lunes, 20 de abril de 2009

II Domingo de Pascua

FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Canto y Oración de Apertura: “Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu Misericordia, para que en tí, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la dolorosa Pasión y Resurrección de tu Hijo, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amen”. Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre…

Comentario a la fiesta de la Divina Misericordia:
Cuando Dios quiere revelar un mensaje a la humanidad no busca a los más importantes y sabios, sino a los sencillos y humildes que saben ser dóciles a sus inspiraciones y gracias. Este es el caso del mensaje de la Divina Misericordia dado a Santa María Faustina Kowalska. El 22 de febrero de 1931, recibió la primera revelación de la Misericordia de Dios, ella lo anota así en su diario: "En la noche cuando estaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de un rato, Jesús me dijo: “Pinta una imagen mía, según la visión que ves, con la inscripción: "¡Jesús, yo confío en Ti!” Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo, el Señor, la defenderé como a mi propia gloria”.
¿Y cómo podemos nosotros participar y obtener la misericordia de Dios? Nuestro Señor le señaló cuatro medios concretos a santa Faustina, que son: la Novena a la Divina Misericordia , la Coronilla a la Divina Misericordia, la Hora de la Divina Misericordia y la Veneración de la imagen de la Divina Misericordia. A través de estos actos de piedad, el Señor nos llama a todos a pedir su misericordia. Hermanas y hermanos, Dios quiere que nos acerquemos a Él orando sin cesar, arrepintiéndonos de nuestros pecados y pidiendo que él derrame su misericordia sobre nosotros y el mundo entero.

PRIMERA PARTE: LA DEVOCIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA
“Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar, Él puede ayudarme (Papa Benedicto XVI, Salvados en la Esperanza, n. 23; 35).
El tema de la Divina Misericordia está presente durante todo el año litúrgico. La elección del II Domingo de Pascua, que concluye la octava de la Resurrección del Señor, indica la estrecha relación que existe entre el misterio pascual de la Salvación y la fiesta de la Misericordia. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo son, en efecto, la más grande manifestación de la Divina Misericordia de Dios Padre hacia los hombres, especialmente hacia los pecadores. La fiesta de la misericordia ha de ser no sólo un día de particular veneración de Dios en este misterio, sino sobre todo un día de gracia para todos los cristianos, un día de reconciliación con Dios y con los hermanos por medio del sacramento de la penitencia: “En aquel día quien se acerque a la Fuente de la Vida (Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía), conseguirá la remisión total de las culpas y de las penas” (Diario, 300). La Comunión ha de ser recibida el mismo día de la fiesta de la Misericordia, mientras que la confesión puede hacerse durante los siete días previos a la comunión o los siete posteriores a ella. Además de esta gracia extraordinaria, el Señor promete: “Derramaré todo un mar de gracias sobre las almas que se acerquen al manantial de misericordia. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata serán perdonados” (Diario, 699).

SEGUNDA PARTE: EN LA MISERICORDIA DE DIOS, ESTA NUESTRA VIDA
El apóstol San Pablo nos enseña que “el salario del pecado es la muerte” (Rm 6,23), pero a esa muerte que ha entrado en el mundo por el pecado de un solo hombre, se opone y vence, la gracia de Dios: “Si por el delito de uno solo murieron todos ¡Cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos” (Rm 5,15). Y esta misericordia de la que nos habla el apóstol, se desprende de Jesucristo Resucitado hacia cada uno de nosotros, como el agua que brota de una fuente de manera inagotable para saciar toda esa sed que permanece en lo más profundo de nuestro interior, y que no puede ser saciada por nadie sino únicamente por nuestro Creador.
Pero lo más interesante es que la misericordia de Dios llega a nuestras vidas de forma gratuita. A propósito de esto, le dijo nuestro Señor a Santa Faustina: “Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible Misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la fuente de mi Misericordia".

¿Podríamos nosotros creer que la humanidad no conocerá la paz hasta que nos se dirija a la Ffuente de la Misericordia? A muchos cristianos quizás se les haga más fácil creer en un político que creer en el mensaje de la Divina Misericordia que es un mensaje de Dios. Nunca en la historia de la humanidad una ideología política ha sido capaz de lograr lo que el Evangelio cuando los cristianos han sido capaces de confiar plenamente en la Misericordia de Dios. La primera lectura de este domingo, nos presenta un ejemplo sorprendente de cómo la Divina Misericordia transformó por completo la vida de los primeros cristianos: “los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según las necesidades de cada uno” (Hc 2,44). Y algo interesante es que, este testimonio de la presencia de la Divina Misericordia en la vida de los primeros cristianos, hace que otros se convirtieran al Señor: “eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo a los que había de salvar” (Hc 2,47).

