viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS SACERDOTES, ¿UN OBSTÁCULO PARA LA EVANGELIZACIÓN? RESPUESTA DE LA COOPESA A MONS. ELÍAS RAUDA



I.                   PALABRAS DE MONS. ELÍAS RAUDA EN EL MARCO DE LA CELEBRACIÓN DEL SÍNODO SOBRE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

S.E.R. Mons. José Elías RAUDA GUTIÉRREZ, O.F.M.
Obispo de San Vicente (El Salvador).
Martes, 9 de octubre de 2012.

Mi intervención tiene como punto de referencia los números 69, 84 y 168 del Intrumentum Laboris, que señalan los obstáculos internos y externos para la Nueva Evangelización; uno de estos obstáculos lo constituye el mismo clero: pérdida del entusiasmo pastoral; disminución del impulso misionero; las celebraciones litúrgicas privadas de una profunda experiencia espiritual; la falta de alegría y de esperanza es tan fuerte que incide en la misma vida de nuestras comunidades cristianas … (IL 69), y en los sacerdotes se debilita la vivencia de la fe y la caridad pastoral.

La Nueva Evangelización es propuesta en estos contextos como una medicina para dar alegría y vida, contra cualquier tipo de miedo (IL 69, 168). Esta exige realizar la formación sacerdotal de manera que tengamos sacerdotes formados integralmente, capaces de evangelizar el mundo de hoy, convencidos, y fervientes ministros de la Nueva Evangelización, servidores fieles y apasionados por Cristo, por su misión y salvación (cf. PDV 10). Para lograr este propósito el Seminario deberá ser escuela y casa para la formación de discípulos y misioneros, en donde los candidatos vivan la vida a ejemplo de la comunión apostólica en torno a Cristo Resucitado (DA, 316). Pero, ante todo, deberá ser el lugar donde se forme y promueva la vida de fe, y facilite en los seminaristas adquirir “el espíritu del Evangelio y una relación profunda con Cristo” (CIC, 244). Sólo una fe sólida y robusta, propia de los mártires y santos puede dar ánimo a tantos proyectos pastorales, suscitar la creatividad pastoral e impulsar las diócesis y parroquias, los sacerdotes y fieles, a que transmitan con un nuevo ardor a través y los nuevos medios de Comunicación social la fe cristiana y el Evangelio de Cristo (Mc. 16,16; EN 5).

II.               RESPUESTA DE LA COOPERATIVA SACERDOTAL “ARS” —COOPESA— ANTE LAS PALABRAS DE MONS. ELÍAS RAUDA

ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A LA INTERVENCIÓN DE MONS. ELIAS RAUDA, OBISPO DE SAN VICENTE Y QUIEN REPRESENTÓ AL EPISCOPADO SALVADOREÑO EN EL RECIÉN SINODO GENERAL DE LOS OBISPOS, del 8 al 29 de Octubre 2012.

Queridos hermanos Obispos, sacerdotes y fieles de nuestras nueve diócesis de la Provincia Eclesiástica de El Salvador. Hemos leído una y otra vez la breve intervención de Mons. Elías Rauda durante una de las sesiones del reciente sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, celebrado en Roma. Él inicia su intervención afirmando que es el mismo clero que se constituye en obstáculo para una auténtica y valiente acción evangelizadora; textualmente dijo:
“…uno de estos obstáculos lo constituye el mismo clero: pérdida del entusiasmo pastoral; disminución del impulso misionero; las celebraciones litúrgicas privadas de una profunda experiencia espiritual; la falta de alegría y de esperanza es tan fuerte que incide en la misma vida de nuestras comunidades cristianas … (IL 69), y en los sacerdotes se debilita la vivencia de la fe y la caridad pastoral.”

