Christi y a valorar y respetar la vocación y autonomía de los demás miembros, especialmente de los hombres y mujeres consagrados. Junto con ellos hemos comenzado una reflexión conjunta sobre el papel de cada rama del Movimiento, sobre nuestro carisma común y sobre el modo de llevar adelante nuestro apostolado. Los numerosos laicos del Regnum Christi son una parte hermosísima de nuestra realidad eclesial y queremos fomentar todavía más la comunión y sostenerla a través de nuestro ministerio sacerdotal.

b. En el ejercicio de la autoridad, el acompañamiento del Delegado Pontificio ha sido una lección continua y eficaz para ir poniendo en práctica todo lo que la Iglesia indica sobre el gobierno de los institutos de vida religiosa. Hemos buscado introducir una clara separación entre el ámbito de la conciencia (la dirección espiritual y de la confesión), el
fuero interno y el fuero externo (la guía del superior y la disciplina religiosa) para garantizar mejor la libertad e intimidad de cada religioso. Con una mayor rotación de personas que ocupan los diversos puestos de gobierno y con el acompañamiento en el ejercicio de su autoridad por parte de un consejo que se reúne periódicamente y analiza
los asuntos más importantes, tratamos de prevenir posibles arbitrariedades y abusos. El Delegado Pontificio y algunos de sus consejeros personales participaron casi semanalmente en las reuniones del consejo general y aportaron sus conocimientos y experiencia. También se ha ido eliminando la fragmentación de la autoridad que se dio por haber multiplicado demasiado los asistentes y auxiliares de los superiores y las competencias que tenían asignadas. Además se han instituido consultas formales a los miembros de la congregación antes de realizar los nombramientos de superiores y, ante un cambio de comunidad o de misión apostólica, se busca involucrar al interesado para discernir mejor la voluntad de Dios.

Finalmente, gracias a la supresión de uno de nuestros dos votos particulares y a las numerosas reuniones comunitarias para la revisión del texto constitucional estamos aprendiendo cómo compartir y debatir libremente con nuestros hermanos reflexiones y sugerencias sobre cualquier tema que toca la vida y la misión de la congregación.

c. En la formación de nuestros religiosos, se ha verificado sobre todo la necesidad de mejorar el acompañamiento vocacional para que los novicios y religiosos maduren su decisión personal delante de Dios antes de emitir su profesión religiosa. Los informes han evidenciado que en estos últimos cuatro años no pocos sacerdotes y un gran número de hermanos nuestros han dejado la congregación. En algunos casos la causa ha sido sin duda el impacto negativo relacionado con las noticias sobre el fundador y el modo de darlas a conocer, pero hemos comprobado también carencias del programa formativo y de nuestro estilo de vida. Entre otras, debemos fomentar una vivencia más honda de los consejos evangélicos, el discernimiento espiritual y la vida fraterna. La formación y la vida religiosa siguen siendo objeto de reflexión de este Capítulo y serán una de las prioridades del próximo gobierno general.

8. En los primeros días del Capítulo escuchamos también el informe de dos comisiones que el Delegado Pontificio había instituido:

a. La “Comisión de acercamiento” ha atendido a las personas que han solicitado alguna acción por parte de la Legión de Cristo a causa de hechos que guardan relación directa o indirecta con el P. Marcial Maciel. El Presidente de la comisión, Mons. Mario Marchesi, nos informó sobre los doce casos que se han presentado. La comisión ha terminado su trabajo y ningún caso de su competencia queda abierto. La congregación ha actuado en cada caso según las propuestas de la comisión. La escucha y la ayuda material ofrecida a las víctimas ha contribuido, en lo humanamente posible, a aliviar sus heridas y a fomentar la reconciliación. Agradecemos a todos los legionarios su esfuerzo por acercarse también a otras personas afectadas y por encontrarse personalmente con ellas. Pedimos al nuevo gobierno que mantenga este compromiso de seguir buscando la reconciliación. 