Para dialogar:
- ¿Conoce usted el mensaje de la Divina Misericordia que nuestro Señor le confió a Santa Faustina?
- Todos los problemas que nos afligen como personas, familias y sociedad, tienen su origen en el corazón y la conciencia de cada persona ¿Quién considera usted que es capaz de curar la conciencia y el corazón humano?

miércoles, 15 de abril de 2009

¿Qué sucede realmente con el Seminario "San José de la Montaña" de San Salvador?



Se suele decir, en los ámbitos eclesiales, que el seminario es el "corazón de una diócesis" y estamos de acuerdo en ello, pues, es el lugar por excelencia de formación para los futuros sacerdotes.
Generalmente los seminarios se dividen en menores y mayores, los menores son los centros de formación que tienen estudiantes de plan básico y bachillerato, mientras un seminario mayor suele contar con personas que han superado la etapa de formación del bachillerato y realizan estudios específicos en vistas a la ordenación sacerdotal. Un seminario mayor consta de dos etapas de formación en el plano académico: una fundamentación filosófica y los estudios estrictamente teológicos, que son los más importantes.
Pues bien, en El Salvador, el seminario mayor interdiocesano San José de la Montaña es considerado la máxima expresión de la formación sacerdotal. Todos los que hemos pasado por él nos sentimos particularmente relacionados a su historia. Transitar sus pasillos es una evocación de las intensas experiencias vividas junto a tantos compañeros seminaristas que permanecen en la memoria.
Precísamente porque amamos ese seminario miramos con desconcierto el que se le someta a la enésima crisis en su historia. Ese centro ha pasado diversas crisis, desde los tiempos de los gobiernos liberales en sus inicios, pasando por la guerra civil, hasta nuestros días con las tendencias fundamentalistas, que quieren acaparar todos los cargos de su organización interna.
Últimamente fueron destituidos de sus cargos, en modo arbitrario, el sacerdote rector, el sacerdote encargado del área académica y un tercer sacerdote formador.
¿Cuál fue el problema central? Vamos por pasos contados.
Normalmente, cuando se deben contratar profesores especialistas para las diversas disciplinas a impartir, se presenta un elenco de profesores a la Conferencia Episcopal y son ellos los que deciden quiénes de esos especialistas pueden dar clases en el seminario.
De modo que el rector y su cuerpo de formadores tienen la obligación de presentar esa lista de profesores a los señores obispos, quienes al final tienen la última palabra sobre las personas que deben impartir las clases.
Pues bien, sea el rector, que el encargado académico, como es normal, presentaron de rutina una serie de especialistas, de preferencia doctores, algunos extranjeros, otros del país, según las exigencias del momento histórico que vive la iglesia. A una parte de los obispos (porque no fue a todos) algunos nombres de los doctores sugeridos les despertaron sospechas, lo cual los llevó a hacer las debidas indagaciones. Bueno, a ciertos doctores españoles se les negó la posibilidad de dar clases, acusados de negar algunos aspectos de la doctrina cristiana, a otros, porque sus tesis tenían un tinte político-marxista, según los obispos acusadores.
El punto es que, por una parte, los especialistas no pudieron dar clases, y, por otra, el rector y el encargado académico fueron destituídos de sus cargos, acusados de consentir las tesis de los doctores y atentar contra la recta doctrina del seminario. Pero, se procedió sin las debidas amonestaciones que establece el derecho antes de proceder a su destitución, en el caso en que esos sacerdotes atentaran contra el derecho canónico. Pero, sucede que el rector destituido es doctor en derecho canónico, con lo cual los obispos acusadores hubieran tenido que ser más cuidados en la destitución, o por lo menos, esperar y no hacerlo en modo precipitado como lo hicieron.
El rector actual, licenciado en teología moral, está claramente alineado con los obispos acusadores, pues, si verdaderamente respetara y entiendiera la caridad sacerdotal, tenía que dimitir de su cargo, pues los obispos actuaron en modo arbitrario e injusto al no permitir que los destituidos y los especialistas en cuestión pudieran defenderse, en este caso la prepotencia se impuso a la razón y a la caridad.
¿Qué es lo que se lamenta en este caso?
1. Que no se respete el derecho canónico y la dignidad de las personas y se proceda a partir del poder episcopal entendido como prepotencia. Ya decía Romano Guardini que el poder, entendido como represión, no tiene ética.
2. Que los señores obispos no se pongan de acuerdo en temas fundamentales como el seminario. Pues, no se puede someter a votación las cosas esenciales. El rector del seminario debe gozar de competencia académica, equilibrio humano-espiritual y ser respetado en lo que compete su oficio.
3. Que la nómina del padre rector actual responda a visiones ideologizadas del seminario y no a la exigencias que demanda la situación social y eclesial del país.
4. Que haya tanto silencio por parte del clero diocesano nacional, pues los seminaristas de hoy serán los sacerdotes del mañana. Y si lo que prevalece es la uniformidad ideológica en la formación sacerdotal, el resultado es un clero apático a los sufrimientos concretos de la gente y sediento de poder económico y político.
5. Que no se escuche a los seminaristas, a los sacerdotes destituídos, a los especialistas rechazados, al clero nacional. Todos ellos no son autómatas o piezas de ajedrez, que se puedan mover a placer, como cosas sin valor alguno.
Por último, queremos agradecer a la parte de los obispos que quieren un rector y un cuerpo de formadores que estén a la altura de los problemas actuales que plantea la sociedad. A los obispos que saben que toda decisión ideologizada al interno de la iglesia atenta directamente contra la esencia misma del proceso evangelizador.
Señores obispos lo único que les pedimos es coherencia y seriedad, pero sobre todo, unidad en las decisiones esenciales que ustedes tomen y que luego afectan la vida de la iglesia en El Salvador.