Él inicia su intervención refiriéndose, según su criterio, a uno de los principales obstáculos que enfrenta la acción evangelizadora en nuestro País y lo refiere específicamente a la pérdida del entusiasmo pastoral, del impulso misionero, falta de alegría y esperanza y principalmente, como base de lo anterior, debilitamiento de la ida de fe y de la caridad pastoral, de la mayoría de los sacerdotes del País.
Esta manera de evaluar la acción evangelizadora del clero (incluidos obviamente a los Señores Obispos) nos deja francamente estupefactos, pareciera que intenta ignorar, voluntaria o involuntariamente, el trabajo evangelizador de la inmensa mayoría de sacerdotes del país. Esta manera de valorar el trabajo del clero en nuestro país nos entristece y nos llena de muchas dudas por las siguientes razones:
1.     Los que han mantenido el trabajo evangelizador durante década y décadas han sido los sacerdotes principalmente desde las parroquias donde se desempeñan como legítimos pastores. La inmensa mayoría de los cuales pertenecen al clero diocesano y algunos del clero regular. Desconocer este trabajo arduo, tesonero, persistente, sistematizado, es casi un insulto y un menosprecio evidente al papel de estos innumerables pastores.
2. Bastaría acercarse de manera sencilla, sin atuendos episcopales, casi desapercibidos para poder apreciar con objetividad el trabajo que a diario se lleva a cabo en la inmensa mayoría de nuestras parroquias.
3.      Es conocido de todos, clero y laicos, que muchos sacerdotes trabajan con tanto ahínco que no saben de vacaciones y hasta arriesgan su salud con tal de vivir para su ministerio, sin recompensas de ninguna naturaleza, solo la alegría de vivir su sacerdocio en aras de la construcción del Reino de Dios en la parroquia que se les ha asignado. En todas las diócesis podríamos hacer un listado de estos verdaderos pastores. Ecclesia in America, No. 39 expresa esto mismo con gran unción: “Ante la espléndida realidad de tantos sacerdotes en América, que, con la gracia de Dios, se esfuerzan por hacer frente a un quehacer tan grande, hago mío el deseo de los Padres sinodales de reconocer y alabar la inagotable entrega de los sacerdotes, como pastores, evangelizadores y animadores de la comunión eclesial, expresando gratitud y dando ánimos a los sacerdotes de toda América que dan su vida al servicio del Evangelio”.-
4.      El descuido, la irresponsabilidad o la pérdida de identidad sacerdotal en algunos ministros, no legitima de ninguna manera que descalifiquemos a la inmensa mayoría que realiza a cabalidad su vocación, su respuesta generosa al llamado del Maestro.
5.   Estamos de acuerdo con la segunda parte de su intervención, cuando invita a formar bien a los futuros sacerdotes en los Seminarios, pues entendemos que en la formación de los sacerdotes reside en buena medida el éxito de su ministerio futuro; las instancias responsables de esta y tarea en el Vaticano como en cada País, saben muy bien la importancia de la formación del clero y se están tomando todas las medidas necesarias para alcanzar este objetivo.
6.  Los fracasos de algunos no opacan de ninguna manera la formidable labor evangelizadora de miles y miles de sacerdotes en toda América Latina y desde luego en nuestro País.
7.  Finalmente, acercarse a los laicos y laicas de nuestras parroquias para escucharles, para saber lo que opinan de sus sacerdotes, sería muy provechoso para todos, Obispos y sacerdotes, pues ellos más que nadie saben que junto a sus sacerdotes van realizando sus planes pastorales en las diferentes áreas de la pastoral.
8.    Invitamos muy cordialmente a Mons. Elías Rauda a vivir más de cerca de sus sacerdotes, para que perciba de manera objetiva y clara, lo que a diario realizamos para hacer presente al Maestro Jesús en medio de nuestras comunidades. Vale la pena recordar las palabras del Papa Pablo VI a los obispos en la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, cuando les decía: “Si un obispo concentrara sus cuidados más asiduos, más inteligentes, más pacientes, más cordiales, en formar, en asistir, en escuchar, guiar, instruir, habría empleado bien su tiempo, su corazón y actividad”.-

En el año de la fe y con las líneas de trabajo que surgirán de este último Sínodo, esperamos humildemente mejorar cada día nuestra entrega total y desinteresada a la urgentísima tarea de evangelizar a nuestros pueblos.
Queremos expresarles, además, que como COOPERATIVA SACERDOTAL, nos empeñamos también en colaborar no solo en lo socio-económico de nuestros socios sacerdotes, sino también en su formación integral para que puedan realizar de la mejor manera su ministerio sacerdotal que es eminentemente evangelizador.
Gracias de parte de todos nuestros socios, por la atención que Ud. se digne prestar a estas reflexiones pastorales.
Sus servidores en Cristo:
En representación de nuestros socios, firmamos la JUNTA DIRECTIVA DE COOPESA:

Carlos Francisco Mejía Recinos                     Walter Godofredo Guerra Calderón
Sal Salvador (ARQUIDIÓCESIS)                 Sonsonate (DIÓCESSIS)

Ismael Antonio Vargas Ayala                           Benito de Jesús Tobar Serrano
Santiago de María (DIÓCESIS)                      San Salvador (ARQUIDIÓCESIS)

Emilio Antonio Rivas Segovia                           Abel Morán Baños
San Miguel (DIÓCESIS)                                 Santa Ana (DIÓCESIS)

Jesús Antonio Carpio Silva
Zacatecoluca (DIÓCESIS)


III.             OBSERVACIONES DE LA REDACCIÓN DEL BLOG SERVIDORES

Los miembros de la Junta Directiva de la COOPESA, en representación de los miembros de la misma, responden a Mons. Rauda con argumentos de tipo pastoral, lo cual es pertinente viniendo de una institución constituida preponderantemente por sacerdotes pastores, en su mayoría miembros del clero diocesano. Esto da un sentido específicamente pastoral a sus palabras.
Sin embargo, hay que reparar en un aspecto adicional de extrema importancia, del cual se desprenden algunas deducciones de tipo práctico. Un aspecto canónico-doctrinal.
Según los documentos de la Iglesia SOBRE LOS OBISPOS RECAE LA PRINCIPAL RESPONSABILIDAD DE LA EVANGELIZACIÓN, EN CAMBIO LOS SACERDOTES SON SUS COLABORADORES.
Esta afirmación se fundamenta en los documentos del Concilio Vaticano II, en el que se entiende a los obispos como «sucesores de los Apóstoles» (LG 22),  a quienes compete el «cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo» (LG 23). En modo más claro y resumido el n. 24 de la LG: «Los Obispos, en su calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor a quien se ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura».
En cambio, cuando el Derecho Canónico habla de los párrocos dice claramente que su función parroquial la realizan “bajo la autoridad del Obispo”, dando a entender que su función consiste en colaborar con el obispo (cfr. c. 519).
Además, el canon 384 dice algo muy importante:
El Obispo diocesano atienda con peculiar solicitud a los presbíteros, a quienes debe oír como a sus cooperadores y consejeros, defienda sus derechos y cuide de que cumplan debidamente las obligaciones propias de su estado, y de que dispongan de aquellos medios e instituciones que necesitan para el incremento de su vida espiritual e intelectual; y procure también que se provea, conforme a la norma del derecho, a su honesta sustentación y asistencia social.

Los documentos citados dan fe de que el obispo, en la línea canónico-doctrinal, es el principal responsable de la acción evangelizadora.
De lo dicho se desprenden algunas cuestiones prácticas:
1.     Si los Obispos son los principales responsables de la evangelización, entonces ¿por qué culpar a los colaboradores? ¿No es esto proyectar en otros una deficiencia que se vive en primera persona?
2.     Si Mons. Rauda afirma, en la segunda parte de su discurso, que hay que realizar la formación sacerdotal «de manera que tengamos sacerdotes formados integralmente, capaces de evangelizar el mundo de hoy, convencidos, y fervientes ministros de la Nueva Evangelización, servidores fieles y apasionados por Cristo, por su misión y salvación (cf. PDV 10)». ¿Cómo explica que él sea el único obispo de El Salvador que no tiene inscritos a sus seminaristas en ninguna universidad?
3.    Queda una cuestión. Lo dicho por Mons. Rauda, ¿es una idea compartida por todos los obispos de El Salvador o es una mera opinión personal del Obispo de San Vicente?

El hombre sabio y prudente

tiene lenta la lengua y rápida la mente

martes, 11 de diciembre de 2012

LA NUEVA CARTA PASTORAL DE MONS. CONSTANTINO





SI NO TENEIS FE NO SUBSISTIREIS (Is. 7,9)[1]
Carta Pastoral
Mons. Constantino Barrera Morales

