domingo, 27 de diciembre de 2009

AÑO NUEVO, RECTOR NUEVO. En el Seminario Mayor San José de la Montaña de San Salvador




“Lo que mal inicia mal termina”.
Se rumora fuertemente que el nuevo rector del Seminario San José de la Montaña será el sacerdote diocesano Constantino Barrera, de la Diócesis de San Vicente. El padre Constantino ha sido párroco de Tejutepeque (Cabañas) por diversos años, recientemente ha estudiado una licenciatura en teología en España, en la Universidad de Navarra.
Antes de cualquier otro comentario, contextualicemos el nombramiento del Padre Constantino Barrera.
El que fuera Arzobispo de San Salvador, Mons. Fernando Sáenz Lacalle (y la cohorte de “monaguillos episcopales” que lo secundan), nos sigue dejando “en la calle”, en cuanto a la formación de los futuros sacerdotes diocesanos se refiere, y lo que es peor, divididos eclesialmente.
Inició, terminó y continúa atentando contra la formación sacerdotal del Seminario San José de la Montaña. El Arzobispo “emérito”, en cuanto tomó el mando de la Arquidiócesis de San Salvador, lo primero que hizo fue expulsar, sin diálogo alguno, al Equipo Formador que presidía el entonces sacerdote Luis Coto Flores. Nombró rector al Padre Alfredis Sánchez. El Padre Sánchez llevaba la encomienda de “limpiar” el Seminario de cualquier signo de “Teología de la Liberación”. Alfredis llegó al colmo de quemar libros de teología latinoamericana, pertenecientes a la biblioteca del Seminario. Este sacerdote, no duró más que un año en la rectoría, ya que el Seminario se volvió un caos y su incapacidad, lo mismo que su proceder ideologizado, quedaron al desnudo.
Después de la deficiente labor de Alfredis, el señor arzobispo confió la formación sacerdotal a los sacerdotes egresados de la Universidad de Navarra y afiliados a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, ambas instancias emblemáticas, identificadas con la ideología del Opus Dei. El resultado de querer uniformar la formación del Seminario San José de la Montaña, en la línea del Opus Dei, no ha hecho otra cosa, sino dividir la Iglesia en El Salvador.
En un tercer intento desesperado, Mons. Fernando Sáenz, antes de terminar su episcopado, desmanteló, sin diálogo fraterno y sin advertencias previas, el Equipo Formador que presidía el Padre Leocadio Morales, que incluía a los sacerdotes diocesanos Jerónimo Rodríguez, prefecto de espiritualidad, y Manuel Acosta Bonilla, prefecto académico. La razón aludida fue que los nombrados sacerdotes no eran “ortodoxos”, no enseñaban sana doctrina. El padre Leocadio, al darse cuenta que no le dejaban trabajar, puso su renuncia, que de inmediato fue aceptada por Sáenz Lacalle, quien hasta hoy preside la Comisión Episcopal de Seminarios. De inmediato nombraron como Rector al padre Nelson Díaz, reconocido seguidor de las ideas del Opus Dei. El padre Díaz buscaba este puesto, ya que, desde que entró a formar parte del Equipo de formadores, se constituyó en embajador de Sáenz Lacalle. Junto al padre Nelson nombraron al padre José Salomón Álvarez García como administrador y al Padre Roberto Castro como prefecto de espiritualidad, ambos de la línea del Opus Dei, garantes de la “sana doctrina”. El Padre Nelson comenzó a salir en las ternas de sacerdotes “episcopables” (candidatos al episcopado), el mensaje estaba claro: los únicos episcopables eran los miembros o los afines a la ideología del Opus Dei.
Toda esta maniobra estuvo avalada por los “monaguillos” de Sáenz Lacalle: Mons. Romeo Tovar Astorga (actual obispo de Santa Ana), Mons. Luis Escobar (actual arzobispo) y aquellos obispos que con su silencio legitiman el despotismos de Sáenz Lacalle: Mons. Luis Morao (obispo de Chalatenango), Mons. Elías Rauda (nombrado obispo de San Vicente) y Mons. Fabio Colindres (obispo castrense).
Sin embargo, de nuevo el experimento no le funciona a Sáenz Lacalle, ya que el Padre Nelson condujo el seminario a una ingobernabilidad y el emblemático hombre del Opus Dei no logró unir la comunidad del seminario.
Los seminaristas, al terminar el año, hablaron con sus respectivos obispos sobre la situación caótica del Seminario y la Conferencia Episcopal decide quitar al Padre Nelson Díaz y nombrar al Padre Constantino Barrera como nuevo Rector.
El Padre Barrera debería ser sincero consigo mismo y con la situación de la Iglesia. Por honestidad, él no debería aceptar este cargo, el voto de los obispos que lo proponen no asegura competencia para el cargo –además, tiene el antecedente de los rectores mediocres-. Debe enterarse que está sirviendo de “chivo expiatorio” a las “diabluras” del Sáenz Lacalle ―en el sentido de diά-βολος, el que divide las voluntades―.
Bien haría en informarse con los sacerdotes que han sido víctima de la desconfianza del Opus Dei. Si a Sáenz Lacalle y a sus “monaguillos” no les resultan sus experimentos y no confían en el clero diocesano salvadoreño, para que asuman la formación del clero diocesano. Bueno, que vayan al seminario y lo conduzcan ellos mismos. Mejor, que abran su propio seminario, “a imagen y semejanza” del Opus Dei, y que dejen en paz de una vez por todas a los seminaristas del clero diocesano.
El asunto no termina ahí. El padre Enrique Gloden, que lleva 24 años como director espiritual en el Seminario, también lo han quitado sin un diálogo previo. Gloden ha tenido la valentía de escribir, en diversas ocasiones, a los obispos sobre su percepción del Seminario y les ha hecho sugerencias muy serias. Sin embargo, es claro que a Sáenz Lacalle y a sus “monaguillos” no les va la espiritualidad diocesana, sino la del Opus Dei, malamente representada en el Padre Roberto Castro.
El “invierno eclesial” y la “noche oscura” parecen apoderarse de nuestra Iglesia salvadoreña.
Con la mirada fija en Jesús de Nazaret, resistamos, seamos sistemáticos en hacerle frente, oremos y seamos fieles al Reino de Dios y a la Iglesia salvadoreña.