miércoles, 8 de abril de 2009

I DOMINGO DE PASCUA

LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Canto y Oración de Apertura: “Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanzas, a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua. Primicias de los muertos, sabemos por tu gracia que estáis resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana, y da a tus fieles parte en tu victoria santa. Amén. Aleluya”.

Comentario a la Palabra de Dios:
Pedro presenta en resumen el mensaje de la Buena Nueva de Jesús. La intervención de Dios en la historia de Israel continúa con Jesús para toda la humanidad. Después de su Resurrección fueron sus discípulos a quienes se les encomendó continuar la proclamación de este mensaje de una nueva vida para todas las naciones. San Pablo exhorta a los colosenses a llevar vidas de acuerdo con su nuevo estado como hijos e hijas que han muerto y resucitado con Cristo. En Cristo tienen una nueva vida porque han sido reconciliados con Dios a través de su muerte. El Evangelio según San Juan resalta las reacciones de los primeros discípulos ante los maravillosos hechos de la Resurrección de Jesús. María Magdalena se asombra. Pedro también reacciona con perplejidad, confusión y probablemente trata de entender el significado de la tumba vacía y los lienzos en el suelo. Sin embargo, Juan ve la tumba vacía y los lienzos e inmediatamente cree.

PRIMERA PARTE: DEL MIEDO A LA ESPERANZA
Fue terrible la situación que vivieron los apóstoles a partir del momento en que el Señor fue traicionado por uno de sus ellos, y entregado a los que lo crucificaron. Todo en sus vidas se convirtió en tristeza, desesperanza, miedo, remordimiento de conciencia y frustración. ¿Pero qué fue lo que cambió toda aquella realidad en la vida de aquellos hombres? Fue la certeza de saber que Jesús había resucitado, de saber que estaba vivo, y que lo que les había dicho mientras estaba con ellos, “al tercer día resucitare”, era todo verdad. La Iglesia nos dice que “La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: “Cristo ha resucitado de los muertos, con su muerte ha vencido la muerte. Y a los sepultados ha dado la vida” (Hc 9,3-18) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 638).

La realidad que a nosotros como cristianos nos corresponde vivir ahora es muy parecida a la que vivieron los apóstoles en aquel tiempo, pues ¿quién no siente miedo, tristeza, y desesperación ante la situación de crimen, desempleo, delincuencia y desintegración familiar que se vive nuestro país? Es totalmente cierto lo que dicen nuestros obispos que “cada día, al abrir el periódico, al escuchar la radio o al mirar las noticias en el televisor nos golpea con toda su crudeza la realidad de nuestro país, marcada por tantos hechos violentos” (Carta Pastoral de los Obispos de El Salvador: “No te dejes vences por el mal”, 9). Pero es precisamente a nosotros a quienes nos dice el apóstol: “Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús” (Hc 13,23-32).