En el año de la fe convocado por el Papa Benedicto XVI, desde el 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, y en el cuarto mes de mi Episcopado en esta querida Diócesis de Sonsonate, me dirijo a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, hermanos comprometidos en la Iglesia y a todos los que están unidos a Dios por el bautismo.
Con intensa alegría he vivido los inicios de mi episcopado entre ustedes. Estos pocos meses han sido fecundos y he visto con ojos de fe la realidad de la Diócesis. Considero que es la más religiosa del país, con personas nobles y cercanas. Este honor que tenemos, es en gran medida, gracias a mis predecesores: Mons. José del Carmen Di Pietro y Mons. José Adolfo Mojica. Es de señalas que han colaborado grandemente con su dedicación los sacerdotes, los cuales en su mayoría están trabajando con entusiasmo.
Las religiosas son numerosas y sirven en el ámbito educativo y en la pastoral parroquial. Los laicos se esfuerzan en servir tanto en consejos parroquiales, en movimientos y asociaciones, en pastorales, en pequeñas comunidades cristianas y hermandades. Existen muchos grupos juveniles y entre todos se ha ido conformando una Iglesia comunidad familiarizada. Por otra parte,  debo lamentar que este departamento, en los últimos años haya sido de los más violentos, dejando luto y dolor en tantas familias; existen también muchos hogares víctimas del sufrimiento por la extrema pobreza y las tragedias, además, los índices de violencia intrafamiliar son escandalosos.
Con motivo del año de la fe y comenzando un nuevo año litúrgico, quiero decirles que en el mundo hay una rica herencia de la fe, pero también nos encontramos con grandes problemas. Para muchos la fe es algo privado que pertenece sólo a la Iglesia, en otros es un pensamiento o estudio antropológico religioso. Otros consideran que la fe no es más que lo irracional opuesto a lo científico; piensan otro que es una cuestión sentimental o psicológica; son muchos los que ven la fe como un proceso sociológico, existen también los que recurren al nombre de Dios…
(Página 3)
…para determinar deberes y disposiciones del hombre para vivir un estado estético o ético.
En la mayoría de líderes religiosos no católicos la fe es fanatismo, otros la reducen a sentimientos afectivos sin razón y sin responsabilidad. Muchas sectas abandonan la caridad viviendo sólo emocionalismos. En nuestro ámbito católico, a pesar de traer este tesoro como herencia y tener grandes testigos de la fe, en muchos se omite la trascendencia, otros desarrollan un intelectualismo, varios unen la fe a la superstición y brujería, todavía hay mucha ignorancia religiosa y no faltan los que buscan a Dios como talismán. Es necesario tener claro el tipo de fe que nos pide Dios.

ENTENDAMOS LA FE
La fe es una palabra que proviene del latín fides[2] y significa confianza. Bíblicamente es creencia intelectual y a la vez confianza en Dios, manteniéndose fiel a El. En el Nuevo Testamento la fe está dirigida a Jesús de Nazareth, en sus palabras, hechos y en su ser personal. La fuente de la fe es la revelación en la que Dios se nos ha manifestado y de manera absoluta se ha dado a conocer en la persona de Cristo Jesús. La Iglesia nos ha enseñado que la fe inicia de la escucha de la Palabra de Dios[3] y se realiza por la iluminación y acción del Espíritu Santo que otorga a todos. Por eso la fe es el conocimiento de Dios por gracia suya y vivencia del encuentro con El.
Ya decía el Concilio Vaticano I, "La fe es una virtud sobrenatural que con la ayuda de la gracia de Dios creemos que son verdades las cosas divinamente reveladas por El, por la autoridad del mismo Dios que se revela y que no puede engañarse, ni engañarnos"[4].
El Concilio Vaticano II, habla de la libertad para creer y afirma: "Porque el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre redimido por Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a la filiación adoptiva, no puede adherirse a Dios que se revela en sí…
(Página 4)
[5] mismo, si atraído por el Padre, no rinde a Dios, el obsequio racional y libre de la fe"[6]. Por eso los hombres deben ser invitados a la fe para abrazarla y profesarla libremente. Entonces la fe es ante todo una entrega total de la persona, al Dios que se dirige a ella en su revelación[7].
El Catecismo de la Iglesia Católica nos muestra que la revelación no se encuentra en una especie de vacío, sino en la Iglesia misma que ha recibido la revelación con la misión de conservarla y transmitirla a todas las generaciones, por eso para el CEC la fe es asentamiento[8] de la inteligencia al mismo tiempo que adhesión del entero ser, como un acto personal y eclesial a la vez. Es decir que la fe es una adhesión personal del hombre a Dios, aceptándolo libremente con toda voluntad a Dios, que se ha revelado en la persona de Cristo Jesús. Así la fe es gracia porque parte de Dios (n 153), acto humano porque es respuesta del hombre (n 154), libre porque se da en el querer (n 160) y necesaria para la vida eterna (163).
El Catecismo nos enseña que nuestra fe tiene un sentido Trinitario: Creer sólo en Dios (150), en Jesucristo (151), en el Espíritu Santo (152).
Por eso la fe es la respuesta del hombre a Dios, que se ha revelado en Cristo y éste es el sentido cristiano de la fe, de carácter único y exclusivo, la fe es la respuesta del hombre al Dios que vino al mundo en Cristo, así se da la relación inmediata entre Dios y el hombre destinatario de la revelación que cree, obedeciendo y confiando en lo que nos ha dicho; la fe es también posición y unión, es diálogo y encuentro que da el paso a la comunión con Dios.