b. La “Comisión para el estudio y revisión de la situación económica de la Congregación de los Legionarios de Cristo” tenía la finalidad de analizar la gestión económica y situación financiera de la congregación. El informe presentado al Capítulo por Mons. Mario Marchesi, miembro de la comisión, subraya que no se han encontrado malversaciones de dinero u otras irregularidades en los ejercicios fiscales revisados. El primer aspecto urgente por atender en este campo es la reducción de la deuda bancaria que resultó de varios factores: la expansión demasiado rápida de las obras de la congregación, la crisis inmobiliaria mundial y la caída de donativos. En algunos países la deuda asciende a una suma elevada, pero sigue siendo manejable con los ingresos y bienes de la congregación.
Por otra parte, la Comisión ha señalado la necesidad – y esto será tarea del próximo gobierno general – de ajustar y simplificar la estructura administrativa para fomentar la responsabilidad propia de los superiores territoriales, los superiores locales, ambas ramas de miembros consagrados del Regnum Christi y los directores de las obras de apostolado. El Capítulo General, como autoridad suprema de la congregación, también ha tenido a su disposición la amplia y detallada documentación preparada por el administrador general y el informe de las auditorías internas y externas de las operaciones financieras de la congregación en todo el mundo.

9. Las consideraciones de todos estos temas nos han llevado a concluir que el camino de una “renovación auténtica y profunda”, confirmado por el Papa Francisco, ha progresado pero aún no ha terminado. Los sucesos de estos años marcarán la identidad y la vida de nuestra congregación. A la luz de la Providencia divina podemos acogerlos, afrontarlos y transformarlos en eslabón para una nueva etapa de nuestra historia. En las próximas semanas de las reuniones capitulares concluiremos la revisión de nuestras constituciones para someterlas a la aprobación de la Santa Sede y estableceremos prioridades y orientaciones para seguir con renovada esperanza el camino que la Iglesia nos ha marcado, bajo el cuidado atento de las autoridades competentes.

10. Concluimos este mensaje con un agradecimiento a Dios por su amor misericordioso, a la Iglesia que nos ha guiado en la persona del Sucesor de Pedro, a Su Eminencia el Cardenal Velasio De Paolis y a sus cuatro consejeros personales, Su Excelencia Mons. Brian Farrell LC, P. Gianfranco Ghirlanda SJ, Mons. Mario Marchesi, P. Agostino Montan CSI, su presencia firme y respetuosa entre nosotros.

Al mismo tiempo agradecemos a todos los legionarios de Cristo por su testimonio de fe, de entrega y de caridad fraterna que nos une más allá de todas las diferencias. De manera especial pensamos en aquellos sacerdotes mayores que durante tantos años nos han ofrecido un ejemplo de autenticidad y de entrega a la misión. No podemos “perder de vista que su [nuestra] vocación, nacida de la llamada de Cristo y animada por el ideal de dar testimonio de su amor en el mundo, es un auténtico don de Dios, una riqueza para la Iglesia, el fundamento indestructible sobre el que construir su futuro personal y el de la Legión”.

Finalmente agradecemos a los miembros del Regnum Christi y a tantas personas que nos han acompañado durante estos años con su oración y caridad.

A todos aquellos hermanos nuestros, religiosos y sacerdotes, que durante este periodo abandonaron la congregación, queremos expresarles nuestro pesar por ya no tenerlos entre nosotros. Les pedimos una sincera disculpa si no los hemos escuchado y acompañado evangélicamente y quisiéramos mantener la amistad y el diálogo fraterno.

Queremos pedir perdón y reiterar nuestro esfuerzo de reconciliación con todos los que de un modo u otro fueron heridos por los tristes eventos de estos años y por nuestras deficiencias.


María, la Virgen de los Dolores, fue testigo del poder redentor de Cristo que vence el mal y el pecado. A ella, nuestra Madre, encomendamos con mucha confianza nuestro futuro.