Hermanos y hermanas, aunque nuestra realidad sea tan difícil, quienes creemos que Jesús ha resucitado. “No podemos, y no debemos de seguir viviendo como las personas que no tienen esperanzas, los que creemos en Cristo tenemos un futuro. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par, y quienes tenemos esperanzas tenemos que vivir de otra manera, porque se nos ha abierto una vida nueva” (Papa Benedicto XVI, Salvados en la Esperanza, n. 2). Jesucristo es “el Redentor de la humanidad” (Juan Pablo II, Redemptor himinis, 1), y es en El en quien tenemos que poner nuestra mirada, fe y confianza, pues El es el Único capaz de transformar toda realidad que nos hace sufrir como personas, familias, Iglesia y sociedad en general.

SEGUNDA PARTE: JESUCRISTO ES NUESTRA ESPERANZA
La humanidad necesita ser salvada del odio, el egoísmo, la envidia, y la violencia que nos está destruyendo en todas partes. Pero esta salvación de la que está sedienta la humanidad, no podemos esperarla de ningún hombre, o creer que vamos a conseguirla encarcelando o asesinando ha quienes nos hacen daño, pues como ha dicho el Papa Benedicto XVI, “la parcela de un bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para el alma. ¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede lograr ninguna estructuración positiva del mundo” (Papa Benedicto XVI, Salvados en la Esperanza, n. 15) .

Muchos cristianos siguen esperando todavía que los políticos arreglen la situación de desempleo, delincuencia, narcotráfico, corrupción, y desintegración familiar que vivimos no solo en nuestro país, sino en el mundo entero, pero lo cierto es que toda esta realidad no la puede cambiar ningún ser humano sino únicamente Dios. “El ser humano necesita a Dios, de lo contrario, se queda sin esperanza. Nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia. Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como «colaboradores de Dios», han contribuido a la salvación del mundo (1 Cor 3,9; 1 Tes 3,2). Podemos liberar nuestra vida y el mundo de las intoxicaciones y contaminaciones que podrían destruir el presente y el futuro” (Papa Benedicto XVI, Salvados en la Esperanza, n. 23; 35).

Hace dos mil años, los apóstoles entendieron muy bien que solamente Jesucristo era el único capaz de transformar cualquier realidad de pecado que oprimiera a la humanidad, por eso, después de la Resurrección de Jesucristo se dedicaron a predicar que “Dios lo había constituido en juez de vivos y muertos” (Hc 10, 42). Ningún cristiano/a es capaz de abandonar el mal “para buscar los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios” (Col 3,1), como nos dice hoy San Pablo en la segunda lectura, si primero no ha creído de verdad que Jesucristo ha resucitado. Y este es el mensaje que a nosotros cristianos nos corresponde ahora anunciar a todas las personas que nos rodean. No podemos dejarnos vencer por el desánimo y el miedo, creyendo que ya no hay nada por hacer para cambiar toda realidad de pecado que nos invade. Es necesario que releamos de nuevo con atención el Evangelio para que comprendamos más a fondo que Jesús está Vivo, que ha vencido la muerte y el pecado, y que por lo tanto, vale la pena que sigamos confiando plenamente en El.

Para dialogar:
- ¿Qué Significado tiene para tu vida la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo?
- ¿Qué podemos hacer para que la Resurrección de Jesucristo, toque la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades?

Canto y Oración final.

DOMINGO DE RAMOS

LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Canto y Oración de Apertura:
Oh Dios, al reunirnos esta semana, contemplamos la Pasión y Muerte de tu Hijo Jesús. Llénanos con amor y agradecimiento por este gran regalo. Al continuar nuestra jornada como tus discípulos, ayúdanos a aceptar nuestras cruces y a vivir como un pueblo pascual. Amen.