¿Cómo se expresa la fe en Dios?
El acto de fe es sencillo, mediante el cual el hombre dice: Creo en Dios que se manifiesta en Cristo, y en esto queda comprometida toda la persona desde el núcleo de su ser y de su vivir, en su existir que va al encuentro con Cristo.
(Página 5)
Debemos creer en Dios, que existe con su soberanía y creer que se revela en su palabra, con su autoridad y bondad sin límites. Hay que creer voluntariamente en Dios, de manera absoluta, incondicional y definitiva. Creer con tal fe, porque Él es el ser personal y único que nos enseña la vedad[9].

CREER EN CRISTO
Es necesario precisar y completar qué es lo que manifestamos sobre Dios, que el Dios Cristiano es Trinidad y que la fe con la que nos dirigimos a él es fe a Cristo, revelación de Dios y don del Padre en el Espíritu Santo.
El fin y objeto de la fe, es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo revelado en Cristo Jesús. Es Cristo quien nos da a conocer el misterio del Padre y su amor, Cristo es el enviado y mensaje, en él Dios sale al encuentro de los Hombres[10] y en él tenemos los hombres acceso a Dios y a la vida trinitaria.[11] «cuando nosotros estamos "en Cristo", cuando miramos al Padre con él, cuando obedecemos y amamos con él, solo entonces estamos "frente al Padre"»[12]. La fe cristiana es una adhesión personal, obediente y fiel a la persona de Jesucristo, hijo de Dios, palabra[13] divina expresada desde la Encarnación en el seno virginal de María. Creer en Cristo es hacerse miembro de su cuerpo, porque la fe es entrega en Cristo Salvador, por eso es necesario el acto interno de la fe. La fe cristiana se distingue por la respuesta del hombre a Dios que se comunica como un YO a un tú, entregándose y pidiendo una respuesta.

FE ESCATOLÓGICA
La fe teologal es la acogida de la verdad revelada por Dios Uno y Trino en la persona de Cristo. Creer en Dios es tender a Dios, caminar a través de los acontecimientos de Cristo como único camino posible y válido para llegar el[14] encuentro definitivo con El. Se cree en la persona de Cristo, pero se debe conocer la voluntad de él para alcanzar la salvación.
(Página 6)
Se debe saber [que] el destino de nuestra fe y el fin último de todo nuestro creer es precisamente alcanzar la vida eterna. Para tender siempre a Dios la fe es mezclada con el amor. Hay que creer amando, amándolo a Él y amando al hermano, solo así se vive en Dios[15]. La fe en sentido propio va acompañada de la esperanza y la caridad, por eso la fe se anima o se debilita dependiendo de las acciones y la confianza en Dios como fundamento de la verdad definitiva. Dios es el centro, fundamento y fin de la fe, que es correlativamente conocimiento confianza y comunión definitiva con El.

FE Y TESTIMONIO
La fe se manifiesta comunitariamente, el ejemplo se da a la sociedad por medio de la vida cristiana, con el modo de obrar. La fe cristiana no es individualista, es necesario dar testimonio de ella. El testimonio es para el que no ha visto y tiene lugar por la palabra y por la vida. Por eso la revelación de Dios se ha dado por palabras y hechos unidos entre sí. De esta manera el testimonio cristiano se manifiesta en la coherencia entre lo que cree, lo que profesa y lo que vive, solo así surge la credibilidad.
El testigo habla de otro, así Cristo se hace presente en la Iglesia, por la caridad y la fuerza transformadora del testigo y la realidad en la que vive, es necesario dar testimonio de fe, esperanza y caridad. Es necesario una identificación entre fe y caridad ya que en esta unión hay un crecimiento y aumento de salvación. Hoy se pide al sacerdote, religioso y laico comprometido hablar con fe desde un verdadero testimonio para la credibilidad de la evangelización, "La evangelización de los no creyentes presupone la autoevangelización de los bautizados y también de los diáconos, presbíteros y obispos, la evangelización se hace por testigos…con la vida"[16].

FE Y EXPERIENCIA
La fe es una forma de conocer los misterios de Dios, pero de alguna manera esto se prolonga en la vida, por eso hay una estrecha…
(Página 7)
…relación entre la fe en Dios y la experiencia cristiana. El Beato Juan Pablo II nos habla de esta experiencia de fe cundo se refiere al Concilio Vaticano II y dice: "Con el Concilio, la Iglesia vivió, ante todo, una experiencia de fe, abandonándose a Dios sin reservas, con la actitud de quien confía y tiene la certeza de ser amado"[17]. Sin experiencia la fe está muerta, y sin fe la experiencia estaría vacía. La experiencia cristiana es la vivencia de la fe, afecta la totalidad de la persona en la cercanía familiar, en el trato con los demás y el compartir los misterios de Dios en el ámbito eclesial. La revelación de Dios es para ser recibida y percibida en nuestras experiencias humanas, en la convivencia fraterna, en las que descubrimos a Dios que está presente. Es necesario tomar caminos en los que se encuentre Dios para vivir la fe y comprometer la vida.

IGLESIA Y FE:
La Iglesia existe por la acción de la revelación, sabemos que la Iglesia es el ámbito de la revelación y ella es creyente por recibirla; es en la Iglesia y por medio de ella podemos decir: Yo creo en Dios.
Hay que conocer más a la Iglesia como lugar de fe, objeto de la fe, su relación esencial con la revelación y su carácter Divino. La Iglesia es querida por Dios. Es prevista y comenzada por Cristo en la historia[18]. En la Iglesia, pueblo de Dios y cuerpo de Cristo, habita el Espíritu Santo que es su fuente de vida.
Es necesario creer que existe la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica, que se refiere a la Santísima Trinidad y de ella recibimos y en ella depositamos nuestra fe. La Iglesia que es servidora del Reino, tiene un carácter familiar, es la familia de todos los que invocan a Dios como Padre, en ella es confesada la fe. Creer en la Iglesia es tener fe en la acción de Dios en ella que es cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo, por eso debemos mantenernos fieles a Cristo, pues somos sus miembros[19] y colaborar…
(Página 8)
…en sus funciones con nuestros carismas y misiones recibidas, pero teniendo el cuidado de que el ejercicio de estas tareas no anulen nunca la dignidad de los hijos de Dios, sino que por el contrario, la promueven.