Comentario a la Palabra de Dios:
Las primeras dos lecturas para la liturgia forman una introducción apropiada de la versión de San Marcos sobre la Pasión. La primera lectura es el cántico del Siervo doliente del tercer Isaías: “no oculté la cara ante los insultos y salivazos”. Jesús recibió el encargo sorprendente de soportar la humillación y tortura, pero soportando estas seria recompensado: “por eso endurecí mi cara como una piedra, sabiendo que no quedaría defraudado”.

La segunda lectura a los Colosenses identifica dos etapas en la humillación de Cristo. Al hacerse hombre, el “se despojo” y se hizo humano con todas sus fragilidades y dependencias. La segunda etapa fue el aceptar una muerte humillante de la manera más vergonzosa. Cristo “haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Fil 2,8). El tema básico de la Pasión según San Marcos es que, aunque Jesús era el Hijo de Dios, voluntariamente aceptó la misión de siervo doliente y moribundo para salvar la humanidad. Esta obediencia perfecta será recompensada cuando Dios lo haga Señor de toda la creación.

PRIMERA PARTE: ¿POR QUÉ MURIÓ JESÚS?
Casi siempre que hablamos de la muerte de Jesús, pensamos y decimos que el pueblo de Israel fue un pueblo duro de corazón y necio de cabeza, que no quisieron comprender quién era Jesús y que por eso hasta se asociaron con los Romanos para darle muerte, y eso en parte es verdad pero, después de dos mil años de este acontecimiento conviene que nos preguntemos: ¿Qué sucedería si Jesús apareciese hoy y comenzase a predicar abiertamente en contra del aborto, la pornografía, las ventas de licor en la ciudad y los cantones? ¿Que le sucedería si hablara en contra de los narcotraficantes, si se pronunciara en contra de la guerra que es un negocio para unos pocos mientras muchos simplemente tienen que morir, si predicara exigiendo justicia para todos los trabajadores del campo y de la ciudad; si pidiera a los gobernantes que busquen el bien de todos y no sólo el de unos pocos? ¿No cree usted que en ese caso también ahora sobrarían ricos, políticos, pobres, gente religiosa y no religiosa que se asociarían para acusar a Jesús de “malhechor” (Jn 18,30), y de “alborotar al pueblo?” (Lc 23, 14).

En verdad, Jesús muere por la dureza de cabeza y de corazón de los hombres y mujeres de su pueblo y de su tiempo pero, también es cierto que hoy en día sigue muriendo por la dureza de todos los que decimos que creemos en El. Por eso, la Iglesia nos dice que “debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que continúan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal "crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia (Hb 6, 6). Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los judíos. Porque según el testimonio del Apóstol, "de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria" (1 Co 2, 8). Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de El con nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre El nuestras manos criminales” (Catecismo de la Iglesia Católica, 598).

La palabra "judío" la utilizamos para referirnos a los israelitas pero se utiliza también para referirse a todos los comportamientos que manifiestan en el hombre y la mujer un rechazo hacia Dios y hacia todo lo que se refiere a El.

SEGUNDA PARTE: EL SUFRIMIENTO EN NUESTRA VIDA HOY
En nuestro país hay mucho dolor, por eso, nos dicen nuestros obispos: “cada día, al abrir el periódico, al escuchar la radio o al mirar las noticias en el televisor nos golpea con toda su crudeza la realidad de nuestro país, marcada por tantos hechos violentos. Todos lo sabemos: la violencia está cada vez más presente, en primer lugar, en el seno mismo del hogar; ya sea la violencia que sufre la mujer de parte del esposo o de su compañero de vida, o la que padecen niños y niñas a pesar de su tierna edad: hay violencia física, violencia psicológica y, en forma creciente, incluso violencia sexual. Y aunque no llegue a matar físicamente, no podemos pasar por alto la violencia que invade los hogares sobre todo a través de algunos programas de televisión. Tenemos también la violencia producida por la delincuencia común que acecha en todas partes: en casa y fuera de casa; en el campo y la ciudad, en fincas o terrenos baldíos, en paradas de buses y al interior de los medios de transporte público, en negocios y oficinas. Es una violencia asesina que arrebata sin piedad la vida de personas de toda edad o condición: niñas y niños, mujeres, jóvenes y personas mayores, humildes trabajadores y profesionales. Nadie está a salvo de este flagelo social. A la violencia doméstica y a la delincuencia común se añade la pavorosa violencia de las pandillas juveniles o maras, del narcotráfico y del crimen organizado. Se asesina para robar; se asesina por venganza; se asesina por encargo; se asesina bajo el efecto del alcohol o las drogas; se asesina casi siempre con armas de fuego que circulan prácticamente sin control; se asesina a sangre fría; se asesina con lujo de barbarie y en completa impunidad” (Carta Pastoral de los Obispos de El Salvador, “No te dejes vences por el mal”, n. 9-13).