FE Y LITURGIA:
La Liturgia es la celebración de la fe y realiza el encuentro con Dios. La primera manifestación de creer en Cristo es la oración. La liturgia no anula la oración ni la oración personal sustituye la liturgia. Lo nuclear de la oración es: "Creo en ti", "Tú eres el Hijo de Dios vivo" y [en cambio] la liturgia es para que la comunidad reunida en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tribute su alabanza agradecida a Dios en Cristo Jesús por la acción del Espíritu Santo.
La fe es fuente de la oración y a su vez la oración es fuente de acción litúrgica. En la verdadera acción litúrgica todos debemos tener parte porque es la acción de Dios mismo, él es el que actúa y hace lo esencial de la Liturgia. La fe es confesión, y oración en Cristo y el misterio de nuestra salvación. Confesamos los misterios y vivimos de ellos. A través de las palabras, signos, objetos y espacios sagrados la Iglesia hace presente a Cristo y su obra salvadora de la Iglesia en cada uno de los creyentes; por eso la participación en la liturgia es para todos una expresión de la fe. "La liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención obrada por Cristo Jesús expresa y manifiesta a los demás el misterio de Cristo, la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia"[20].
La liturgia es el alma de la Iglesia, sin ella sería un gran movimiento histórico con sólida institución social. Facilitemos la liturgia con mejor preparación ambiental y un buen mensaje, motivando a cada miembro de la asamblea cristiana en la alabanza comunitaria, con expresión gozosa de la fe celebrada. No descuidemos el canto litúrgico y evitemos caer en sentimentalismos, que son expresión de una fe mal formada.
(Página 9)
CONCLUSIÓN
La vivencia de la fe a lo largo de la vida varía según las personas y circunstancias. Muchos cristianos no han apagado la fe por su formación, oración y práctica de la caridad; otros se han quedado con una fe pasiva y muchos la han perdido por circunstancias que no siempre se pueden identificar. Ante esta realidad es necesario: Que en la Diócesis se busque ser Iglesia evangelizada y evangelizadora para lograr la transformación, la unidad y la paz.
Es urgente una buena catequesis bien fundamentada que supere el trámite para los sacramentos que corren el riesgo de mezclarse con eventos sociales. Una catequesis debe tener verdadera formación según las edades, sin caer en el riesgo de aplicar la misma medida con los que ya están formados y cercanos a la Iglesia. Tampoco debemos descuidar a los allegados por buscar a la oveja perdida.
Es importante tener voz de buen pastor, que los sacerdotes y párrocos enseñemos con el ejemplo para que las personas puedan comprender el llamado de Dios y su amor, para que experimenten el gusto y la alegría por la Palabra de Dios[21]. A veces nuestra voz tiene un tono demasiado moralizante olvidando que sólo desde la vida que brota del Espíritu tiene sentido las exigencias de la moral cristiana. Las homilías son a veces improvisaciones y se cae [en] el círculo vicioso de hablar de lo mismo sin fundamento de fe.
Se necesita espíritu misionero en todos los católicos de nuestras comunidades, asociaciones y movimientos, tener disponibilidad para atender a los demás, invitándolos a la Iglesia amigablemente, escuchando a los jóvenes con paciencia, dialogando cariñosamente con los adultos, especial atención a los niños, futuros herederos de la Iglesia; sin descuidar la atención a los ancianos y con problemas de salud. Hay que facilitar la liturgia a todas las comunidades, por muy pequeñas, pobres o lejanas a la sede parroquial, y, si no hay capillas buscar dónde celebrar para procurar el bien pastoral.
(Página 10)
La Iglesia no debe olvidar la atención a los pobres y sufrientes, hay que ayudar a los necesitados porque en el pobre, el marginado y en el vulnerable se encuentra Cristo personalmente y es a  la vez una exigencia evangélica[22].
Hay que fomentar la lectura frecuente de la Biblia, palabra de revelación directa de Dios, ella es la revelación divina y de ese conocimiento de amor nace la fe[23].
El Papa nos invita a conocer el Concilio Vaticano II que ha traído gran renovación en la Iglesia, recordemos que el Concilio se propuso: promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de todos los cristianos y adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
Hay que estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica porque ahí está la enseñanza de la Iglesia. Por medio de él se nos ilumina en la fe, en las enseñanzas morales y cristianas y en la vivencia de los sacramentos.
Vivir con entusiasmo la vocación, siendo cristianos de viva fe, con sólida espiritualidad, de caridad y misericordia. Pido encarecidamente a los grupos, movimientos, asociaciones, hermandades y cofradías promover el diálogo, buscando la unidad, fomentando la fraternidad y la armonía y con deseos de formación permanente.
Impulsemos en todas las parroquias la pastoral familiar, ya que la familia, Iglesia doméstica, es el primer valor y patrimonio de la humanidad.
Trabajemos por la consolidación de las comunidades eclesiales de base, con el modelo de las primeras comunidades cristianas que son el primer y fundamental nivel de la Iglesia[24]
(Página 11)
Que con renovado interés trabajemos desde las parroquias por alcanzar una buena pastoral vocacional que ayude a los jóvenes en el discernimiento del llamado de Dios a la vida sacerdotal, religiosa, matrimonial o a la soltería, dando testimonio de Cristo y brindando un adecuado acompañamiento[25].
Por último, conocer la vida de los santos que nos dan verdadero ejemplo de fe y sobretodo reflexionar en el prototipo o paradigma de la Iglesia, la Virgen María.
Que nuestra madre santísima, la Virgen de Candelaria interceda por nosotros y nos ayude a caminar a la luz de la fe.