¿Y cual es la razón de toda esta realidad en nuestro país? La razón es porque todavía no hemos comprendido que cada persona, hombre o mujer, hemos sido creados a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 2,26). Y porque la mayoría de cristianos todavía no hemos entendido que “desde el día de su bautismo el Espíritu del Señor entró en su vida y le ha enviado a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El Salvador, que si hoy está tan mal es porque la misión que Dios ha encomendado a muchos cristianos ha fracasado… por eso es necesario que dejemos ya de ser un cristianismo de masa y que comencemos a ser y a vivir un cristianismo consciente” (Mon. Romero, Homilía del 8 de julio de 1979).

Ser cristianos no es cuestión únicamente de llenar los templos para estos días de Semana Santa, sino de tomar conciencia de la necesidad que tenemos de dejarnos transformar por esa Gracia de Dios que se desprende de la muerte que su Hijo padeció por nosotros en la cruz, pues solo así podremos transformar en luz toda esta situación de oscuridad en la que como familia y sociedad seguimos crucificando al Señor.


Para dialogar:
- ¿Qué opina de este pensamiento de San Francisco de Asís: “y los demonios no son los que le han crucificado; eres tu quien con ellos lo han crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados”?
- ¿Cuáles serán las raíces de toda la violencia que existe en nuestra sociedad salvadoreña?

Canto y Oración final.

V DOMINGO DE CUARESMA

EL GRANO DE TRIGO

Canto y Oración de Apertura:
Oh Señor, tu Hijo Jesucristo padeció la hostilidad y persecución pero se mantuvo fiel a tu voluntad, y así remidió a toda la humanidad de acuerdo a tu plan amoroso de salvación. Ayúdanos, Señor, a ser hombres y mujeres que te sirvamos con fidelidad, que sepamos soportar en silencio todas las dificultades que tenemos que enfrentar por servir en la construcción de tu Reino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Comentario a la Palabra de Dios:
El profeta Jeremías fue quien anuncio la destrucción y exilio de Israel. Este capitulo de Jeremías también es conocido con el nombre de “consolación de Israel”. La esperanza de Israel se centra en una nueva alianza que va a ser revelada en su totalidad en el Nuevo Testamento con la Encarnación del Hijo de Dios, su Pasión, Muerte y Resurrección. El pasaje de la segunda lectura hace referencia al sacerdocio de Jesús. Jesús como Sumo Sacerdote se identifica con nuestras limitaciones y debilidades humanas, es uno de nosotros. A diferencia de los sacerdotes judíos de su tiempo, las ofrendas y oraciones que Jesús ofrece en nuestro nombre traen consigo nuestra redención. En la Eucaristía, Jesús es sacerdote y ofrenda, y continua redimiéndonos e invitándonos a la vida eterna. La hora de Jesús es el momento en que Dios va a manifestar a toda la humanidad su gloria a través de su único Hijo, Jesús. Ser glorificado en esta hora implica un Morir. De la misma manera en que el grano de trigo que muere en la oscuridad produce frutos en abundancia, la muerte del Hijo de Dios produce mucho fruto, el fruto de nuestra vida eterna. A imitación de Jesús, nosotros también estamos llamados a servir a los demás, aunque esto signifique en muchas ocasiones sufrimiento en nuestra propia vida, pero así, también nosotros, como Jesús, damos gloria a Dios Padre.

PRIMERA PARTE: EL GRANO DE TRIGO
El lenguaje del Evangelio de hoy es casi incomprensible para la gente de nuestro tiempo. En un mundo donde lo que se exalta es el triunfo sin sufrimiento, la ganancia sin riesgo, la excelencia por encima del esfuerzo, bien puede aparecer el mensaje de Jesús como un sinsentido. Jesús Dice que sólo por medio de la muerte viene la vida, y para ello compara la muerte del grano de trigo que muriendo hace germinar una nueva existencia. Pero no se puede dar la vida a los demás de cualquier manera, sino solo después de un encuentro profundo con el Señor. Quien se ha encontrado con el Señor sabe que su donación no es estéril. El cristiano es un seguidor de Jesús, no un activista. El seguidor actúa con los mismos criterios y orientaciones de quien va delante. El activista puede hacer muchas cosas pero en nombre de su activismo, de su propio protagonismo y demás intereses personales. Tenemos que morir a nuestras propias ambiciones y deseos para llegar a estar disponibles enteramente para Dios y para nuestro prójimo. Esta tarea no es nada fácil.