Sonsonate, 2 de diciembre del 2012, primer domingo de Adviento.
Mons. Constantino Barrera Morales
Obispo de la Diócesis de Sonsonate.


(Página 12)




[1] Lo que está resaltado en color rojo se usa para ayudar a la lectura del documento. Los comentarios en color rojo en las citas a pie de página no forman parte del texto original. Lo que está entre corchetes en el cuerpo del documento no forma parte del texto original.
[2] La cursiva es nuestra. En el original aparece en formato normal. Es importante no olvidar la palabra griega pistis, con que la Biblia designa la palabra fe. La fides está más vinculada a traducción latina y, por tanto, debe cuidarse de que no decante en la fidelitas, palabra más cercana al derecho romano que a la Biblia.
[3] Cf. Rm 10,17.
[4] DENZINGER n. 3008-1789. El texto corresponde ciertamente al n. 3008, en cambio, el n. 1789 no parece corresponder. La versión del año 2000 del Denzinger dice: «es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos», cfr. H. Denzinger – P. Hünermann, El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum, Herder, Barcelona 2000, n. 3008, p. 767.
[5] Este «sí» aparece repetido en el texto original, sin duda es un error tipográfico.
[6] Dignitates Humanae, n. 10. La primera palabra debería decir: Dignitatis.
[7] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 160.
[8] Sin duda aquí tenemos un error. El Catecismo de la Iglesia Católica, citando el Vaticano I, habla de «asentimiento»: «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (cfr. CEC, n. 156; Dz 3008-3010). El «asentamiento» normalmente se refiere a grupos de personas situados provisionalmente en un lugar determinado, mientras se les encuentra una morada más estable.
[9] Habría que entender bien este párrafo. Probablemente el redactor cuando afirma que «Debemos creer en Dios», quiere decir «estamos llamados a creer en Dios», pues de otro modo no se entiende lo que viene luego en el mismo párrafo, es decir, «Hay que creer voluntariamente en Dios». Por otra parte, no hay que olvidar que quien cree es un ser limitado —el ser humano—, mientras lo absoluto es lo que se cree —Dios y su revelación. Hay que distinguir la fe, en cuanto acto en que se encuentran el Dios que se revela y el ser humano que asiente a la revelación y los contenidos de la fe, como depósito de lo que hay que creer. Véase el documento Porta Fidei, n. 10: «En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento».  La totalidad de la entrega no ha de confundirse con la absolutez que ostenta Dios, al cual nos estamos entregando. Lo primero es un acto que implica toda nuestra libertad, lo segundo implica el misterio. El acto de creer no puede ser absoluto porque forma parte del don de Dios al hombre. La «la fe absoluta» es una categoría muy utilizada en los ámbitos protestantes.
[10] En el original «hombres» aparece escrito con la «H» mayúscula.
[11] Al puesto del punto, convendrían mejor escribir dos puntos.
[12] R. GUARDINI, La Esperanza Cristiana de la fe. P 32s. La cita también se la puede encontrar en C. IZQUIERDO, Creo, creemos. ¿Qué es la fe?, Rialp, Madrid 2008, p. 105.
[13] La letra «H», así como la letra «P», sería mejor escribirlas con letras mayúsculas, pues se refiere al Hijo de Dios y no al texto bíblico. No se debe olvidar que el concepto «palabra» es analógico y su analogado principal, en el caso de la revelación bíblica, se refiere a la segunda persona de la Trinidad así como toma cuerpo en Jesucristo. Sobre estas distinciones, cfr. Verbum Domini, n. 7.
[14] Seguramente se quiere decir «al encuentro».
[15] Mt 22,37.40.
[16] Sínodo extraordinario de 1985.
[17] JUAN PABLO II, discurso sobre la aplicación del Concilio Vaticano II, pronunciado en marzo del 2000 en el Vaticano.
[18] Mc 3,13; Mt 16,18.
[19] Rom 19,17.
[20] Sacrosantum Concilium n. 2. La primera palabra debe decir sacrosanctum.
[21] Dei Verbun n. 5. La segunda palabra debería decir Verbum.
[22] Mt 25,31ss.
[23] Rom 16,26; 2Cor 10,5.
[24] Hch 2,42ss.
[25] Medellín 15.10 y 11, LG 26.