Otra afirmación de Jesús es que, la única manera de no perder la vida es darla. El mundo y la Iglesia entera a lo largo de la historia, solo han sido profundamente transformados por personas que han puesto en segundo lugar su prestigio, sus intereses y seguridades personales. Jesús también afirma que la grandeza sólo se obtiene por el servicio. Servir es darse.

Buenas enseñanzas para aprender el desprendimiento de nosotros mismos: ¿Qué hago por los demás en nombre de Jesús? ¿Soy un seguidor, un discípulo o un activista? ¿He aprendido a superar mis intereses personales en servicio del Evangelio? ¿Cómo entiendo y vivo el sufrimiento producido por mi entrega en la pastoral y en el trabajo apostólico?

SEGUNDA PARTE: CUARESMA, TIEMPO DE RENOVAR NUESTRA ALIANZA CON EL SEÑOR.
Toda la historia de Israel gira en torno a su Alianza con El Señor. El bien y la prosperidad son la recompensa de Dios a la fidelidad, como el mal es el castigo a la infidelidad. Sin embargo, la predilección de Dios no se ve correspondida. El pueblo escogido es infiel y con frecuencia viola los mandamientos que había prometido observar. Hay un cierto momento en que Dios se hastía de tanta infidelidad y lo rechaza: "porque vosotros no sois ya mi pueblo ni yo soy vuestro Dios" (Os 1, 9). Solamente salvará de esta reprobación al pequeño "resto" formado por aquellos pocos que se mantuvieron fieles en la infidelidad general. Estos serán el primer núcleo de otro pueblo que Dios formará y con el que sellará una alianza que no se quebrantará jamás (Jer 31, 31-34). Esta nueva alianza supondrá una transformación interior, un corazón nuevo que permitirá al pueblo observar las promesas hechas (Ez 36, 26-28). También será universal, abarcará todos los pueblos de la tierra (Is 2, 2-3; Zac. 2, 14-15). Al llegar la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios se hace Hombre y fija su morada entre los hombres (Jn 1, 14), y reúne en torno así al nuevo pueblo de Dios.

Jesús hace una nueva alianza con el sacrificio de su propia sangre: "Este cáliz, dice a los apóstoles, es la nueva alianza de mi sangre" (Lc 22, 20). La muerte de Cristo está destinada a reunir a todos los hijos de Dios (Jn 11, 52) para que todos tengan vida y la tengan abundante (Jn 10, 10). Así pues, todos los hombres y mujeres estamos llamados a formar parte del nuevo pueblo de Dios, en el que las diferencias sociales y nacionales desaparecen para dar origen a un pueblo nuevo "en el que no cabe distinción entre griego y judío, circuncisión o incircuncisión, bárbaro, escita, siervo, libre, sino que Cristo es todo en todos" (Col. 3, 11) porque todos somos hijos de un mismo Dios.

Cuaresma es tiempo de renovar nuestra alianza con el Señor, porque seria triste que El tuviese que decir de nosotros, lo mismo que dijo en otro tiempo del pueblo de Israel "porque vosotros no sois ya mi pueblo ni yo soy vuestro Dios" (Os 1, 9). Es en este sentido que la Iglesia nos invita constantemente a la conversión que “es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que recibe en su propio seno a los pecadores” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1428).

Para dialogar:
- ¿A que debo morir en mi vida personal, para dar vida en mi familia y en mi comunidad cristiana?
- ¿Considera usted que la mayoría de cristianos estamos siendo fieles a la Alianza que Dios ha hecho con nosotros? ¿Qué podemos hacer para renovar esta Alianza con el Señor?

Canto y Oración final: “Hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio lleve yo tu amor, donde haya injuria tu perdón Señor, done haya duda fe en ti. Maestro ayúdame a nunca buscar ser consolado sino consolar, ser entendido sino entender, ser amado sino yo amar”. Amen